Para conocer a una persona hay que dejarla
caminar un trecho para saber de qué lado cojea. Esta frase me la dijo una amiga
argentina hace un par de años. Muy cierto y muy sabio el dicho, no sólo
respecto a las personas, sino a las autoridades y a los gobiernos. En principio
están las palabras, las promesas, es decir, la poesía; luego vienen los hechos,
las conductas, o la prosa de la vida. Sólo entonces llegamos a saber de qué
están hechos personas y gobiernos. Lograr entrever su verdadera identidad.
La poesía
Luis García (LG) en su artículo “Estado Plurinacional: avances y dilemas” (suplemento Péndulo Político, Correo del Sur, 28/1/2024), recurriendo a Fernando Mayorga, habla de una “construcción minimalista del Estado Plurinacional”, de ampliación limitada de la democracia y experimentación simbólica del “Vivir Bien” (dejo a Borges y su Biblioteca de Babel el esclarecimiento de esta paradoja, donde el “Vivir Bien” sólo tuvo y tiene una experimentación simbólica).
Sigamos adelante.
“El Estado Plurinacional se concentró en empoderar su potencia como principal factor del poder político: buscó ser fuerte y centralizado, esto es, con presencia en todo el territorio nacional y principal motor del desarrollo económico y de redistribución de la riqueza”, anota LG.
Tomemos muy en cuenta y muy en serio eso de “se concentró en empoderar su potencia”. Lo siguiente: “el ‘Vivir Bien’ que inicialmente se pensó y difundió como una alternativa civilizatoria al capitalismo fue y es aún una idea por venir” (si hoy y aquí, en largos 15 años no aterrizó en políticas públicas, ¿realmente le interesa al MAS su concreción más allá del eslogan?). “La idea de la democracia intercultural que emergió como sistema de gobierno del Estado Plurinacional, es una puerta de acceso a la reinvención y ampliación democrática”.
Lo pudo ser, pero no lo fue. Otra palabra vacía. La democracia comunitaria, “su tratamiento tanto discursivo como de asimilación colectiva todavía sigue siendo marginal y no propio del imaginario general de la democracia, ni enteramente compatible con la noción de ´ciudadanía cívica´ de la democracia representativa” (cierto, muy cierto, en realidad, al MAS no le interesa democracia alguna, sólo enfilar como furgones a su cola a los pueblos indígenas y tutti quanti). ¿Las clases medias emergentes? Una masa social, anómica y funcional a los dictámenes y favoritismos del Gobierno. No subieron por mérito propia, sino en demérito del bien común (cooperativistas, interculturales, bartolinas, funcionarios públicos, suman y siguen).
O sea, el MAS es el gato por liebre más plurifenomenal que se haya conocido en nuestra historia.
La prosa
El Estado Plurinacional fue la poesía para dar paso a un Estado autoritario (esa es su real “potencia”). Un velo para cegar los ojos de los bolivianos. En términos que le son afines, es la “falsa conciencia” de la revolución democrática y cultural del MAS. O, en un término que le sería más propio y les calza como la zapatilla de vidrio a Blancanieves, aunque en este caso se trate de la madre malvada: hipocresía.
Todo sabe a hipocresía.
La fachada que se proyecta en cada discurso y en cada anuncio publicitario, una y otra vez como un sonsonete, suena a una fraseología vacía y cínica. El MAS en el poder estuvo y está oxidado moralmente: todo lo que dicen está en entredicho, los eslóganes se vuelcan contra los hechos, entran en contradicción con el gobierno, y sus santas palabras saben a disfraz engañoso, porque debajo de sus túnicas se ocultan las ambiciones y los intereses más mezquinos –los purificadores terminaron siendo los nuevos infectados urgidos a su vez de nuevos purificadores–. Han pactado con el demonio y el precio está resultado tejer sociedades que se parecen al bosque lóbrego de Hobbes: lobos, dentelladas, miedo, procesos kafkianos, bloqueos y represión.
Si limpiamos el lenguaje y colocamos las palabras justas, sin subterfugios. Tenemos lo siguiente: ¿Estado Plurinacional? El camino más corto para instaurar el despotismo y desportillar con fiereza y calculado afán la democracia liberal. ¿“Vivir Bien”? El estado de vida permanente del gobierno y la dirigencia masista, para los demás, el malvivir (de ahí que muchos “evistas” hoy sean “arcistas”, en realidad no lo son, una vez que subieron al árbol del poder, prefieren cambiar de rama, pero jamás bajar del árbol).
Hoy, con los gobiernos del MAS, estamos absolutamente ciertos en que por dar un paso adelante, acabamos dando dos pasos atrás. No hay nada “en construcción” ni que esté “por venir” de algún paraíso perdido. Estamos nuevamente al inicio de la colina, con la roca encima nuestro. Esperemos como Sísifo tener el aliento suficiente para iniciar nuevamente el ascenso después de este plurirretroceso. ¿Celebración? Salvo que estemos descerebrados.
César Rojas es comunicador social y sociólogo.