Los rasgos de la personalidad de Evo Morales son su narcisismo, su egocentrismo, su autoritarismo, su deseo de control del poder absoluto y su intolerancia a la crítica.
Durante 14 años de Gobierno, su rutina era intensa y variada, sus múltiples quehaceres se adaptaban a las demandas de su cargo y a su estilo de liderazgo. Aunque resulta difícil describir de manera detallada su actividad diaria, en general pueden destacarse las siguientes: Morales iniciaba su jornada viajando en helicóptero desde su residencia presidencial hasta el nuevo palacio de Gobierno para reunirse con sus asesores y ministros, discutir la agenda del día y recibir informes sobre diversos asuntos; luego viajaba, generalmente en avión o helicóptero, a tres o cuatro lugares del país durante el día, donde hacía algunos anuncios e inauguraba pequeñas obras, todo transmitido siempre por la radio y televisión estatales. Terminaba cada acto bailando por lo general con mujeres jóvenes o jugando un partido de fútbol. Y luego partía al siguiente pueblo. Durante el mes, su agenda podía incluir reuniones con líderes extranjeros y asistencia a eventos oficiales; participar en reuniones con legisladores para coordinar propuestas legislativas; viajar al exterior; y concurrir a actividades de su partido y eventos relacionados con los movimientos sociales.
Obviamente, aquellos múltiples quehaceres y esa personalidad para ejercer el Gobierno cambiaron notablemente para Evo Morales después de su dimisión en noviembre de 2019. Casi todos lo abandonaron y a pocos les importaba lo que hacía o dejaba de hacer, es decir, dejó de ser el centro de atención en Bolivia hasta la victoria electoral del MAS el 2020 y su regreso del exilio. Otra vez en el país, empezó a trabajar en su candidatura para las elecciones del 2025, pero no sospechó que el Presidente, Luis Arce, y el vicepresidente, David Choquehuanca, tendrían las aspiraciones de volver a postular y con buenas posibilidades. Según una última encuesta Arce tiene una intención de voto del 21%, y, el respaldo a favor de Morales es del 11% (Brújula Digital, 14|11|23). Aquel desencuentro generó una pugna de intereses entre evistas y arcistas que, en el caso de Morales, no se trata de angurria de poder sino de un tremendo miedo a la soledad.
Algunos rasgos de aquel temor son, por ejemplo, el miedo a la pérdida de control, el temor a la irrelevancia y expectativas de la presión social.
Miedo a la pérdida de control. Es cierto, el poder le ha proporcionado a Evo Morales una sensación de seguridad y dominio sobre un sinfín de situaciones; al parecer, la actitud y el empeño de Morales por retornar al gobierno es producto del temor a perder definitivamente aquel control sobre su entorno político, social y económico. Ilustra este temor, por ejemplo, cuando en un acto en la población indígena de La Tapera (Warnes) dijo lo siguiente: “Ahora hay que cuidarse de Lucho Arce; quienes puedan, cuídense de Lucho (Arce) por favor. A los dirigentes honestos: hay que cuidarse, no hay otro camino. ¿Qué pretenderán?, estarán haciendo esto para amedrentar, para hacer algún montaje, eso es evidente”. (La Razón,18|06|23). Estas declaraciones son producto de la pérdida de poder y, sin duda, reflejan temor a las acciones y represiones que podría asumir el gobierno en contra de los evistas; así, muy pocos están dispuestos a seguir las órdenes del “Jefazo”, eso se refleja en las fracasadas convocatorias de movilización.
Temor a la irrelevancia. Otra de las probables razones que motivan a Morales a enfrascarse en la búsqueda de poder es el temor a ser marginado de la esfera política, temor a perder influencia en la toma de decisiones. Un ejemplo de este temor son la serie de sugerencias realizadas por Evo Morales a Luis Arce a fin de que su opinión sea considerada y él no sea excluido del escenario político. En su papel de líder del MAS, redactó una carta al presidente Luis Arce en la que presenta 12 recomendaciones para su gestión y la administración del Gobierno. Entre estas sugerencias se encuentran: priorizar la atención a las demandas ciudadanas relacionadas con la economía y la crisis del agua, detener las transacciones familiares relacionadas con el litio y otros asuntos de relevancia nacional, suspender su campaña política que genera división contra el MAS, recuperar los principios del ama qhella, ama llulla, ama sua, luchar contra la corrupción y mejorar la composición del gabinete incluyendo mujeres y hombres comprometidos. (Correo del Sur|24|10|23). Evidentemente, aunque estas recomendaciones fueron ignoradas por el Gobierno, Evo las hizo para no perder vigencia política.
Expectativas de la presión social. Evo Morales, fuera del poder, es presionado para cumplir con las expectativas de la sociedad, sus seguidores o su partido político, es decir, el miedo a decepcionar a estos grupos y perder su apoyo se ha constituido en un motivador que le impulsa buscar y recuperar el poder. Una situación que evidencia esta influencia social se dio cuando el expresidente anunció su intención de postularse a la presidencia para las elecciones de 2025. En esa oportunidad, expresó: “Hemos decidido aceptar los pedidos de nuestra militancia y de tantas hermanas y hermanos (...) para ser candidato a la presidencia de nuestra querida Bolivia”. (Fides|24|09|23). Aquí, el temor a la presión social es el combustible que le impulsa a actuar con ahínco en su intento por retornar al gobierno y aceptar la candidatura.
Este cúmulo de miedos es el laberinto en el que deambula, cada vez más solitario, el extraviado caudillo escapista.
Eduardo Leaño es sociólogo.