Se denomina “voto útil” cuando el electorado, en contra de sus preferencias políticas, elige una determinada opción política para fortalecer y concentrar su voto con el propósito de frenar al candidato no deseado. El pasado año, Comunidad Ciudadana (CC) se benefició con esta forma de sufragio: solicitó que la población centralice su apoyo en Carlos Mesa a fin de evitar la victoria electoral de Evo Morales. Ahora, si Comunidad Ciudadana cree que en las elecciones de 2020 tiene la ventaja del 36% de apoyo electoral (voto útil) recibido en las elecciones anuladas de 2019, ignora que ese supuesto es falso. El artículo intenta demostrar los motivos por los cuales el voto útil que ayer benefició a CC, hoy se dispersa y flexibiliza.
El voto útil solo se activa cuando los resultados de encuestas revelan el peligro de triunfo electoral de un candidato y partido indeseables. En el proceso electoral de 2019, todas las encuestas anunciaban la amenazante victoria electoral de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS), una de las últimas consultas le otorgó el 38,8% de respaldo frente al 28,4% de apoyo a Mesa (Unitel, 12-10-19); además, este riesgo parecía consolidarse cuando el 68% de la ciudadanía advertía que el TSE cometería fraude electoral (Página Siete, 29-9-19). Así, las encuestas y la percepción negativa del organismo electoral permitían observar que el MAS era un peligro real.
El MAS y la flexibilidad del voto útil. En la actualidad, dos razones explican que el MAS no es una amenaza en términos electorales. La primera, aunque lidera las encuestas, la intención de voto a favor del MAS ha disminuido sustancialmente, de 33% en marzo, a 26% en septiembre (La Razón, 9-9-20) y, además, con serias posibilidades de rebajar todavía más este porcentaje. Esto muestra que este partido se halla muy disminuido, lejos de ganar en primera vuelta y menos todavía de vencer en el balotaje. El debilitamiento del MAS en este último proceso puede atribuirse, entre otros motivos, a encarar el tema de la pandemia de manera irresponsable (es un invento de la derecha y del imperialismo), a insistir en que las elecciones no debían ser postergadas (efectuaron un irracional bloqueo de caminos que obstaculizó la distribución de oxígeno e incrementó la cantidad de decesos por el COVID-19) y a las revelaciones de pedofilia de su líder histórico. Todo este cúmulo de desaciertos hace que el MAS no represente ningún peligro.
La segunda, después de las elecciones anuladas de 2019, el organismo electoral ha conquistado cierta autonomía y el 61% de la ciudadanía confía en que el TSE puede administrar elecciones limpias (Página Siete, 23-2-20). Este hecho evidencia que el MAS ha disminuido notablemente la posibilidad de manipular al organismo electoral y, seguramente, resultará imposible encomendarle la misión de cometer fraude electoral. Entonces, con un TSE independiente, el MAS no significa amenaza alguna.
Opositores antimasistas y flexibilidad del voto útil. Ciertamente, la flexibilidad del voto también se debe al accionar de las fuerzas políticas antimasistas; en este ámbito, puede advertirse dos componentes: por un lado, la emergencia de otros candidatos y alianzas en el escenario electoral y, por otro lado, la pérdida de aliados por parte de CC.
Respecto del primer componente, cabe destacar que en las elecciones de 2019 las candidaturas opositoras al MAS o eran ilustres desconocidos o reciclados sin crédito o improvisados de último momento o personajes pintorescos; en ese vacío de postulantes serios, Carlos Mesa se constituyó en el único capaz de concentrar la mayor cantidad de voto antimasista. Este escenario, propicio para CC, se modificó considerablemente en las elecciones del presente año, en este proceso electoral emergieron dos candidatos: Fernando Camacho y Jeanine Añez. El primero, dirigente cívico de Santa Cruz, se destacó en el conflicto contra el fraude electoral y logró movilizar a gran parte de la ciudadanía hasta lograr la renuncia de Evo Morales; la segunda, senadora de Unidad Demócrata por el departamento del Beni, desde que asumió la presidencia transitoria del país adquirió protagonismo y notoriedad; ambos, por causes distintos, ingresaron a la competencia electoral y alteraron el tablero electoral.
A pesar de los errores cometidos en el prolongado proceso electoral que no los sitúa entre los candidatos con mayor intención de voto, Camacho y Añez, controlan ciertos nichos electorales importantes como las clases medias y la región oriental del país. De manera específica, la fragmentación del voto útil puede constatarse en los siguientes datos: si el 2019 el 36% de apoyo se concentró en CC, hoy esa preferencia electoral se halla más o menos fraccionada entre Mesa (17,1%), Añez (10,4%) y Camacho (6,9%) (ATB Digital, 6-9-20). Esto confirma que, como el MAS dejó de ser una amenaza, el electorado no tiene la intención de centralizar su voto en Comunidad Ciudadana y, más bien, parece inclinada a apoyar a los candidatos de su preferencia.
En relación al segundo componente, debe señalarse que el 2019 Comunidad Ciudadana, amparada en una pequeña organización política y carente de estructura organizativa nacional, tuvo el mérito de aglutinar a la mayor cantidad de fuerzas políticas (SOL.Bo en La Paz, Todos en Tarija, Bolivia Somos Todos en Chuquisaca y diversidad de plataformas ciudadanas) y lograr apoyo de otras (UN, de Samuel Doria Medina, Agrupación Fuerza Kochala, etc.). Hoy, Carlos Mesa no tuvo la virtud de preservar a sus aliados y casi todos le abandonaron: unos se sumaron a Juntos, de Jeanine Añez, y otros a Creemos, de Fernando Camacho. Esto explica la posible dispersión del voto en las próximas elecciones.
A manera de corolario, debemos resaltar que en este escenario de flexibilidad del voto útil, la concentración del voto no es una necesidad e insistir en el voto útil implica padecer de sordera y ceguera políticas. En la recta final del proceso electoral, los candidatos deberán ser muy inteligentes para atraer el apoyo de los indecisos, ellos deben saber que: demasiada prudencia impide conquistar votos y demasiada osadía hace perder votos.
Eduardo Leaño Román es sociólogo y docente universitario.