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Posición Adelantada | 13/07/2020

Escribir deseos en un papel

Antonio Saravia
Antonio Saravia

Los hospitales públicos colapsan y no tienen la capacidad de ofrecer un servicio apropiado. La gente recurre a las clínicas privadas que todavía tienen espacio, pero los precios asustan casi tanto como el virus. En el sector inmobiliario, los inquilinos sufren porque han perdido su trabajo o reducido su ingreso y les cuesta pagar los alquileres. Los empresarios están en figurillas porque no venden, no pueden pagarles a sus trabajadores y tienen que despedirlos. La economía se hunde y el barco tiene huecos por donde se mire.

¿Cómo se enfrenta esta catástrofe? Es complicadísimo. El proceso productivo está estrangulado y los economistas se parten la cabeza tratando de encontrar soluciones. Pero claro, nosotros somos más prácticos. ¿Para qué complicarnos con modelos y datos? La solución criolla es muy sencilla. ¡Pretendamos que el barco no tiene huecos y ya está! Cerremos los ojos e imaginemos que no hay problemas. En una de esas, de tanto imaginarlo, transformamos los deseos en realidad. Como lo lee. No estoy exagerando. Eso es exactamente lo que nuestros políticos proponen.

¿Qué las clínicas privadas son caras? Pues nada, pasamos una ley que regule los precios para que estas sean más baratas. Problema solucionado. ¿Qué los inquilinos no pueden pagar los alquileres? Tranquilo. Pasamos una ley que baje los alquileres al 50% del precio original. ¿Qué los empresarios despiden trabajadores o no pueden pagarles? No pasa nada. Armamos otra ley que prohíba los despidos y los empresarios sigan pagando sueldos. Y así, con el mágico recurso de escribir nuestros deseos en un papel solucionamos todos los problemas. Si no nos gustan los precios determinados por el mercado los cambiamos por aquellos que sean de nuestro agrado, los escribimos en una ley, y ya.

Esta enorme falacia es el resultado de no entender que los precios no son un capricho o una maldad sino simples indicadores de la escasez relativa de los bienes. Las clínicas privadas son caras (carísimas) porque hay muy pocas que ofrezcan el cuidado requerido y hay muchísimos pacientes que quieren atenderse en ellas. Los alquileres, por su parte, simplemente reflejan la disponibilidad de viviendas en relación a la gente que quiere alquilarlas. Y los salarios de Bs. 0 (o despidos) reflejan que la demanda por trabajadores cayó bruscamente porque las empresas no pueden generar ingreso. Los precios solo desnudan la realidad. Ignorarla, o tratar de cambiarla escribiendo una ley, como pretenden nuestros políticos, solo empeora la situación.

Imagínese que mañana el gobierno anuncia que por ley las clínicas privadas no pueden cobrar más del 50% de lo que cobran hoy. ¿Qué pasaría? Tendríamos aglomeraciones de gente con plata en mano demandando una cama. ¿Cómo asignamos pocas camas entre tanta gente? Sin poder usar precios, las clínicas tendrían que discriminar de alguna manera a los pacientes (opción espantosa) o se formarían mercados negros en los que el precio subiría a sus niveles originales, pero al margen de la ley. En suma, solo crearíamos ineficiencias. Pero el peor efecto es el de mediano plazo. Cuando se controlan precios se reducen los márgenes de ganancia y se reducen los incentivos a invertir. Si el problema era que teníamos pocas clínicas privadas, ahora tendremos aún menos porque los que pensaban abrir esas empresas no tendrán los incentivos a hacerlo.

Pasa exactamente lo mismo con los alquileres y con las prohibiciones de despido. Una rebaja de alquileres por ley desmotiva a los dueños a habilitar o construir viviendas para alquilar. Eso afecta terriblemente a las familias que buscan casa. Prohibir los despidos y obligar a las empresas a pagar salarios, aunque no generen ingreso, afecta la seguridad jurídica e introduce incertidumbre que solo desmotiva la creación de más empresas y, por supuesto, más puestos de trabajo. Por querer proteger al trabajador terminamos reduciendo sus oportunidades.

Cerrar los ojos a la realidad o escribir una que nos guste más en una ley solo empeora las cosas. Lo que necesitamos es un estricto respeto a los derechos de propiedad y libertad de acción. Cuando la gente pueda actuar y negociar en libertad tendrá los incentivos para arriesgarse, producir, contratar y, ultimadamente, generar riqueza.

Antonio Saravia es PhD en economía.



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