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Raíces y antenas | 27/08/2023

Desafío: Del extractivismo a la cuarta revolución industrial

Gonzalo Chávez
Gonzalo Chávez

Hace algunas semanas The Economist publicó un artículo donde menciona que América Latina tiene una nueva ventana de oportunidad debido a los cambios profundos que se registran en la economía mundial. Entre las macrotendencias la revista menciona la descarbonización de la economías desarrolladas y la transición hacia energías verdes que aumentarán la demanda de metales y minerales de la región en gran cantidad, así como la energía necesaria para procesarlos. Esto significa que habrá una mayor demanda de cobre, plata y litio. Yo adicionaría que también habrá una mayor demanda de gas natural, la energía considerada de transición hacia el uso de las energías renovables.

Así mismo, The Economist sostiene que la demanda por alimentos también aumentará significativamente, especialmente granos, carne animal, café, azúcar y otros. El gran comprador será China.

La nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China está haciendo que, primero, los países de Occidente intenten salir del área de influencia del gigante asiático y segundo, busquen zonas de inversión más seguras y culturalmente cercanas como es el caso de América Latina.

Además, yo agrego que estamos viviendo una revolución en los servicios tradicionales, como el turismo y la gastronomía, y los relativamente nuevos, como la informática y la inteligencia artificial.

¿Frente este nuevo contexto, qué podría hacer un país pequeño como Bolivia? Sin duda estas tendencias abren un nuevo horizonte para el desarrollo.

A seguir van algunas propuestas. El nuevo centro de las políticas de desarrollo debe ser el capital humano. Este objetivo ayudará a ordenar la política económica y social. En el lenguaje de Mariana Mazzucato, la misión central de la sociedad y su Estado es dar un salto cuántico en la educación y el capital humano. Es decir, la gente se vuelve el centro del universo de la política pública. Todo lo que se haga en materia de política externa, sectorial, regional, social, energética, económica, comercial y otras deben tener algún vínculo para dar oportunidades y/o potenciar a las personas.

Ahora que se inicia un nuevo ciclo de precios y demanda de minerales, impulsado por la descarbonización de las economías desarrolladas y la transición energética, Bolivia puede entrar a una nueva era del litio, plata, estaño, cobre y otros minerales, pero estas actividades deberían ser las últimas “fronteras extractivistas” y los puentes para que Bolivia desemboque en la cuarta revolución industrial. Los nuevos conglomerados deben buscar tanto la industrialización de los recursos naturales y especialmente la de la minería.

En ese sentido, se tendría que crear, en torno al litio, un ecosistema para la economía digital.

Así, no sólo se tendría que vender el litio hecho batería u otros productos procesados, sino otras formas de energía. Pero además se debería atraer al altiplano boliviano nubes del internet (Amazon, Google), para convertirlo en un nuevo espacio del territorio inteligente.

En décadas pasadas se soñaba con convertir a Bolivia en el gran distribuidor de gas natural en la región, algo que se logró parcialmente. Ahora se debería soñar con convertir al país en el hub de la economía de la información y los datos. Se trata de construir una nueva visión, una nueva narrativa que entienda que hay una geografía económica y comercial en construcción.

En la vieja economía, Bolivia estaba al lado de Argentina, Chile o Perú. Todo el comercio se realizaba por tierra, mar o por tren. Pero ahora, en los nuevos territorios inteligentes, Bolivia podría tener nuevas fronteras, estar al lado, por ejemplo, de la India, EEUU o China, porque en el nuevo territorio del ciberespacio las distancias se anulan. Cochabamba puede estar al lado de Bangalore o de Barcelona, se sabe que en la Ciudad del Valle están las empresas de software más importantes del país. Por lo tanto, debemos apoyar ecosistemas que integren lo privado, lo público y el sistema educativo para desarrollar la industria del software en Bolivia.

Juntos a la producción de plata, estaño y cobre debemos entrar a las industrias del cableado, las turbinas eólicas, los paneles solares y todo el hardware y software que soportan estas actividades de transmisión y generación de electricidad.

Bolivia podría ser una potencia en alimentos y productos forestales abasteciendo los mercados asiáticos. Tenemos una gran diversidad que le brindan un enorme potencial para desarrollar una industria de alimentos innovadora, competitiva y sostenible. La industrialización en el sector está asociada la biotecnología. Esta puede aportar soluciones a los principales desafíos que enfrenta el sector agroalimentario boliviano, como son el cambio climático, la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria, la calidad e inocuidad de los alimentos, y la generación de valor agregado y empleo.

Aquí el conglomerado debe apostar al mejoramiento genético de cultivos y animales, la producción de biofertilizantes y biopesticidas, la producción de aditivos, enzimas, aromas, colorantes y otros ingredientes alimentarios a partir de microorganismos o células vegetales o animales y la producción de biocombustibles a partir de biomasa vegetal o animal.

Finalmente, la revolución en servicios está en el impulso del ecosistema de turismo, gastronomía, historia, cultura, arquitectura y otros. En base al desarrollo local, la economía creativa ofrece un enorme potencial en el país.

La apuesta a un nuevo desarrollo parte de la idea que el liderazgo en estos cambios debe ser impulsados los emprendedores privados nacionales y la inversión extranjera directa, apoyados por un Estado local y nacional emprendedor que complemente virtuosamente la iniciativa privada pequeña, mediana y grande y que cree las condiciones legales y de infraestructura para estos nuevos ecosistemas e impulse la innovación.

Una de las oportunidades más importantes para viabilizar el desarrollo de los ecosistemas mencionados es aprovechar el reshoring (reubicación) de la producción y los servicios a nivel mundial y atraer las inversiones extranjeras que antes estaban en China, pero también atraer la inversión asiática que busca un mejor posicionamiento estratégico en el mundo. Para esto la política externa nacional debe ser pragmática y enfocada en los intereses nacionales.



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