La victoria del MAS es el triunfo del
populismo autoritario y etnonacionalista sobre la opción de la democracia y la
modernidad económica y política. Significa que el proceso democrático que
arrancó con la caída de Evo no ha sido capaz de vencer la dura prueba de una
crisis económica y social abrumadora, desencadenada por la pandemia, en medio
de la polarización feroz.
Los grupos que tomaron la representación y conducción de la transición política fracasaron. En lugar de dar expresión política y electoral convergente a esa amplia coalición de sectores sociales, generacionales y territoriales que hizo posible el derrocamiento del MAS, fueron presa del sectarismo, el personalismo, los cálculos mezquinos y la falta de visión estratégica y compromiso con la reconstrucción democrática y un proyecto nacional superador del proyecto masista.
La abrumadora victoria del MAS demuestra que este partido y Evo Morales, como gran caudillo y figura mítica, mantienen un gran arraigo en el campo y en vastos estratos populares y de sectores pobres de las áreas metropolitanas, incluidas las capas medias y adineradas emergentes. Un liderazgo político que, aunque en retroceso, alcanza para ganar cómodamente una elección frente a la fragmentada fuerza adversaria, y favorecido, cómo no, por los yerros de un gobierno transitorio al que la crisis se le fue de control y que no pudo exhibir valores diferentes a la descomposición moral del régimen depuesto.
Los votos a favor del MAS y su candidato Luis Arce, son votos de la nostalgia y la ilusión. Nostalgia por los años de bonanza que le tocó administrar y usufructuar en la etapa previa a la debacle económica. E ilusión en la creencia ingenua de que el MAS puede obrar el milagro de una recuperación rápida, sin dolor ni sacrificios mayores para el pueblo.
El discurso populista y demagógico del MAS ha calado de nuevo en las masas angustiadas y desesperadas que no han dejado de acumular sentimientos de victimización, exclusión y resentimiento, cuando no de revanchismo. Evo y el MAS son producto de esta realidad social y cultural innegable, y sobre la cual levantaron un proyecto de poder sustentado en redes clientelistas, prebendales y la corrupción en gran escala. Y todo ello en una época de vacas gordas, que no ha de volver.
Al contrario, con la recesión en rangos históricos, las finanzas públicas colapsadas y la población apremiando por toda clase de ayudas, resta ver si el MAS podrá gestionar esta crisis, sin desencantar y perder el respaldo de sus bases ni frustrar a otros sectores y grupos económicos. ¿Podrá hacerlo?
Henry Oporto es sociólogo.
@brjula.digital.bo