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Tinku Verbal | 17/08/2025

2025: el año en que retornó el cambio

Andrés Gómez V.
Andrés Gómez V.

La noche del 18 de diciembre de 2005, Bolivia cambió de rumbo. Un dirigente sindical, más conocido por bloquear carreteras y defender la coca ilegal, ganaba la presidencia con el 54%. No importaron sus huellas de comportamiento autoritarias ni su rechazo a la democracia liberal: medio país votó contra los “neoliberales vendepatrias” y le entregó el poder.

19 años y siete meses después, los mismos derrotados de entonces –Jorge Quiroga (28%) y Samuel Doria Medina (7%) –vuelven al escenario. Y, según las encuestas, este domingo 17 de agosto podrían lograr su pase a segunda vuelta. El círculo parece cerrarse, salvo que haya una sorpresa electoral con un tercer actor, tal y como corre la opinión en otra esfera pública.

Por primera vez en cinco elecciones, el masismo apenas alcanza entre 10 y 12% de intención de voto. El ciclo de hegemonía se desmorona: las divisiones internas dinamitaron su voto duro (25–30%), la corrupción alejó a las clases medias urbanas y la crisis económica quebró la confianza de los sectores populares emergentes.

El MAS aún apuesta a una movida desesperada: obligar a funcionarios a votar por Eduardo del Castillo y arrastrar a familiares bajo amenaza de despido. Denuncias recogidas hablan de miles de trabajadores obligados a reclutar cinco votos más. Esa aritmética podría torcer en algo el resultado… pero también desnuda la naturaleza del régimen.

Si el MAS no llega a segunda vuelta, se cerrará el ciclo inaugurado por Evo Morales y se abrirá un vacío. No olvides que por dos décadas canalizó la voz de los sectores populares. Nadie está listo para ocupar ese espacio. Lo que viene no será un nuevo proyecto estructural, sino un tránsito frágil hacia una correlación distinta de fuerzas.

Los electores de hoy, igual que en 2005, votan más en contra que a favor. No por convicción ideológica, sino por pragmatismo. Buscan orden y estabilidad económica, no utopías colectivas. El último que prometió eso los decepcionó. El voto del domingo será, sobre todo, voto castigo y voto de urgencia.

Por eso, es probable que los bolivianos elijan un gobierno de transición antes que de cambios profundos. Su misión será titánica:

•  Reconstruir reglas mínimas de convivencia política.

•  Reordenar la economía con pocas reservas y mucha deuda.

•  Gobernar una sociedad más urbana, digitalizada y fragmentada.

•  Resolver la crisis energética.

•  Reponer la independencia de las instituciones que garantizan derechos y libertades.

Será inevitable volver a los pactos de gobernabilidad de los 90, esos que fueron anatemizados y enterrados durante todo el periodo del populismo de izquierda. Tucídides decía que la historia se repite por la naturaleza humana y su deseo de poder. Irónicamente, quienes llegaron para acabar con la “democracia pactada” terminan devolviéndonos a ella.

¿Funcionará? Por ahora no lo sabemos. Podría ser aún más frágil que antes por la polarización. Si no se resuelven las causas que abrieron el camino al MAS, ese movimiento –u otra versión populista– puede volver con fuerza en 2030… o antes. Para evitarlo, el gobierno tendría que promover una comunicación concertadora más que polarizadora.

Atención al voto blanco. Puede revelar que una parte del electorado ya no cree ni en el MAS ni en la derecha tradicional. Atención con el voto nulo. Puede comunicar el respaldo al evismo. Para determinar el porcentaje exacto hay que restar entre el 3 y 4% constante de nulos que hubo en las diferentes elecciones.

Hoy Bolivia puede estar cerrando el ciclo del populismo de izquierda como fuerza dominante. Lo que se abre es un periodo de transición donde la derecha tendrá que demostrar si sabe gobernar sin repetir los vicios que criticó. Y sin reproducir los abusos de poder que algunos de sus actores sufrieron.

El 2025 puede ser recordado como el año en que los bolivianos dieron una segunda oportunidad a la democracia pactada… o el año en que volvió la inestabilidad.

Andrés Gómez es periodista y abogado.



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