En teoría, la democracia representativa tiene
un carácter piramidal: primero se discute en las bases, continua en niveles
intermedios hasta llegar a las instancias que permiten hacer escuchar la voz
del pueblo a la nación y, eventualmente, tomar decisiones. Las últimas
instancias son la prensa y los representantes parlamentarios. En la primera
parte de este artículo presento los problemas en la representación
parlamentaria mientras que, en la segunda, sugiero algunas correcciones.
En las últimas semanas, el Parlamento ha sido el escenario de debates acompañados de pugilato a espaldas de la opinión de los representados. Mientras que la mayor parte de ellos, tal como muestran las encuestas, opinaban que había que aprobar los créditos comprometidos por el Gobierno, hasta la fecha el Parlamento no lo hace. La oposición y los evistas condicionan su aprobación, con extorsión por medio, al retiro de los magistrados “prorrogados”, lo que no ocurre por la posición del Gobierno. En ambos bandos, no se toma en cuenta la opinión de la población. Peor aún: para hacer prevalecer sus ideas, muchos se mostraron violentos y racistas. Un grupo de damas “de vestido” trató a la presidenta en ejercicio de la Cámara de Diputados de “imilla cojuda” y quisieron desalojarla de la testera, ante lo cual, una señora “de pollera” reaccionó enviando al aire a una de estas señoras. Otro grupo de mujeres de pollera se dio a la tarea de bajarle el pantalón y las ropas íntimas a un conocido diputado amigo de las damas de vestido.
Un espectáculo parecido se repitió varias veces lo que nos hace cavilar sobre la forma en que algunos parlamentarios entienden por democracia y sobre posiciones anacrónicas relacionadas con el racismo. La oposición reclama más democracia frente a actitudes presuntamente autoritarias del gobierno, pero no asumen que ellos están entre los imprescindibles para el funcionamiento de la democracia, pues son los llamados a representar la voz del pueblo. No se puede tener mejor concepto de los parlamentarios oficialistas pero, hay una diferencia importante: la oposición de vestido parece vivir en otra época, en aquellos tiempos en que una pequeña minoría racista gobernaba a espaldas del pueblo, mientras que la oficialista, a pesar de mantener estrechos vínculos con sus bases, sigue a ciegas las consignas gubernamentales, sin mostrar iniciativas ni imaginación, sin cumplir su función de fiscalizadores y sin tomar en cuenta lo que sus bases desearían. Sorprendentemente, una fracción importante del partido gobernante hace causa común con la oposición.
Evaluación por resultados dice el Banco Mundial. El resultado de ese estado de situación es el estancamiento de la labor parlamentaria pues no se aprueba con la celeridad que merecen los créditos ni se suspende las funciones de los magistrados prorrogados. Perdieron mucho tiempo discutiendo la elección de los nuevos magistrados. Lo que ocurre en estos temas se repetirá con cualquier otro que tenga que aprobar el parlamento.
De esta manera, podemos concluir que tenemos una democracia débil, no tanto por las actitudes autocráticas del gobierno que por la falta de representación del pueblo en el parlamento. Los parlamentarios no parecen tener idea de lo que debería ser el ejercicio de la democracia y el papel que les corresponde asumir.
Es hora de pensar en cómo corregir esta situación. El nivel de intermediación entre los deseos del pueblo y los representantes parlamentarios está conformado por los partidos políticos los que, sorprendentemente, no existen en Bolivia. Luego, para mejorar la democracia, se requiere reconstruir el sistema de partidos políticos, cada uno de ellos, con democracia interna. Esta es una tarea urgente, sobre todo teniendo en cuenta que pronto tendremos elecciones generales. La segunda sugerencia es la de disminuir drásticamente el número de parlamentarios, pues, siendo muchos, se hace difícil dialogar para llegar a consensos. La tercera sugerencia es la de pedir a los partidos políticos organizar seminarios de formación política para sus parlamentarios. Finalmente, se requiere que los antiguos grupos de poder hagan un esfuerzo para adaptarse a la evolución social de Bolivia.
Rolando Morales Anaya es Dr. en economía.