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21/09/2020
Oveja Negra

Dimisión de Añez: certezas e incertidumbres

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

En países como el nuestro en el que predomina el multipartidismo, casi siempre, la competencia electoral es dinámica e impredecible: aquello que fue ayer, dejó de ser hoy; lo que es hoy, quizá, deje de ser mañana; quien inició liderando las encuestas, probablemente, termine vencido en el cómputo oficial. La dimisión de Juntos y Jeanine Añez –más allá de las insólitas justificaciones y las groseras condenaciones– es un acontecimiento político que modificó sustancialmente la relación entre partidos políticos y ciudadanía. Este supuesto permite reconocer el advenimiento de nuevas certezas, pero también la emergencia de otras incertidumbres en el escenario electoral. Develar estos contrastes y sus consecuencias es lo que me propongo describir.

Certezas. Las certezas deben considerarse como verdades relativas que pueden modificarse según la dinámica del proceso electoral. La inesperada renuncia de Añez ha implicado un reacomodo entre los partidos en competencia: ahora CC y CREEMOS ocupan una posición ligeramente favorable mientras el MAS tiene una ubicación levemente complicada.

La primera certeza es que el voto de los opositores que abandonaron o abandonen la carrera electoral, al ser votos en contra del MAS, se prorrateará solo entre los partidos de oposición que aún están en competencia. Los votos de Juntos son considerables en algunos departamentos y probablemente confluyan, prioritariamente, en los cauces de Creemos y Comunidad Ciudadana (CC); esta conjetura puede sustentarse en el relevante apoyo electoral que concentran estos partidos a nivel nacional y, en algunos departamentos, por la simpatía y afinidad que los electores sienten por los candidatos de estos partidos.

La consecuencia de la redistribución de votos más el voto que puedan conseguir entre los indecisos, posiblemente modifique el escenario electoral en dos sentidos. Primero, puede consolidar el triunfo electoral de Creemos en Santa Cruz (48% o más) y de CC en Chuquisaca (44% o más). Segundo, puede posibilitar que estos partidos superen al MAS en cuatro departamentos: en el Beni, Fernando Camacho mejor posicionado entre los opositores puede lograr el 36% e imponerse a Luis Arce (18,7%); en otros tres departamentos donde la diferencia entre el MAS y CC es mínima, Carlos Mesa puede superar a Luis Arce: en Tarija puede sumar 37% y vencer al candidato del MAS (22,9%); en Potosí puede alcanzar el 34% y derrotar a Luis Arce (27,7%); y en Oruro puede conseguir el 33% y superar a Arce del MAS (30,6%). Esto revela la modificación del escenario electoral, la oposición aparece controlando seis departamentos y el MAS solo tres. Concretar esta posibilidad implica desarrollar una campaña agresiva en estos departamentos: cuando se juntan las oportunidades y los deseos, ocurren los acontecimientos.

La segunda certeza consiste en que la renuncia de Jeanine Añez, al posibilitar la concentración de votos entre Creemos y CC, permitirá a estas organizaciones políticas obtener una mayor representación parlamentaria; con seguridad, lograrán más senadores y diputados en los departamentos donde conquisten victorias electorales. Es cierto, después de las elecciones los votos cuentan menos y los escaños más: la gobernabilidad también está en juego.

Finalmente, la tercera certeza es que la dimisión de Juntos resulta insuficiente para que uno de los partidos de oposición triunfe en primera vuelta electoral. La fortaleza del MAS en dos departamentos que concentran una importante cantidad de votación (La Paz y Cochabamba) se ha constituido en un serio obstáculo que frena aun la posible victoria electoral de uno de los opositores, aunque el triunfo del más votado entre los no masistas parece seguro en el balotaje: no es lo ideal, pero parece real. 

Incertidumbres. La renuncia de Jeanine Añez, independiente de las reales motivaciones, ha significado al mismo tiempo una advertencia y una invitación para que los partidos de oposición puedan asumir similar “desprendimiento” a fin de concentrar el voto y viabilizar la victoria electoral, en primera vuelta, del candidato opositor con mejores posibilidades. ¿Qué harán los convocados ante semejante sugerencia?

Una destacada incertidumbre es que los partidos chicos aun teniendo suficientes motivos para renunciar quizá no dimitan; en este caso, si no se bajan, quizá el voto ciudadano les baje (es probable que no superen la barrera electoral y pierdan su personería jurídica). Este comportamiento se explica, según Nietzsche, en razón de que los espíritus débiles se aferran ciegamente a la esperanza (los débiles, en esta ocasión, están sujetos a la esperanza de lograr unos cuantos escaños), ignorando la sabia enseñanza del filósofo que dice: “La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”. La renuncia o no de estas pequeñas organizaciones políticas, ciertamente no modificará esencialmente el escenario electoral, pero su abdicación sería una valiosa contribución moral para el principal partido opositor.

Otra incertidumbre, más compleja y cardinal que la anterior, es que después de la renuncia de Añez resulta necesaria la renuncia o de Creemos o de CC; efectivamente, la dimisión de uno de ellos permitirá asegurar el triunfo electoral del otro. No es una decisión sencilla; Creemos (que se halla en franco ascenso) intuye que puede superar a CC y éste imagina que acrecentará su votación e incrementará su diferencia respecto de aquel. Ambos, entusiastas con sus proyecciones electorales, quizá se nieguen a abdicar y terminen favoreciendo al MAS.

Tal vez, si imprimen un poco de racionalidad, Creemos y CC deberían asumir el siguiente cuerdo: primero, debe renunciar la organización política que tenga menor intención de voto en la siguiente gran encuesta, a fin de favorecer al más aventajado; y segundo, el beneficiado con la renuncia, debe comprometerse a cogobernar con la otra candidatura y respaldarle en las siguientes elecciones generales y en las próximas subnacionales. Esto garantizaría el triunfo electoral de la oposición en primera vuelta y, simultáneamente, la obtención de una amplia mayoría en el parlamento.

Entre Mesa y Camacho solo hay pequeñas diferencias, no antagonismos, el acuerdo es posible; al parecer, esta es una demanda desesperada de la ciudadanía antimasista y, seguramente, hará lo suyo en el momento de sufragar: apoyo rotundo al candidato opositor. 

Eduardo Leaño Román es sociólogo y docente universitario.



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