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Vuelta | 17/12/2018

El mal momento del gobierno

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.
Al gobierno le cuesta distinguir campaña de gestión y todos sus actos parecen obedecer a la necesidad de convencer a un electorado que las encuestas muestran escéptico.
De todas las medidas, el segundo aguinaldo se ha convertido en una de las más simbólicas. Se pagará contra viento y marea, pero bajo una fórmula que nadie entiende. Parte en plata y otra en especies.

Hasta ahora se sabe que las empresas beneficiarias serán bolivianas, no importa el tamaño, aunque en los últimos días el gobierno "descubrió" que muchas de las pequeñas y medianas no son formales y que, por tanto, no podrían emitir factura.

Al gobierno le tocará aclarar también cuál es la lista de productos, aunque esto suene un poco raro, porque si alguien recibe su segundo aguinaldo debería estar en la libertad de comprar desde un jabón hasta un pantalón, siempre y cuando sea hecho aquí.

Las dudas también tienen que ver con el uso de la “billetera electrónica”, porque no todos los establecimientos comerciales forman parte de este esquema que necesariamente debería involucrar a la banca.

Así las cosas, el segundo aguinaldo no solo llegó forzado por un dato del crecimiento del PIB que generó sospechas, sino que el propio mecanismo de pago es ahora motivo de polémica.

Mientras tanto, miles de empresas de todos los tamaños, que no crecieron al nivel del PIB, sino menos, se veían en figurillas para cumplir con la obligación.

Lamentablemente, el primer trimestre del próximo año podría caracterizarse por el cierre de no pocas empresas y el despido de muchos empleados.

Tal vez por eso la incertidumbre crece en el país a medida que se aproximan los largos meses electorales. Los resultados de las encuestas muestran mucho pesimismo. La gente no ve con esperanza el futuro y eso es malo para todos.

Algunos dicen que incluso en dependencias de la administración pública hay apatía para atender al público. Los funcionarios también están en campaña, aparte de haberse acostumbrado a cobrar cada fin de mes sin necesidad de ser muy productivos.

El gobierno pasa por un momento difícil. Su credibilidad es tan escasa que nadie cree en denuncias de atentados y escaramuzas prefabricadas para desprestigiar movilizaciones opositoras.

Lo que sirvió en 2008 en Santa Cruz, en 2018 sólo acentúa la suspicacia. La fábrica de “fantasmas” está por cerrar sus puertas para siempre.

La credibilidad y el prestigio del gobierno también se agotan en el mundo. Las publicaciones internacionales son muy negativas para el Presidente. Se habla de un proceso que va camino de la dictadura y de un mandatario autoritario. El 21F pasa su factura en el planeta y mucho más luego que el Tribunal Supremo Electoral hiciera la vista gorda de la Constitución para rechazar impugnaciones contra la habilitación del binomio Morales-García Linera.

Incluso en Europa, que había sido benevolente en sus juicios sobre el gobierno, el desencanto es evidente y ni qué decir en los países vecinos, cuyos medios advierten también sobre los riesgos que amenazan a la democracia boliviana.

La gestión internacional de algunos políticos bolivianos, que desde hace tiempo vienen advirtiendo sobre los riesgos que se ciernen sobre la institucionalidad, ha comenzado a encontrar eco en todas partes.

Ya ni el humor presidencial provoca risas. Decir que su inhabilitación para participar en las elecciones sería como dejar a Messi o Ronaldo fuera de un Mundial, motivó más críticas que risas y si admitió alguna sonrisa fue de sorna. Es casi como lo que sucedió con el expresidente Sánchez de Lozada. En sus primeros años de gobernante provocaba sonrisas y en sus últimos, solo muecas.

Las cosas no le salen bien al gobierno. Eso es malo para las aspiraciones electorales de los candidatos oficialistas, pero peor para el país, que debe soportar las consecuencias de decisiones erráticas o, más bien, de medidas que solo miran a las urnas y no al futuro.

Quedan por delante algo más de 300 días antes de las elecciones, un tiempo demasiado largo si se somete la gestión a la campaña. Las primeras señales no han sido buenas y es poco probable que la tendencia cambie.

Hernán Terrazas es periodista.



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