Se dice que los bloqueos de caminos en Bolivia son parte de las formas populares de lucha, y ello es cierto. Están emparentados con el cerco de las ciudades, cuyo prototipo es la guerra de Tupaj Katari, en 1781. En la historia republicana, los bloqueos más memorables fueron los dirigidos por Genaro Flores de la CSUTCB en noviembre de 1979 contra el golpe militar de Natusch Busch y el acaudillado por el Mallku Felipe Quispe, también de la CSTCB, el año 2003 y que concluyó con la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada a la presidencia de Bolivia.
Siendo la población indígena hasta hace poco eminentemente rural, no es de extrañar que ese método de lucha haya sido unos de los más empleados en sus combates. Sin embargo, como muchos acaeceres históricos, sucede primero como drama y después como comedia. Es lo que parece ocurrir con el actual bloqueo de caminos patrocinado por Evo Morales: de guerra popular descolonizadora, pasando por táctica en la que se expresa una alianza campo-ciudad para dirimir cruciales alternativas políticas, el bloqueo de caminos concluye en ser recurso personal de cualquier cacique local para satisfacer sus caprichos y específicas ambiciones.
El actual bloqueo de caminos tiene como declarado objetivo la renuncia de los magistrados del Tribunal Constitucional. ¿Es una movilización popular al servicio del país, por la reforma de esa institución y de todo el aparato institucional colonial en Bolivia? En realidad, es solo una mezquina revancha contra los integrantes de ese tribunal que antes fallaban a favor de Evo Morales y que recientemente decretaron que no podía repostularse indefinidamente como candidato a presidente del país. Histórico ejemplo de cómo un método de lucha histórico al servicio de intereses comunes degenera en simple instrumento de apetitos personales.
Es seguro, por lo anterior, que ese bloqueo no implicará ni éxito ni repercusión positiva alguna para sus promotores. El triunfo histórico de anteriores acontecimientos similares se daba por la participación activa de la población indígena y popular. El pueblo sentía que la agudeza de esa coyuntura reflejaba lo agudo de su postración social, fruto de agravios históricos aún no resueltos. Había también al frente un líder que despertaba confianza y certidumbre. Nada de ello se da ahora.
Los actuales bloqueos, que parecen restringidos por ahora al centro del país, servirán, eso sí, para perjudicar aún más la economía boliviana y desgastar el crédito y ascendencia del actual presidente Luis Arce, a quien Evo ha elegido como su enemigo principal y el contrincante a abatir a cualquier precio. Es por ello que lo que definirá no solo la suerte inmediata de este bloqueo, sino la suerte futura de sus promotores, será la actitud que el Gobierno adopte contra ellos. De lo adecuado o no de ello dependerá la estabilidad de la actual administración.