Los jóvenes, que no habían sido atraídos por un proceso electoral en el que se debatían temas ajenos a sus intereses, fueron sacudidos por el desastre ecológico e inauguraron una polémica para la que ninguno de los candidatos parecía estar del todo preparado: Morales, porque aparece como el culpable, Ortiz porque no tuvo pronunciamientos claros y firmes y Mesa porque reaccionó tarde y no consiguió tomar la iniciativa como se esperaba.
La agenda de los nuevos temas se impuso, desgraciadamente, por la vía de un desastre ecológico sin precedentes.
El debate está en las redes, donde los incendios, como lo fue hace un par de años el 21F, se han convertido en factor que despierta y a la vez unifica a quienes habían permanecido ajenos a las elecciones y que ahora podrían inclinarse, más por resignación que por convicción, por una de las alternativas opositoras.
Parece un hecho que Morales perdió votos en Santa Cruz, que se suman a los que le restó en La Paz una destinada estrategia para defenestrar y castigar al alcalde Revilla y a la participación oficial como comparsa en las cuestionadas movilizaciones de los choferes.
Esa resta en las dos ciudades que más aportan al voto nacional, puede ser decisiva, sino para una derrota, al menos para evitar que el presidente gane en primera vuelta y se le haga mucho más difícil conseguir la reelección en un hipotético balotaje.
Los datos de todos los estudios señalan que una segunda vuelta puede ser favorable a Mesa y mucho más ahora que podría haber entrado en juego el “efecto chiquitania”, no sólo como un elemento emocional, porque a medida que pasan los días y fluye la información – datos duros que permiten además construir un discurso técnico y racional de soporte - se observa que hay una multitud de pruebas (leyes, decretos, acuerdos y demás), que permiten identificar, sin dudas, a los culpables.
El MAS, que había conducido la campaña hacia un escenario más aburrido que provocador, más monótono que dinámico, porque de esa manera lograba que nadie se moviera mucho en una fotografía en la que Morales tomaba la delantera, tendrá que bregar ahora - si la oposición lo acorrala, claro - en un espacio de polarización que no entiende ni gana: el del medio ambiente
Si los opositores consiguen que el debate de los próximos dos meses gire en torno a ecologismo versus depredación, entonces la posibilidad de acortar distancias y de llevar las cosas más allá del 20 de octubre será evidente.
Los otros temas, pueden esperar. Esa es la lección que queda, mientras no resultan del todo efectivos los esfuerzos múltiples por controlar los focos de incendio y el gobierno se empecina en no declarar desastre, por temor a quedar como un punto rojo en el radar mundial de los que agravaron los males que agobian al planeta.
A diferencia de otros temas, más políticos que ciudadanos, más impuestos que espontáneos, el de la quema de los bosques es una preocupación que ha comenzado a ser compartida por todos en un momento político decisivo. Ya se verá cuán determinante será su efecto, pero por ahora es un tema que predomina en la agenda pública.
Evo Morales aparece como el gran responsable –lo mismo que algunos sectores del empresariado cruceño– porque su firma figura al pie de las “leyes malditas” –eso decían en otras épocas de la privatización y la capitalización– que han creado condiciones para la desaparición de más de un millón de hectáreas de bosques.
¿Se reflejará el drama y la bronca en un voto castigo? Eso está por verse en una Bolivia que hoy por hoy vive entre incendios y urnas.
Hernán Terrazas es periodista.