Ver la sociedad boliviana en las calles, en los medios, en las instituciones, en el ciberespacio a través de las diferentes redes sociales es desesperanzador, uno no termina de comprender el momento en específico en que la razón abandono por completo a los bolivianos y como es que la tozudez y posturas intransigentes por más descabelladas que parezcan son utilizadas con total impunidad y hasta se dedican a perseguir cualquier postura contraria que ponga en evidencia su soberbia ignorancia. Bolivia está fuera de toda lógica.
Pero ¿cómo es posible que seamos testigos no solo a un estancamiento cultural sino a un proceso de involución? Proceso en el que la cultura boliviana reniega del conocimiento, censura la verdad y se regocija en la mediocridad colectiva a título de contrarrestar la desigualdad arrastrando a todos a la comodidad de la nueva normalidad: “si todos son así, no hay que preocuparse”
Gran parte de la responsabilidad recae en la clase política, que como buenos oportunistas pretenden anteponer sus objetivos a pesar que el coste sea la postergación de las soluciones a los verdaderos problemas estructurales de la sociedad boliviana: salud, educación y justicia.
Otro sector que se debe atribuir el actual estado de la sociedad boliviana es el sector de educadores que se han adherido al mismo sistema político contaminado, estos no tienen la altura suficiente para hacer un “mea culpa” y reconocer con firmeza que la obsesión e idealización de un pasado romantizado que no es tal nos ha colocado en uno de los países con peor sistema de educación en Latinoamérica.
Con políticos que se nutren de la ignorancia de sus gobernados, y un sistema que pone en circulación más y más ciudadanos ignorantes, la receta del poder perpetuo está servida. Sin embargo, la sostenibilidad de este perverso experimento que conocemos como Estado Plurinacional de Bolivia no podría ser garantizada sin los individuos que rompen el molde, “verdaderas fallas del sistema” que tienen conciencia de su entorno, inconformes con este desean despegar de él e incluso cuestionarlo abiertamente para generar un cambio efectivo apelando a otros entusiastas. Esas fallas costean al Estado con la poca riqueza que logran generar.
La involución social no solamente involucra el retorno del ser humano a sus tiempos más primitivos donde la carencia, escasez y pobreza era un estado permanente de cada individuo. Así también se incrementan los niveles de violencia y conflictividad, porque el individuo ha perdido totalmente la capacidad de dialogar, mediar y negociar con sus pares para resolver conflictos por vías pacíficas y de mayor eficiencia.
En su lugar, la “comunidad” se ha descompuesto en varias tribus que buscan eliminarse una a otra. La lógica detrás de esto es muy básica: “mis derechos sobre los tuyos, cueste lo que cueste”. Estas posiciones extremas han generado un ambiente de zozobra tal que la ley de la selva calzaría perfecta a nuestro actual sistema de vida.
Es curioso como el Estado en la medida que copta más y más espacios, absorbe almas para engrosar las filas de sus colectivos, una suerte de feligreses o devotos que entienden que su supervivencia únicamente es posible si ellos renuncian a la poca capacidad de raciocinio restante y silencien sus sentidos para acatar disciplinadamente la verdad única, aquella que condice con la visión unidireccional del todopoderoso Estado.
No es necesario creer en mis palabras, bastará con que cada uno de ustedes evalué por si mismo el nivel de agresividad de los funcionarios públicos, trabajadores maratonistas que realizan una especie de posta de uno con otro de tal forma que a todos les toqué raspar un poco de los restos de “comida” pegados en esa olla vacía que conocemos como erario público.
El MAS-IPSP, Comunidad Ciudadana y Creemos han rebajado al boliviano un poco más, sus representantes que a priori fueron elegidos para debatir y proponer leyes que permitan resolver problemas reales que aquejan a la sociedad boliviana han elegido ponerse el cuchillo a la boca y dejar que la violencia los ciegue hasta que uno sólo quede en pie. En el medio estamos todos nosotros como testigos mudos de las imposturas de estos supuestos padres de la patria.
A poco más de 2 años está el Bicentenario de la República de Bolivia. Vaya paisito que nos gastamos, vaya sociedad que perfilamos, 200 años han pasado y volvimos a las raíces del letargo, oscurantismo y violencia tribal. ¿Es ese el país con el que soñaron allá por 1825? Lo dudo.
Carlos Armando Cardozo Lozada es Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, presidente de Fundación Lozanía