Aquí, en el sur del país, potosinos,
sucrenses y tarijeños solemos ceder el asiento en los micros cuando sube una
persona de la tercera edad, sea hombre o mujer. Aunque está prohibido llevar
pasajeros de pie, ustedes podrán ver micros rebalsando de gente que se cuelga
de las puertas y hace acrobacias para no caer y estampillarse en el suelo
cuando los “maestritos” aprietan el acelerador, pero no verán en esa situación
atlético/vergonzosa a una persona de la tercera edad.
Quizás por eso, en este lado del país no podemos creer lo que está pasando en la sede de gobierno con doña Amparo Carvajal.
Más allá de las diferencias ideológicas, de la pugna partidaria, de las interpretaciones interesadas de la norma y todas las demás vainas que forman parte de esa ensalada en la que se ha convertido la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb), la señora es una persona de la tercera edad y ese simple hecho debió ser suficiente para no permitirle que se someta al auto flagelo en que cayó cuando se subió e instaló en la terraza de esa institución.
¿Será verdad que, como ha apuntado María Galindo, doña Amparo es utilizada por la oposición que “espera como cuervos sacar ventaja miserable de este conflicto, si es que la salud de Amparo resultara definitivamente dañada”? Es cierto que en política todo es posible, pero yo no puedo evitar pensar que en este país no existe oposición, porque su inutilidad ha quedado suficientemente demostrada con el patético papel que cumplió en las últimas elecciones nacionales.
Pero supongamos que sí, que la están usando. Y supongamos, también, que es cierta la mentira del MAS que considera que la señora no es la presidenta legítima de la Apdhb. Ni esos ni otros chorrocientos argumentos desaparecen o atenúan el hecho de que doña Amparo es de la tercera edad y todo lo que está ocurriendo ahora con ella es un maltrato que va en contra de los principios 1 y 2 del artículo tercero de la Ley 369.
¿Les ha importado eso a los masistas? ¡Para nada! En lugar de retroceder respetuosamente, como debe de ser cuando se trata de personas mayores, han seguido dando lucha, actuando corporativamente, y hasta llegaron al extremo de torturarla con canciones cojudas que amplificaron con altoparlantes. Todo ante las narices de una Policía Boliviana cuya indolencia ante esta situación solo demuestra que sus autoridades se están volviendo campeones en uno de los deportes más despreciables; chupar las medias de los gobernantes.
No voy a perorar sobre Edgar Salazar, el impresentable que se presenta como presidente de la Apdhb. Un individuo tan ruin que desconoce los derechos de su hija, y pretende ser defensor de los derechos humanos de todo un país, no merece ni siquiera una mirada de desprecio.
La Apdhb es un micro destartalado en el que los masistas se han sentado con la complicidad del gobierno. Doña Amparo, mujer de la tercera edad, ha intentado subirse, pero no le dejaron ni atravesar el umbral de la puerta. Están acelerando para librarse de ella, que se aferra y cuelga desesperadamente. Quieren que suelte y se caiga, para que la caída la mate de una vez. Asquerosos desconsiderados.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.