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19/04/2021
Posición Adelantada

El salario mínimo debe ser Bs. 0

Antonio Saravia
Antonio Saravia

Se acerca el primero de mayo y en varios países la tradición dicta que el gobierno promulgue ese día un incremento al salario mínimo nacional honrando las celebraciones. A mayor poder político de los sindicatos, mayores las probabilidades de que el incremento supere la tasa de inflación anual. En nuestro país, la COB y el gobierno del MAS viven un romance más o menos estable así que los trabajadores probablemente obtengan algo muy parecido a lo que piden (un incremento de 5% a pesar de que la inflación no supera el 1%).

 

Trabajadores y gobierno festejaran el día y se pronunciaran fervientes discursos a favor del “proletariado” nacional. El día del trabajo tiene un poder casi hipnótico. COB y gobierno se olvidan de la realidad, o pretenden al menos olvidarla, y festejan contentos que las aspiraciones salariales de los trabajadores se hayan plasmado en una ley. El primero de mayo se festeja la “conquista social” y se le saca lustre al rostro del Che que decora los cascos de los dirigentes cobistas.

 

Pero la realidad es que trabajadores y gobierno festejan una fantasía. El salario mínimo y sus incrementos son regalos tan buenos como un Caballo de Troya. Créame, el salario mínimo es lo peor que le puede pasar a los trabajadores (sobre todo a los jóvenes que empiezan a insertarse en el mercado laboral). La dura realidad (las leyes de oferta y demanda) no perdona por más lindos y revolucionarios que hayan sido los discursos. Piénselo, ¿qué pasa si hacemos las manzanas más caras por decreto? Simple. La gente comprará menos manzanas. Pues exactamente lo mismo en el mercado laboral. Si hacemos a los trabajadores más caros por decreto, las empresas contratarán menos trabajadores. En otras palabras, el salario mínimo crea desempleo, y mientras más alto sea el primero mayor será el segundo. Pero claro, ni la COB ni el gobierno están interesados en mirar la realidad mientras dure el festejo o incluso cuando llegue el chaqui.

 

El desempleo es uno de los efectos más perversos del salario mínimo, pero no es el único. ¿Cómo elige usted a que casera comprarle manzanas? Asumiendo que las manzanas son iguales, usted elegirá a la que ofrezca el precio menor. No le importará como apellida la casera o el color de su piel. Un precio menor hace todo eso irrelevante. Lo mismo en el mercado laboral. ¿Cómo decide una empresa que trabajador contratar entre un grupo de solicitantes con productividades similares? Pues contratará a aquel que esté dispuesto a trabajar por un salario menor. Eso le permitirá a la empresa maximizar sus beneficios. Pero si existe un salario mínimo que impide y hace ilegales las contrataciones por un salario menor, entonces la empresa tendrá que recurrir a otras prácticas para hacer su elección. Podría echarlo a la suerte, pero lo más seguro es que recurra a algún tipo de prejuicio. El salario mínimo genera incentivos para que las empresas discriminen a la hora de contratar y ahí los apellidos, la muñeca o el color de piel importan.

 

Otro efecto perverso es, por supuesto, la conversión de trabajadores y empresas formales a la informalidad. Si las empresas tienen que pagar más en el ámbito formal, pues entonces tendrán incentivos a contratar ilegal o informalmente. Esta conversión no solo beneficia a las empresas sino también a los trabajadores que no hubieran podido conseguir un trabajo formal por culpa de esta regulación. Como muestra Beatriz Muriel en su columna en Página Siete del primero de abril, “el doble aguinaldo implementado el 2013 ocasionó que el porcentaje de la población ocupada favorecida con este bono disminuya de 19,4% en 2013 a 14,9% en 2014.” Es decir, una buena parte de los trabajadores formales se esfumó y probablemente pasó a la informalidad cuando el doble aguinaldo subió su salario por decreto. Pero, aunque la informalidad permite a empresas y trabajadores evitar la regulación, es solo un second best. Por naturaleza el mundo informal es precario y no dispone de mecanismos tradicionales que protejan derechos de propiedad e inversiones grandes que al final del día generen más y mejores empleos.

 

No crea que todas estas consecuencias negativas son ingenuas o no intencionales. El salario mínimo es una política diseñada explícitamente para crear desempleo. Veamos la historia. La primera ley que impuso un salario mínimo en Estados Unidos data de finales del siglo 19 cuando se incluyó en una serie de regulaciones para la industria de ferrocarriles. En esa época, y sobre todo en el sur del país, los trabajadores negros o afroamericanos constituían alrededor del 90% de los fogoneros, 27% de los guardafrenos y 12% de los cambiadores o guardagujas. En un contexto racista, estos trabajadores obtenían esos puestos porque cobraban menos que los trabajadores blancos. El sindicato de estos últimos exigió entonces regulaciones que prohíban la contratación de afroamericanos y el gobierno impuso un salario mínimo para todas las razas. Con esta regulación las empresas ya no podían ahorrar contratando afroamericanos y dejaron de hacerlo. El salario mínimo fue promulgado para prevenir la contratación de un grupo de la población y cumplió fielmente su objetivo.

 

Tampoco crea que esto es propaganda “neoliberal.” El consenso entre economistas sobre los efectos perversos del salario mínimo es robusto. El 2015 el Economic Policy Institute de Estados Unidos realizó una encuesta entre cientos de prominentes economistas alrededor del mundo y encontró que el 76% de ellos creía que aumentos al salario mínimo en ese país reduciría el número de trabajos disponibles. Este año, David Neumark, un economista de UC Irvine y coautores realizaron un repaso de 30 años de investigación académica sobre el salario mínimo y encontraron que un 80% de los estudios concluían que incrementos al salario mínimo causan desempleo. El Congressional Budget Office en Estados Unidos estimó que la famosa propuesta del presidente Biden de incrementar el salario mínimo eliminaría 1,4 millones de trabajos para el 2025.

 

Esta es la realidad y estas son las terribles consecuencias de los regalitos que consigue la COB el primero de mayo. Si los proletarios del mundo no solo se unieran, como sugerían Marx y Engels, sino también abrieran los ojos a sus propios intereses, deberían pedir a voz en cuello un salario mínimo de Bs. 0.

 

Antonio Saravia es PhD en economía (Twitter: @tufisaravia).

 



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