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Articulista Invitado | 08/08/2023

El rol del Estado boliviano hacia el Bicentenario

Joshua Bellott Sáenz
Joshua Bellott Sáenz

Han transcurrido 198 años de vida independiente de la Colonia española y del nacimiento de la República de Bolivia, abrazando en el transcurso de todos estos años ideas de libertad, igualdad, democracia, república y nación.

Los primeros años de la República tuvimos que luchar por nuestro territorio, porque la esencia de la libertad viene asociada a la propiedad, a un lugar donde podamos libremente realizar nuestras actividades sociales y económicas. El territorio permite construir nuestra propia autodeterminación, pero por la complejidad y diversidad de nuestro territorio no sabíamos siquiera quiénes éramos los “bolivianos”. La propiedad de un territorio, sin saber siquiera quienes tenemos derecho a beneficiarnos de él, es sólo una quimera. El proceso estaba incompleto.

En el transcurso de nuestra historia, los ciudadanos pasamos de esclavos a pongos, a dueños de la tierra sin poder producirla y en los últimos años, volvieron a quitar la tierra a nuestros campesinos, bajo el discurso del “comunitarismo” ancestral (TCO). Asimismo, una constante a lo largo de esta historia fue que las entidades cuyo objetivo es intermediar las demandas de bienes y servicios de manera indirecta (producir para otros y no para su propio consumo), estuvieron siempre en muy pocas manos (de extranjeros o de ciudadanos “acomodados”) y bajo el control político de pequeñas oligarquías.

Otra característica importante de nuestra organización estatal a lo largo de la historia, especialmente desde la Revolución del 52, fue el creciente poder de un grupo de privilegiados que detentan el poder (nuestros gobernantes), que controlan la vida de los ciudadanos, las regiones y las instituciones con la capacidad no sólo de limitar las libertades económicas y de generación de riqueza, sino, además, de utilizar y aprovechar el mandato del pueblo para la reproducción del poder a costa de todos los ciudadanos, privilegiando sus propios intereses y bolsillos.

Por eso el Estado se convirtió en un botín preciado y la libertad y la democracia quedó sólo en el discurso.

En la última etapa, y contrario a lo que se pensaba, el gobierno de los pobres, los excluidos y los indígenas, aprovechando la ingente cantidad de recursos generados por la exportación de gas, despilfarró y mal invirtió los recursos privilegiando el crecimiento de la burocracia estatal que ya había fracasado en el pasado. En la actualidad vivimos un momento de alta incertidumbre y desesperanza, con un elevado riesgo de desestabilización de la economía, sin dólares, sin gas, ni hidrocarburos y sin posibilidades de crear valor y riqueza.

A dos años de cumplir nuestro bicentenario, debemos preguntarnos si somos realmente libres.

Para contestar a estas preguntas aclaramos que, en tiempos modernos, la libertad sólo puede pensarse dentro del contexto de una organización social llamada Estado, que la libertad significa ausencia de coerción, y que, a lo largo de nuestra historia, el Estado no sólo tuvo poder sobre el territorio (por la definición del mismo), sino también un excesivo poder sobre nuestras vidas (coacción). Mencionamos algunos acuerdos mínimos en torno al rol del Estado en nuestras vidas. 

Un Estado no puede ser construido en base al racismo, exclusión y diferenciación entre bolivianos. Este proceso social y económico de “favoritismos”, implica menos “libertad”. El Estado no puede privilegiar a unos a costa de otros, cuando se supone que todos somos iguales ante la ley.

Por otro lado, ideólogos del MAS critican el Estado mínimo propuesto por los “liberales”. Pero, no nos dicen que en Bolivia lo gigantesco del Presupuesto del Estado respecto al PIB (más de 80%), confisca la riqueza. La política debe estar separada de lo económico.

