Los desaciertos del gobierno central y de los dirigentes,
candidatos y escribidores del oficialismo han atizado el interés ciudadano en
las próximas elecciones subnacionales. Lo han hecho al punto de conseguir que,
en forma muy similar a lo que sucedió en las nacionales de 2019, estas
elecciones no solo sean el espacio para elegir a las autoridades más cercanas a
la gente, como son los alcaldes y gobernadores, sino también una nueva
oportunidad para denunciar y rechazar la tendencia autoritaria que está en el ADN
del MAS.
De principio, una vez más funcionó mal el “dedazo” del jefe de ese partido en la definición de sus candidatos, dedazo que solo expresaba su preferencia por los “amarraguatos” como ha declarado la expresidenta del Senado, Eva Copa, la misma que mientras el expresidente y su corte fugaban, ella asumía la defensa de su partido. Morales no hizo caso a la demanda de la militancia para que Copa fuera designada candidata a alcaldesa de El Alto por el MAS y optó por nominar como candidato a uno de sus áulicos, como ha sucedido en la mayor parte de las regiones.
A lo anterior cabe añadir la inoperancia del gobierno central, más dedicado a profundizar la división en el país que a enfrentar los problemas que atravesamos. La inquina que diariamente muestran en contra de todo disidente del MAS –que además cierra los espacios de ejercicio democrático de la política– hace que mucha gente que votó por el MAS en 2020, creyendo que los nuevos candidatos y propuestas recuperaban la esencia inclusiva de ese proyecto, hoy parece volcarse a favor de propuestas democráticas.
El acelerado desprestigio del oficialismo también es provocado por las declaraciones de muchos militantes y parlamentarios del MAS amenazando a troche y moche con procesos penales. El ridículo extremo es la amenaza de enjuiciar penalmente a empresas encuestadoras, así sean autorizada por el Órgano Electoral Plurinacional para realizar su trabajo, por la publicación de resultados que no son de su agrado.
Para peor –como ya escribí– es una impertinencia lindante con el delito el intento del Presidente del Estado y muchas autoridades de chantajear a los votantes advirtiendo que será muy difícil trabajar con autoridades regionales que no sean del MAS para destinar recursos a la región e incluso la distribución de vacunas. Esa vil actitud hizo recuerdo a uno de los embajadores estadounidenses más prepotentes de que tenga memoria, cuando en 2002 declaraba por calles y plazas que el pueblo podía elegir a Evo Morales como presidente, pero que si lo hacía se olvidara de la cooperación del país del norte (entonces, el candidato Evo Morales lo declaró como “su mejor jefe de campaña”).
Y si nos referirnos a los tuits que se difunden desde la cuenta del expresidente fugado sobre la situación internacional el bochorno es total (salvo, obviamente, para sus escribidores). El último traspasó todo límite: postular al mandatario argentino al Premio Nobel de la Paz en circunstancias en que atraviesa una de las peores crisis de gobierno por el manejo corrupto de la distribución de vacunas en contra del coronavirus para beneficiar a sus adherentes en desmedro de la población más vulnerable...
En fin, todo eso hace que sea posible prever que el MAS sufrirá una nueva importante derrota en las próximas elecciones subnacionales. Lo único que puede ayudarlo es, una vez más, la acción de algunos sectores de la oposición que con sus decisiones obstaculizan acuerdos u ofrecen apoyos que más parecen condenas, sea por sectarios o por k’enchas.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.