Finalmente Evo Morales pidió que se levante el bloqueo, sin duda persuadido por el omnipresente sentimiento de rechazo que la medida generó en prácticamente todos los estratos de la sociedad boliviana, pero además, porque al observar quienes se enfrentaban (al menos discursivamente) quedó claro que la visión evista del poder ha quedado anclada solamente en los estratos del trópico de Cochabamba, los indígenas de profunda raigambre rural y los grupos prebendales que construyó a lo largo de los últimos 20 años.
En otras palabras, en las tres semanas de bloqueos y conflictos quedó claro que los sectores “populares” ya tienen muy poco en común con la visión de país de Evo y mucho menos con sus métodos de lucha política. También quedó claro que la polarización social tiende a situar dos polos claramente diferenciables desde el punto de vista sociológico, político e ideológico: indígenas de tierra adentro, por un lado, y sociedad civil urbana por el otro.
La segunda evidencia es que, pese a que “las bases” evistas son proporcionalmente reducidas frente al conjunto de la sociedad civil en todos sus estratos, su capacidad de movilización le otorga un poder político que, de hecho (por mucho o poco que sea) no lo tiene ningún otro líder político de la actualidad, lo que lo convierte en un interlocutor altamente estratégico.
La tercera constatación deja ver que las “fracciones masistas” nunca alcanzarán un nivel de confrontación capaz de poner en riesgo la unidad del instrumento político como tal; en palabras coloquiales diríamos que son la misma dama con pollera diferente.
Las tres semanas de conflicto, que no se ha resuelto del todo, nos dejan algunas lecciones que no deberíamos pasar por alto. La primera es que la vieja verborrea propia de la izquierda marxista latinoamericana todavía tiene un receptor sensible. Los argumentos de Evo Morales apelando a las antiguas consignas propias de la izquierda no parecen resultar extrañas a una parte del campesinado más pobre del país.
Otra lección es que, por reducidas que sean las bases reales del MAS Radical (el de Evo) no tienen en frente una oposición con la organicidad suficiente como para hacerle frente; lo grave de esto es que mientras las fuerzas de oposición no se renueven y construyan liderazgos que se sitúen por encima del discurso y los planteamientos masistas, el MAS seguirá ganando las elecciones, y peor, se autoconvencerá de que es invencible; en política suele suceder que terminas siendo lo que crees aunque estés a años luz de la realidad.
La última reflexión, y quizá la más relevante, es que mientras el MAS domine el escenario político con una, dos o más facciones, la naturaleza del poder que lo impulsa (es decir, el sentido de raza que orienta sus acciones) nunca aceptará otra cosa que no sea a sí mismo. Por eso decía que el instrumento político tendrá una y monolítica posición con un discurso apenas diferente entre fracciones y con bandos que en realidad son cómplices y no adversarios.
@brjula.digital.bo