Debemos reducir el Estado, allá donde el administrador del “poder” pueda utilizar el mismo para extorsionar y coaccionar al ciudadano. La organización estatal debe estar únicamente al “servicio” del ciudadano, sin ninguna preferencia racial, de género, regional o de “compadrerío”. Por lo tanto, muchos de los servicios estatales deberían ser terciarizados a privados. Esta medida elevaría la eficiencia en la administración, eliminaría la corrupción y evitaría las malas decisiones que priorizan las “coimas” o los “afectos” políticos, culturales y raciales.

El Estado no puede ser un agente productor en la economía. Hay varias razones. Primero, porque no es un verdadero agente económico. A diferencia de las familias y los individuos, el Estado no “crea valor”, debe quitarle a alguien (el dinero) para invertir y por el eso le puede dar cualquier uso. Segundo, las inversiones del Estado regularmente sufren de asimetrías de información, no saben y no pueden priorizar adecuadamente inversiones que solucionen los problemas de la gente, porque las desconocen. Tercero, el Estado es un competidor desleal de la producción privada. Dado que puede mantener empresas a pérdida, subsidiar costos e incluso acomodar productos a través de “convenios” políticos, en los hechos limita la libertad económica de los verdaderos agentes en una economía. El poder político promueve “favoritismos” a ciertos sectores y crea concentración de riqueza en pocas manos.

La economía de un país no puede depender de la inversión estatal, hay también varias razones para esto. Primero, como nos demuestra la historia, el Estado se dedica a producir materias primas (extractivismo) que depende de precios internacionales. Segundo, el Estado ha depredado los recursos naturales, algo que ocurrió con casi todos los recursos naturales en nuestra historia. El gas es el último ejemplo desastroso (no tenemos gas). Tercero, la extracción de recursos naturales genera sólo rentas y no valor agregado. Esto quiere decir que si transformaríamos la materia prima tendríamos muchas más ganancias y generación de riqueza. La idea de la industrialización es que millones de bolivianos intervengan en este proceso (inversión privada), para que las ganancias vayan de manera directa a millones de. Si sólo el Estado produce estos recursos “estratégicos” y encima lo hace mal, resulta que no distribuye riqueza, sino solamente pobreza o migajas.

Por esto, una de las tareas pendientes desde la fundación de la República, es devolver a los ciudadanos su capacidad de producir valor y riqueza, capacidad que ha sido secuestrada, por los españoles, por el “imperio” y los extranjeros, por pequeñas logias de millonarios, por políticos que detentan el poder y otros. El poder de coacción, ya sea en manos de un monarca, un dictador, una oligarquía, o una mayoría o minoría momentánea y privilegiada, es la amenaza fundamental para la creación de riqueza.

Entonces hay algunas características que se deben cumplir para generar riqueza.  Un Estado facilitador implica, eliminar el control de la autoridad política en la organización de la actividad económica. Sólo el mercado puede eliminar esta fuente de poder coercitivo. El mercado, protege a los consumidores y productores porque promueve las relaciones impersonales (sin importar, la raza o la adhesión política), y esto, asegura el intercambio voluntario, coordinado y beneficioso entre agentes sin coacción, que es el contexto en el cual asegura la cooperación voluntaria entre individuos (división y especialización del trabajo), de acuerdo a las necesidades reales de la población. 

El Estado debe establecer las “reglas de juego”, debe ser un árbitro que interpreta y hace cumplir las reglas, los contratos y los convenios, el mantenimiento de la ley y el orden, para prevenir la coacción física de un individuo a otro, por eso no debe participar directamente como un “tercer interesado”; por eso, el Estado, debe facilitar la vida de los ciudadanos y debe respetar su riqueza de los mismos.

Por último, un modelo político y económico debe asegurar y promover la riqueza en manos de las familias. La principal causa de coerción y autoritarismo que menoscaba la libertad, es la pobreza. Los ciudadanos sólo pueden defender algo, si son libres de ganarse la vida sin depender del Estado. Los dictadores nos prefieren pobres.

Si usted está de acuerdo con todo lo mencionado, no importa si es de “derecha” o de “izquierda”, porque la libertad no es un derecho ganado, es una característica inherente a la condición humana. Tendremos el 2025 la oportunidad de exigir lo que nos pertenece. ¡Viva Bolivia libre! 



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