Dos consejos básicos:
1. Nunca conviertas a tu mentor en enemigo, menos en tiempo electoral.
2. Nunca desafíes a alguien con más sombra social que vos, y menos si militó, en algún momento, en tu mismo bando.
A Andrónico Rodríguez y Mariana Prado nadie les dio estos dos consejos. Las consecuencias ya se ven en las encuestas: en menos de un mes, los candidatos de la nueva versión del masismo cayeron más de seis puntos en intención de voto. No lo digo yo, lo dicen las encuestas.
¿Qué explica la caída, además del contexto económico y político que los tritura?
Primero: Andrónico
El candidato presidencial desobedeció a Evo Morales, su mentor, quien le ordenó no postularse. Peor aún: cambió a su maestro por alguien devaluado políticamente, Álvaro García. Imperdonable. Hoy, Morales hace campaña contra su pupilo. Pide no votar por él.
En política, la imagen pesa más que las palabras. La gente no vota por una cara, sino por lo que esa cara representa. Y para el núcleo evista, Rodríguez hoy representa la traición. Imposible que lo apoyen.
Rodríguez creyó que podía volar sin Evo. Evo le quitó las alas que le había prestado, y quedó claro: ni siquiera sabe aletear.
Peor aún: Morales conoce sus debilidades, sus miedos, sus traumas y sus complejos. Además, tiene algo que Andrónico no tiene: base social. En el voto duro rural-masista, el único rostro que cuenta es el de Evo.
¿Quiénes apoyan a Rodríguez, entonces? Una parte de los oportunistas que vivieron a la sombra de Morales. Esa élite que lo veneraba cuando tenía poder, que callaba todo lo que hoy le grita porque él era la fuente de sus ingresos. Ese sector creyó que el voto de la clase media emergente bastaba para ganar en primera vuelta. Ahora, hasta la segunda vuelta se va alejando, y la desesperación va asomando.
Esa élite parasitaria pensó que la juventud de Rodríguez seduciría a la clase media tradicional. Pero cuando abrió la boca, los posibles votantes se quedaron mudos. Es más, se dieron cuenta de que, si bien Evo habla mal el castellano, al menos se le entiende. Rodríguez lo habla bien, pero no se le entiende. Confunde el preso político con el político preso. Al hombre pobre con el pobre hombre. Quizá es porque está transitando de muerto político a político muerto.
Al politólogo no le presentaron, ni en las aulas universitarias ni en su vida, a Aristóteles, ni siquiera a Georgias. Por eso no sabe que el orden de las palabras altera el significado. Y quien no administra bien sus palabras, no sabe bien lo que piensa.
Segundo: Mariana
La candidata a la Vicepresidencia decidió enfrentarse con la mujer de mayor incidencia simbólica en la actualidad: María Galindo. Subestimó su poder para gestionar emociones y crear visualizaciones. Puede que su estilo no guste a todos, pero a muchos les encanta porque funciona como catarsis social. María dice lo que otros y otras quisieran gritar. Y eso conecta.
El entorno de Prado creyó que a Galindo nadie la escucha. Error. En campaña política hay que salir de la propia cabeza y entrar en la del electorado. Galindo circula por redes, por la calle, por el inconsciente colectivo. Para muchas mujeres, es su heroína. Prado no tiene ese tamaño simbólico.
La élite del masismo calculó que Mariana iba a conquistar el voto de la clase media tradicional urbana. Fracasó. Su propia clase la rechaza: la ven como cómplice del político que abusó de niñas, como parte del grupo que pervirtió el sistema de valores democráticos y culturales del país. La ven como corresponsable del desastre económico.
Galindo, en cambio, ha hecho justicia en múltiples formas: consiguió pensiones para madres, defendió a mujeres violentadas, visibilizó la burocracia estatal, denunció abusos de poder. ¿Qué hizo Prado? Pedir no tocar a Evo, imputado por el delito de “trata de personas agravado” y con orden de aprehensión. Entonces, ¿quién crees que tiene más incidencia emocional?
En elecciones mandan las emociones. Por ahora, entre el electorado del populismo de izquierda, la bronca penetró al interior del voto identitario y lo está destruyendo.
Evo y María tienen algo en común: son antiderechistas. Por tanto, uno pensaría que apoyarían a los candidatos del “renovado masismo”. Pero no. Ambos convocan a no votar por ellos.
La vieja regla dice: el enemigo de mi enemigo es mi amigo temporal. Por eso, el electorado opositor comparte los mensajes de Evo y María con entusiasmo, pero sin darle “like”.
Morales no quiere que gane Andrónico. La oposición tampoco. Galindo no quiere que gane Prado. La oposición tampoco. Si los candidatos de la oposición son inteligentes, aprovecharán los misiles de sus adversarios contra sus adversarios para afinar la puntería en dirección al voto posible.
Un último consejo:
Si eres joven y te crees competente, pero no fuiste capaz de prever que el mismo que te dio tu vida política puede destruirla… estás jodido.
Andrés Gómez es periodista y abogado.