La más reciente encuesta del Centro
Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG, abril-mayo de 2024), el
brazo de investigación de los países integrantes del Grupo de Puebla, revela
que en Bolivia la mayoría no cree que haya un líder de oposición capaz de
derrotar al MAS y tampoco ve posible una candidatura única.
Dicho de otra manera, según el estudio, de no mediar un evento extraordinario, la continuidad del actual esquema de gobierno en Bolivia estaría casi garantizada.
Saber lo que se dice y se piensa desde el CELAG es importante porque se trata de una organización que produce análisis para el consumo interno del socialismo del siglo XXI y la desorientación externa de sus adversarios.
La encuesta citada, por ejemplo, subraya que el 58% de los encuestados (2.000 personas en total) no ve rival para un candidato del MAS, pero minimiza que el 34% todavía está a la espera de alguien, un aspirante nuevo, que reúna las condiciones que le permitan poder hacer frente al aparato oficial.
Según el mismo estudio, seis de cada 10 consultados opinan que la oposición no logrará unificarse y sólo un tercio confía en esa posibilidad. No se dice mucho sobre el MAS, partido dividido en dos facciones que libran una encarnizada y desgastante pelea a poco más de un año de las elecciones.
Lo que parece insinuar la investigación es que, por ahora, la sociedad boliviana no identifica una opción, ni del lado opositor ni en el frente oficialista.
Obviamente hay un partido, el MAS, que tiene mayor peso y presencia que el resto de las organizaciones políticas, partidos con escasa influencia o agrupaciones con relevancia exclusivamente regional que por lo pronto no ofrecen la perspectiva de un proyecto alternativo, sino que limitan su propuesta al derrocamiento del masismo.
Por eso, la disputa por la sigla es crucial para Luis Arce y Evo Morales, porque ambos saben que ahora lo importante es el vehículo más que el conductor. El partido es el voto más que el candidato, mientras que para la oposición el líder parecería más relevante.
La estrategia del MAS, siguiendo la línea del estudio, podría inclinarse por una suerte de inercia, que conduzca hacia los comicios sin mayores turbulencias, algo improbable en condiciones de una crisis económica que tiende a agravarse.
El partido oficial no puede sustentar ya su campaña en la diferencia o en el cambio, ni aparentemente en el candidato, porque agotó el arsenal de las granadas de fragmentación ideológica que diseminó durante los últimos 18 años y se quedó sin un liderazgo simbólico con fuerza independiente a la de la organización.
Sin agenda de propuestas, al MAS tampoco le queda el recurso de despertar al fantasma del neoliberalismo u otros “espantos”, porque para la nueva generación de votantes no hay más pasado que el propio MAS y la “derecha” es una categoría de significado muy difuso como para ser nuevamente un factor que impulse un voto emocional hacia la “izquierda”.
Bajo esas condiciones, el MAS tiene poco para crecer, más allá de un 30 o 35% del electorado que posiblemente aún lo favorezca. El horizonte opositor podría ser más amplio, pero no encuentra al personaje, ni el discurso. Esto no quiere decir, como sugiere CELAG, que una victoria del MAS sea inevitable, aunque por ahora la inercia esté de su lado y constituya su último blindaje.
Hernán Terrazas es periodista.