La relación del gobierno del MAS con las regiones es mala, y lo ha sido desde que ascendió al poder el año 2006. Esto se debe a que en este partido, de corte autoritario, se cree que el rumbo del país debe estar definido por un poder central fuerte sin importar lo que digan la Constitución Política del Estado (CPE) ni las leyes ni las demandas autonómicas de las regiones.
La mala relación tiene grados, dependiendo de si en la región las corrientes opositoras ocupan espacios de poder o no. Si lo hacen, el grado llega a niveles de confrontación y sin posibilidad de revertir las tensiones. Si el MAS ha copado el poder regional, este grado se reduce, pero sigue siendo una mala relación porque la administración estatal obstaculiza el trabajo de las autoridades elegidas democráticamente.
Los principales ejemplos de esa realidad son Cochabamba y Santa Cruz, ciudades y departamentos que en septiembre comienzan a festejar sus respectivos aniversarios. Fechas y eventos que han dejado de ser celebratorios, transformándose en escenarios de nuevas confrontaciones que mantienen abiertas las heridas y la desconfianza.
La relación de los gobiernos del MAS con Cochabamba ha tenido variaciones. En una primer etapa, de dedicar sus esfuerzos a “baipasear” al Prefecto electo, Manfred Reyes Villa, pasaron a organizar una poblada violenta para defenestrarlo, lo que sólo pudieron hacer en el referendo revocatorio de mandato propuesto por la entonces oposición liderada por Jorge Tuto Quiroga y aprovechada por Evo Morales, quien se dio cuenta de que se le ofrecía en bandeja de plata la posibilidad de acaparar más poder, como así sucedió. Desde entonces y hasta ahora, la gobernación ha sido ganada por el MAS y la alcaldía hasta el 2015.
Esa situación no ha sido beneficiosa porque el ex presidente Morales también se sentía gobernador y alcalde de todo el departamento, razón por la que los que pasaron por esas funciones fueron mero tramitadores de las ocurrencias presidenciales, actitud que quiere mantener el presidente Luis Arce, reconfirmando aquella sabia afirmación de Carlos Marx: “Hegel dice (…) que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”.
Así, en vez de buscar la coordinación entre las autoridades regionales (ahora la Alcaldía está en manos de Reyes Villa y la Gobernación, en las del MAS) el gobierno central pierde su tiempo tratando de derrocar al alcalde, que con los recursos que tiene está ganando adherentes incluso en bastiones del MAS con obras concretas, mientras deja en la orfandad política y, sobre todo, económica, a la Gobernación,
En Santa Cruz, donde la oposición impera, la celebración de su aniversario ha provocado fricciones entre las autoridades de la región y las del gobierno central desde un principio y con visos de agravarse porque a diferencia de lo que sucedía cuando era Gobernador Rubén Costas, que es un político de fibra y logró exitosamente resistir la ofensiva gubernamental en su contra, , su sucesor, Luis Fernando Camacho, que de política y democracia no tiene mucha idea, actúa en forma parecida a la de sus adversarios del MAS, elevando tensiones, la mutua desconfianza y la paulatina paralización de la administración regional.
Grosso modo, lo dicho explica por qué desde el año 2006, los 14 y 24 de septiembre son más motivo de confrontación que de celebración, con los costos que una situación de esta naturaleza tiene para construir un Estado más articulado, democrático y eficiente.
Juan Cristóbal Soruco es periodista