El fenómeno (¿tsunami?) Milei ha llamado la
atención de propios y extraños. Las razones son distintas, pero la atención que
suscitó es la misma. La radicalidad de la izquierda fue respondida con la
radicalidad de la derecha. Radicalidad al fin y al cabo de cuentas. La opción
de la moderación naufragó en los porcentajes de votos por descafeinada y
mediocre. Y después de las elecciones implosiona en cámara rápida. Si se
aprecia con distancia y hondura, Argentina no se escribe con la E de esperanza.
Esta vez me detengo en la columna de Andrés Oppenheimer (AO) “Milei puede ganar el ballotage”. AO explica el triunfo de Sergio Massa en primera vuelta a partir de tres variables: “Massa ganó gracias a una combinación de subsidios sociales masivos en las semanas previas a la elección (12 nuevos subsidios sociales en los últimos 45 días antes de las elecciones), el voto del miedo propagado por su campaña y los errores de Milei, como cuando llamó ‘imbécil’ al Papa”.
AO da un paso adelante, mira el futuro
inmediato y piensa que Milei puede ganar la segunda vuelta. El argumento: “Hay
un precedente reciente que juega a favor de Milei. En 2015, el candidato
kirchnerista Daniel Scioli ganó la primera vuelta con el 37% de los votos, el
mismo porcentaje que ahora obtuvo Massa, mientras que el entonces candidato de
la oposición Mauricio Macri quedó en segundo lugar con el 34%. Pero Macri ganó
la segunda vuelta y fue elegido presidente. Milei puede ganar si centra su
mensaje en el hecho de que Massa es el ministro de Economía bajo cuyo liderazgo
la inflación se ha disparado hasta casi un récord mundial y la pobreza ha
aumentado a un 40%”. Y remata con la siguiente conclusión: “Si Milei juega bien
sus cartas, hace una alianza con los otros partidos de oposición y se modera,
tiene más posibilidades de ganar que Massa. El principal obstáculo, ahora,
es él mismo”.
¿Se puede moderar a un radical?
Sería como remar contra sí mismo. La radicalidad encumbró a Milei en las PASO, la radicalidad lo llevará a la segunda vuelta, tal vez la radicalidad le impida ganar el ballotage; pero lo seguro es que en una realidad compleja –complejísima como es la Argentina de hoy– la radicalidad no será parte de la solución, sino ahondará y multiplicará los problemas del país vecino.
Bien vistas las cosas, la Argentina tampoco se escribe con la F de futuro.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.