Estas últimas semanas Evo Morales ha puesto al país de cabeza, su espacio de influencia tiene una ubicación ideal, se bloquea el Chapare y zonas aledañas y se interrumpe la comunicación entre las tres más importantes ciudades de Bolivia. Esto causa enormes incomodidades y termina siendo muy oneroso para toda la ciudadanía.
Entre los pedidos que hacen quienes bloquean el país está que se anule el juicio que se le ha iniciado por estupro y eso pone en evidencia lo espurio de las motivaciones para esta acción.
Cuando se violenta la democracia, cuando esta deja de serlo, como sucedió en el último período del gobierno de Evo Morales, se puede entender, y solo hasta cierto punto, una acción que va contra una de las libertades más elementales de un ciudadano, la cual es poder movilizarse por el territorio nacional.
Evo está dispuesto a todo con tal de volver a la presidencia y cree, erradamente o no, que si se presenta en las elecciones en 2025, las ganará.
Ahora bien, en las últimas semanas se ha presentado una campaña tratando de mostrar a Morales como un violador de niñas, como un pederasta; mucha gente, en redes y en artículos “serios”, confunde los términos “pederastía” y “pedofilia”, que son dos cosas diferentes (la primera es la violencia sexual contra niños o niñas, la segunda, el sentir deseo sexual con ellos).
Quiero aclarar que no hay ninguna denuncia que haga pensar que Morales sea un pederasta, vale decir alguien que atacó sexualmente a un niño o a una niña. Hay más bien documentación e información probada (que Morales nunca ha desmentido), que tuvo relaciones sexuales con mujeres menores de edad, lo cual es otro delito, estupro, que tiene pena de cárcel. Pero es importante llamar las cosas por su nombre.
Si se llama pederasta a Morales se está cometiendo una injusticia, se le está acusando de un delito que no cometió. Una acusación falsa ¿es aceptable porque es hecha contra el adversario político? ¿Y la rechazamos cuando se dirige a nuestro aliado? Incluso podría implicar para él una coartada.
El gobierno del MAS es un conglomerado de imposturas y medias verdades, de engaños y falacias, aparte de haber sido un gran despilfarrador y de haber apañado muchos negociados a partir de compras directas. Pero ¿se lo puede combatir con más mentiras, con falsas acusaciones?
Morales debe ser enjuiciado por estupro y quienes ayudaron a Morales a realizar estos detestables actos también merecen un castigo, y no me refiero a los padres de la joven que dio a luz un hijo del caudillo cuando tenía solo 16 años, ellos también son víctimas. Me refiero al entramado de personas poderosas durante el gobierno de Evo que permitieron esa situación absolutamente ilegal. Aclaremos, un presidente no puede desaparecer de la vista de sus asistentes y cometer actos sin que nadie se entere; por los protocolos de seguridad, eso simplemente no sucede.
Lo que tiene que espantarnos es la degradación moral a partir del caudillismo masista que hizo que todos callaran, que todos, todas y “todes” miraran hacia otro lado porque la canallada la estaba cometiendo su líder máximo.
Morales es un experto en victimizarse y no se le puede echar la culpa por ello, hasta ahora esa táctica le ha resultado muy bien. En este caso, al culparlo mediáticamente de un delito que no cometió, se le da en realidad una oportunidad, y esta vez con motivo, para mostrarse en calidad de víctima.
Evo Morales es una desgracia para este país, no tiene la talla moral o humana para ser un líder, su liderazgo esta fundado en la prepotencia, en la capacidad que tenia de bloquear el país porque la región cocalera está justo en el centro del país; además, el poder lo ha corrompido completamente: no era una maravilla de persona cuando subió a la presidencia, pero ciertamente no era alguien tan penoso como lo es ahora.
¿Estamos viviendo sus últimas horas como político? Solo el viento sabe la respuesta.
@brjula.digital.bo