La historia no ignorará la relevancia que tuvo el paro cívico de Santa
Cruz, no solo porque fue el más prolongado, sino porque posiblemente represente
el principio de un cambio en la relación del estado con las regiones y una
nueva actitud, menos pasiva y desalentada, de la gente hacia la política.
Hay temas que podrán ser evaluados de manera más o menos inmediata, como las fechas y plazos del censo, y otros que tomarán más tiempo en madurar, pero hay una historia nueva que ha tomado impulso durante el último mes.
En el camino van quedando algunos protagonistas. Los que apostaron por la violencia indefinida son los grandes derrotados, aunque todavía tengan algunos espacios para sabotear los acuerdos y demorar la aprobación de las leyes.
Los alborotadores se quedaron sin discurso o, más bien, desempolvaron narrativas del siglo pasado para denunciar pactos y otros contubernios. Algunos, incluso, se atrevieron a ponerle limite próximo al gobierno de Luis Arce.
Un ex ministro de Evo Morales dijo que el presidente no pasa de mayo y un senador advirtió que la ley del censo será rechazada en el Senado. Son lecturas en la bola de cristal de la conspiración, pero no hay que tomárselas muy en serio.
Hay golpistas, evidentemente, pero no dónde se decía.
Lo que fue el primer proyecto político del siglo XXI, el MAS, ha comenzado a desmembrarse. Poco a poco quedará un gobierno sin partido y un partido sin poder, salvo quizás el que siempre ha tenido para generar más ruido que ideas. Arce tendrá que valorar cuáles son ahora los factores de poder que pueden estar a su lado.
En un escenario tan complejo como ese, el presidente tal vez tiene una nueva oportunidad de gobernar para todos, de arrepentirse de sus pecados autoritarios y de sumar nuevos respaldos que, por lo menos, le permitan concluir su gestión sin mucho sobresalto.
El acuerdo con Santa Cruz, en parte mediado por lo que queda de la oposición en la Asamblea, puede ser un buen punto de partida. No dejaría de ser un gobierno frágil, pero no más de lo que lo sería si se entrega nuevamente a los brazos radicales.
Al presidente no le convienen ya ceremonias falsas en las que aparezca dándose la mano con sus adversarios internos. Más que nunca se hace cierto eso de que más vale solo que mal acompañado.
No es fácil que Luis Arce consiga crear una estructura partidaria de soporte. No siempre gobierno y poder van de la mano, pero por ahora no puede aspirar a mucho más.
Es imprescindible que avance la aprobación de la Ley del Censo. Le conviene al presidente, porque sería una norma simbólica de una nueva actitud, algo de oxígeno en tiempos de asfixia política, de presión social y de posibles turbulencias económicas.
Es responsabilidad del resto de los actores democráticos actuar con la debida prudencia. Entender que los resultados del paro son una suerte de siembra colectiva y que no se debe apostar por cosechas forzadas y mucho menos individuales. Algunos tendrán que darse cuenta que el que canta victoria suele ser el más desafinado en estos casos.
Lo que viene no lo vimos antes y en ese sentido podría ser un buen aprendizaje para todos. La gente se cansó de los gritos. Hace falta un tiempo de silencio y de goles, claro, porque así está el momento.
Hernán Terrazas es periodista y analista