Brújula Digital se complace en presentar la columna -que no tendrá periodicidad determinada- del Dr. en economía Juan Antonio Morales, uno de los especialistas del rubro más apreciados y destacados de nuestro país. !Bienvenido!
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El libro de Jeanine Añez no sólo describe, de manera conmovedora, la tragedia de su arresto y detención, sino que también ilustra el funcionamiento de nuestro poder judicial. Muestra también la solidez de su formación de abogada y con gran maestría y una lógica impecable desbarata cada una de las acusaciones. Los esfuerzos caen empero en saco roto porque, se supone, hay instrucciones superiores para mantenerla detenida.
No soy abogado ni pretendo tener particulares conocimientos jurídicos, pero siempre me ha llamado la atención el extremo literalismo de nuestra tradición judicial. Son talmudistas y torquemadas con los opositores al gobierno de turno. Jueces y fiscales no toman en cuenta el contexto en que se han tomado las decisiones, apelando a formalismos como el de que Jeanine no presentó una certificación escrita de que era presidenta, para negarle esta calidad. Se guían por lo de “papelitos cantan”, llevando el culto al papel sellado a su máximo punto.
No tomaron en cuenta el abandono que habían hecho de sus funciones, las más altas autoridades del poder ejecutivo y del poder legislativo. Había un vacío de poder, sumamente peligroso para la estabilidad del país. Estábamos al borde de una guerra civil, lo que no se puede ignorar.
Con la cooperación internacional, de la Iglesia católica y de los principales líderes de la oposición (y algunos del MAS) se encontró la solución de llamar a Jeanine, que quedaba en la línea de sucesión por abandono de los que la precedían. Ella no buscó la presidencia, pero la asumió con valentía (y tal vez, como un halago a su vanidad y poco consciente de las posibles consecuencias). Tuvo que gobernar con un Legislativo en el que la oposición tenía una mayoría de dos tercios. Condujo unas elecciones impecables, aunque se podría discutir si fue bueno posponer las elecciones del 3 de mayo, cuando los contagios eran todavía bajos.
La conformación de su primer gabinete no fue la mejor posible, aunque destaco la presencia de José Luis Parada, probablemente el economista más conocedor de los temas fiscales del país, en el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. La elección del directorio del BCB también fue acertada. La economía estaba en buenas manos. Hubo también errores, pero en otros ámbitos, como el nombramientos de Arturo Murillo.
Fue desafortunado el juego de sillas musicales en el que entró después el gabinete. En especial, fueron lamentables los cambios de ministros del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Fue también desafortunado el anuncio de la candidatura de la presidente Añez, porque le quitó credibilidad a sus medidas de control de la crisis, en un momento en el que la situación sanitaria y económica era extremamente delicada.
La pandemia del Covid-19 puso en jaque al gobierno de Añez, como a todos los gobiernos del mundo. El Covid-19 era un enemigo invisible e insidioso. No se conocía sus orígenes, ni cómo se propaga y menos aún, qué se podía hacer para combatirlo eficazmente. Se tenía una incertidumbre radical. El año 2020 no había todavía vacunas. La primera vacunación en el país recién se hizo en febrero 2021.
El gobierno del 2020 respondió al desafío de la crisis tempranamente, con una cuarentena rígida, pero que se cumplió parcialmente. Fue una medida valiente, sumamente impopular, mostrando que la presidente estaba dispuesta a sacrificar su popularidad en pos de la defensa de la salud de sus compatriotas. Se trató de compensar las penurias de la población con varios bonos, pero ellos fueron insuficientes. La oposición irresponsable, que no se condolía de lo que estaban pasando las familias de más bajos ingresos, le negó la aprobación del Instrumento de Financiamiento Rápido, porque era del FMI.
Ex post facto se puede discutir si la cuarentena era una medida eficaz y si no era demasiado costosa para la economía. Hay una vivaz discusión académica al respecto., incluso con modelos matemáticos muy sofisticados.
El libro de Jeanine es una defensa honesta de su actuar y es admirable que haya podido escribirlo, dadas las penosas circunstancias. Merece la atención de todos, incluyendo la de sus carceleros.