César Rojas Ríos
“El MAS se encuentra en una grave crisis, que ya no necesita de enemigos políticos para desgastarse, tiene a los suyos a lado. Día a día, semana a semana, mes a mes, desde septiembre del año pasado ha ido develando sus miserias. Desde cuando Evo Morales dijo que era víctima de un ´plan negro´.” Esto escribió en su reciente columna Rubén Atahuichi (RA) de La Razón (12/4/2023). ¡Cómo contradecirlo, hasta los masistas bajan la cabeza! Y a aprovechar –perdón, a gobernar– mientras puedan y los dejen. Y a seguir cultivando esa tradición universal y milenaria llamada corrupción, hoy convertida en un uso y costumbre estatal. En fin, sigamos con RA, señala “la crisis de 2019 que resultó el punto de inflexión”.
Sí y no.
Sí: evidentemente la caída de Evo Morales, pasando por el desastroso y deslucido gobierno de Añez, permitirán el triunfo de Arce con un punto y una décima por encima del “triunfo histórico” de Morales en 2005. Ambos, cada uno a su turno, instalados en el sorojchi político, creen fervientemente y se dicen antes de cerrar los ojos por la noche: “el pueblo soy yo”, y que su amor, como el de Julieta hacia Romeo, es eterno; entonces no vale subir por una sola vez al balcón de la bella dama, hay que ir por la segunda en el caso de Arce y por la ¿cuarta, quinta? en el caso de Morales. Y venerado el pueblo, venerados ellos. Ahí está el problema, ¿cuál de ellos? Morales lo dice a voz en cuello, Arce lo susurra, pero se le nota el brillo arrobado en los ojos –no saben ni quieren saber, que lo suyo es la tentación de lo imposible–.
No: el problema no está sólo en la cima, en la disputa de los jefes, uno de gobierno y el otro del MAS, sino en los entornos y las bases partidarias. Los ministros y a la vez sus entornos, quieren a su jefe, pues de él dependen sus cargos y las dulces mieles. Y en las bases hay resentimiento con Morales, pues no permitió que las organizaciones, libre y espontáneamente, eligieran a sus representantes, porque el Jefazo era el dedo-supremo-hacedor, que se imponía contra el viento y la marea de las organizaciones (ahí abajo también se cometieron una multiplicidad de fraudes y todos esos dirigentes desplazados pueden dar fe de ello, así como del autoritarismo de Morales).
Hay una disputa arriba, resentimientos y lealtades divididas abajo por lo mismo que disputan arriba: por ocupar los primeros puestos y gozar del fascinante sorojchi político de creer “el pueblo soy yo”, de su divinidad, y por ende, de ser divinizados por tanto monaguillo que quiere también eternizarse en el púlpito profiriendo hosannas a su santo patrón. ¿Y así, por los siglos de los siglos, MAS?
César Rojas es comunicador social y sociólogo.