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Raíces y antenas | 23/07/2023

La revolución pasa el sombrero, eso sí, con el puño en alto

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez
El modelo económico del gobierno boliviano se centra en la inversión pública. En el año 2014, está sobrepasaba los 5.000 millones de dólares ejecutada. En los últimos dos años (2021-2022), la inversión pública implementada fueron la mitad de este valor, por falta de recursos.

En el pasado, el grueso de la inversión pública era financiado por la rentas del gas natural. Posteriormente comenzaron a gastarse las reservas Internacionales, sobre todo en el sector eléctrico y el litio. 
En el año 2014, la renta petrolera (impuesto directo a los hidrocarburos, IDH, regalías, patentes y otros ingresos) era de 5.489 millones de dólares. En el año 2022, la renta petrolera bajó a 2.289 millones de verdes. El Estado dejó de recibir 3.200 millones de verdes, pero los gastos públicos continuaron aumentando. En términos fiscales, el gobierno está raspando la olla y no lo acepta. Hace nueve años se registra un déficit público de entorno del 7% de PIB. Es un cuento chino el tema de que el déficit público es bueno porque el Estado invierte en infraestructura y empresas públicas. No, lo hace principalmente en funcionarios públicos. Además, desde hace muchos años que no hay retorno de varias obras públicas (elefantes azules), piense en el sector eléctrico. 
La capacidad máxima efectiva del sistema eléctrico es de 3.614 megavatios MW (marzo de 2023) y la demanda interna máxima del sistema es de 1.658 MW, casi 2.000 MW sobre la demanda, sin embargo se debe considerar una reserva de un 20% a 30% de la demanda máxima, es decir unos 400MW, quedando un excedente real de 1.600 MW (casi otra Bolivia). Es decir, Bolivia desperdicia su capacidad de generación de electricidad. Sobreinvirtieron en el sector con la intención de exportar, pero sin tener mercados externos. Ahora, como gran cosa, con bombos y platillos, anuncian que exportarán, de manera intermitente, menos del 10% del exceso de esa electricidad, a la Argentina. Asimismo, se debe recordar que la mayoría de las empresas públicas son ineficientes y no generan ganancias. Más inversión pública al fósforo.
Entre los años 2014 y 2023, parte de la inversión pública fue financiada por las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia. Éstas han bajado algo como a 3000 millones de dólares al año y a 310 millones de dólares en efectivo. La venta del oro, que aparentemente ya se hizo, permitió la entrada de 1300 millones de dólares que son insuficientes. 
Frente a la caída de la renta gasífera y la escasez de reservas internacionales, el gobierno está desesperado en la búsqueda de préstamos externos, especialmente para financiar inversión pública. Si antes se llamaba, con soberbia impostada, “mendigos” a los anteriores gobiernos porque se endeudaba con el exterior, ahora tuvieron que bajar las banderas de la arrogancia ideológica y pasar el sombrero en la comunidad internacional. ¡Ah! Eso sí, con el puño en alto y mirada al horizonte del proceso de cambio. En la actualidad están con el rollo de que endeudarse no es malo. Durante décadas la izquierda caviar del gobierno criticó el tema del endeudamiento. 
Ahora algo de historia y el nuevo relato del gobierno. Resulta que entre 2006 y 2019 el ministro de Economía de Bolivia fue el fantasma Gasparín. En el año 2005, la deuda externa de Bolivia era alta, llegaba al 63,5% del producto interno bruto (PIB). Al segundo año de la administración del MAS, como resultado de las negociaciones hechas por gobiernos anteriores, la cooperación internacional y países amigos nos perdonaron la deuda externa. Esta bajó, en el año 2007, a 16,7 % del PIB. A partir del 2014 con Morales, Presidente, y Arce Catacora, ministro de Economía, la deuda comenzó a subir hasta alcanzar, en la actualidad, el 29% del producto. Ahora el mismo partido en el gobierno, pero Arce como Presidente y Montenegro como ministro de Economía, niegan que fueron responsables del endeudamiento externo del pasado. Y dicen que solo contrataron 1.753 millones de dólares o algo como el 4% del PIB. ¿Hello, Gasparín? ¿Alguien dijo esta boquita de cereza es mía? No. Todos están bajo el paraguas de la Ley de Solís. Hazte al sonsito y serás feliz.
Ahora bien, no hay los morlacos y existe desesperación para conseguirlos. ¿Quién se está “atajando” la plata? Los préstamos internacionales están parados en la Asamblea por el bloqueo que realizan miembros de la hermandad. Eso ha hecho que el gobierno quiera movilizar a los otros “hermanos”, que quieren obras en los municipios, en contra de los “hermanos” que juegan a la política en la Asamblea, o sea la pugna está dentro de la cofradía. Ahora que el agua llega al cuello no hay otra que seguir buscando préstamos internacionales. No sería sorpresa que los recientes hermanos chinos nos pasen un salvavidas financiero. Pero para que no me critiquen y digan que solo hablo de la problemática, a seguir va la solucionática. 
Con el permiso de la hermandad del amor y la revolución y me permito sugerir que el tema de la hambruna gubernamental se aborde de manera integral. Se debe reducir el déficit público, comenzando por el lado de los gastos e inversiones: a) Proponemos un corte cirujano. Hay mucha grasa por reducir en el Estado. b) Optimizar la inversión pública haciendo que esta tenga un efecto impulsor del inversión privada. 
Por el lado de los ingresos: a) debemos encarar una reforma tributaria. Los nuevos ricos, creados por el modelo económico, a saber, cocaleros, gremiales importantes, cooperativistas mineros gigantes y otros sectores deben pagar más impuestos. b) Sería bueno impulsar una ley de responsabilidad fiscal, donde, en base a un presupuesto plurianual, se establezcan techos de gastos públicos e inversiones estatales. Por ejemplo, si le ejecución presupuestaria de la inversión pública, en alguna región o a nivel nacional, no alcanzó por lo menos el 70% de lo presupuestado, el año siguiente se fija, en ese porcentaje, la inversión estatal.
Gonzalo Chávez es economista.


BRUJULA DIGITAL_Mesa de trabajo 1
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