Hace solo siete meses en respuesta a una declaración del expresidente, Evo Morales, en la que éste subrayaba la necesidad de eliminar el “‘cáncer’” de la subvención a los hidrocarburos”, el presidente Luis Arce respondió enfáticamente que incrementar el precio de las gasolinas afectaría a los más pobres y “eso es algo que nuestro Gobierno nunca lo hará”.
Eran tiempos de crisis, como los de hoy, la escalada del dólar había comenzado, simultánea a su escasez, y al Gobierno se le había venido abajo toda la narrativa de la economía blindada, el crecimiento récord, la inflación más baja, y demás.
Para Arce la crisis representaba, además, un golpe a su reputación como profesional, pues durante largos años, cuando la bonanza de precios estaba del lado de las gestiones del MAS, era él quien se llevaba la flor como ministro de Economía.
Pero las cosas cambian y ahora el que nunca iban a incrementar el precio de los hidrocarburos, ya los incrementó, aunque dejó para consulta el de la gasolina especial, un combustible que seguramente irá desapareciendo del mercado con el tiempo para acabar así de una vez con la subvención.
El MAS, con Morales primero y Arce después, se inclinó por la más neoliberal de las medidas, por la típica recomendación de ajuste que hacen los organismos financieros internacionales. Después de años de ser los respondones en el salón de clase regional, los alumnos cedieron y bajaron finalmente la cabeza en señal de arrepentimiento por su conducta anterior.
Lo grave es que, si reflexionaban antes como hoy, tal vez los efectos de la crisis hubieran sido menores y las reservas no habrían disminuido a la velocidad que lo hicieron sobre todo en los dos últimos años.
El arrepentimiento es tardío también con el tema de la exploración de hidrocarburos. Durante años se defendió la tesis de que “podíamos solos” y que ya no estábamos para que otros, las transnacionales, vinieran a hacer negocios con nuestros recursos y nos dejaran con migajas.
Ese era el discurso de rigor, para emocionar a las bases y hacer creer que la revolución se había finalmente impuesto y que el futuro era tan, pero tan prometedor que, como en algún momento dijo el exvicepresidente, Álvaro García Linera, en pocos años más íbamos a superar a la economía chilena.
Era la época dorada, en la que funcionarios de gobiernos observaban llorosos el cielo porque desde alguna parte se había producido el lanzamiento del primer satélite boliviano al espacio.
Y ahora, los mismos que pregonaban que YPFB tenía lo necesario para convertirse en la gran empresa exploradora y desarrolladora de nuevos campos, reconocen que la “nacionalización” se descuidó y que es necesario abrir el sector a la inversión privada extranjera ofreciendo condiciones más ventajosas.
Es decir que volvimos al principio y que las “grandes” medidas y acciones del Gobierno en realidad fueron la causa de la situación que el país vive hoy, que el Modelo Económico Social Comunitario Productivo con Estabilidad Macroeconómica, en realidad solo sirvió para crear espejismos y que, al final del camino, no había ninguna olla de oro, sino solo cuentas por pagar.
Al MAS únicamente le falta reconocer que no hubo tal proceso de cambio y que los famosos principios de una nueva cultura política, que reivindicaba los postulados originarios del ama sua, ama llulla y ama quella, quedaron arrumbados entre denuncias de escándalos de corrupción, mucho más de una mentira y la evidencia incontrastable de que no hicieron bien su trabajo. Será el mea culpa más que tardío de un partido cerca del fin.
Hernán Terrazas E. es periodista.