Normalmente, en los ciclos políticos, cuando las autoridades electas son posesionadas en sus cargos se abre un periodo en los primeros años de gestión en los que estos desplieguan sus herramientas y acciones que tienen que ver con hacer cumplir de alguna forma aquello que prometieron en campaña electoral, teniendo en mente que los últimos años de sus respectivas gestiones el foco principal de trabajo será la coordinación política de cara a las próximas elecciones para volverse a postular al mismo puesto o quizá a otro que le brinde al político mejores perspectivas.
Eso pasaba en condiciones normales, pero dado que ya hace años que en absolutamente nada estamos en condiciones normales, la disputa política no escapa a este tema. La lucha política comenzó incluso antes de que se les diera las credenciales de autoridades, ya vimos cómo Santos Quispe en pleno acto de entrega de credencial de Gobernador rompió con su agrupación política, o como Camacho discurseaba desde Santa Cruz deslizando la idea de posicionarse como una suerte de principado con poder suficiente como para advertir al gobierno nacional que mejor se cuide porque le podría pasar lo del 2019.
Una breve nota adicional para el señor Camacho, al haber deslizado la idea de federalismo dio por cerrada toda posibilidad de aspirar a la candidatura presidencial exitosa para el 2025, porque está claro que si algo no trasciende políticamente más allá de Santa Cruz, muy poco en Potosí y menos aún en Tarija, es justamente el discurso del federalismo, porque para el resto de departamentos es sinónimo de separatismo y regionalismo recalcitrante. Por lo tanto, Camacho tocó su techo político con esta gobernación.
Por otro lado, el gobierno nacional calificó a estas autoridades electas como “rupturistas”, cuando en realidad ninguno de ellos llegó a ser gobernador o alcalde gracias a una interpelación dura al gobierno o al sistema político; al contrario, todos tenían la cara más visible y mejor conectada con perfiles de políticos expertos en hacer gestión y en cumplir las obras que estaban prometiendo.
Es decir, lo que debía ser el inicio de una cierta tranquilidad una vez que se resolvió la crisis política que vivíamos hasta antes de las elecciones, se aceleró en una serie de movimientos que de alguna forma expresan los dilemas internos que viven en el masismo y en el antimasismo. Estos problemas internos en el antimasismo por ejemplo tienen un común denominador que es la disputa por ver cuál de ellos será ungido como la cabeza de la oposición política, porque tenemos en el campo de las oposiciones políticas un espacio muy fragmentado y disperso que por ahora no le alcanza a ninguno de sus líderes a representar el referente político de este bloque, por eso, por estrategia andan interpelando y pidiendo audiencia con el Presidente, porque saben que el primero que logre una reunión con él, podrá ser autoproclamado como líder del antimasismo.
Mientras tanto, en el masismo, lo que se debate ahora mismo es una suerte de dilema traducido en el sentido de ver cuál es la identidad propia del gobierno de Arce y Choquehuanca, porque hasta ahora en seis meses de gestión existe un vacío comunicacional que generó una doble ilusión. Por una parte, de que no se tiene un plan claro para encarar lo económico y social; y por otra, de que habría una suerte de poder dual que estaría compuesto por Arce y Morales. Es decir, la disputa política y la polarización que estaba en nivel máximo, en adelante estará en nivel de medio a alto durante todos estos años.
Marcelo Arequipa Azurduy
Politólogo y docente universitario