En menos de una semana el Gobierno retomó la iniciativa en varios frentes. Aprobó la Ley, que es una suerte de cronómetro en marcha para que los opositores decidan si van juntos o separados a las elecciones, y también hizo una suerte de enroque para defender el derecho a la reelección de Evo Morales en foros internacionales.
La llegada del exembajador de Bolivia en la OEA, Diego Pary, a la Cancillería no sólo fue para hacer campo y darle un empleo diplomático al periodista José Alberto Gonzales, sino para perfilar prioritariamente la agenda de la diplomacia del país hacia fines electorales. El tema de La Haya es obviamente relevante, pero parecería que no lo es tanto comparado con la necesidad de quedarse en el poder.
En una de sus primeras declaraciones, el canciller Pary se refirió curiosamente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y advirtió que un eventual pronunciamiento de esa instancia contrario al supuesto derecho humano de la reelección de Evo Morales no afectaría en lo más mínimo el fallo favorable del Tribunal Constitucional.
Es claro que una de las tareas principales de Gonzales en la Organización de Estados Americanos será tocar las puertas que sean necesarias para evitar que la CIDH ponga un obstáculo en el camino de Evo hacia un cuarto mandato.
El gobierno sabe que si desconoce el fallo de un tribunal internacional no tendrá la autoridad moral como para exigir que Chile respete un eventual fallo favorable de La Haya. De ahí la importancia de lo que pueda hacer el nuevo embajador y evitar que la CIDH se pronuncie sobre la reelección.
La oposición, mientras tanto, dispersa como está y aparentemente sorprendida por la sucesión de golpes recibidos, todavía no define un accionar coherente y conjunto. La proximidad de una definición política desnuda en las plataformas ciudadanas preferencias por una u otra fórmula. No todas parecen apostar por el candidato de unidad o, si lo hacen, no renuncian a plantear sus condiciones.
El expresidente Carlos Mesa mantiene su línea en defensa de los resultados del 21F y no está mal que lo haga porque de esa manera erosiona más la credibilidad de Evo Morales y gana algo de tiempo para tomar una decisión sobre su candidatura. De todas maneras, Mesa ya no se mueve en el cómodo espacio de los tiempos tradicionales del proceso electoral. La nueva situación lo obliga a buscar acercamientos e iniciar negociaciones, algo para lo que no estaba del todo preparado.
El resto de los líderes opositores sabe que debe subirse al carro de la candidatura de Mesa cuanto antes, porque de lo contrario su conducta se hará muy sospechosa. De hecho, el silencio de Samuel Doria Mediana sobre la nueva ley de partidos no pasó desapercibido.
El Gobierno espera una decisión opositora. Sabe, porque las encuestas así lo dicen, que finalmente Mesa podría ganar una elección y al parecer se viene preparando para ello. De todos los candidatos, el exmandatario es el único que puede derrotar a Evo Morales, pero para el Gobierno también es el único político que vacila teniéndolo todo a su favor, un dato que no es menor considerando lo prolongada y dura que será la campaña.
Hernán Terrazas es periodista