El MAS acaba de celebrar su Congreso y de sus
resultados algunos oyen ruidos de fractura partidaria o algo parecido. Más allá
de lo que podrían ser circunstanciales síntomas, y antes de afirmar o negar que
haya división en ese partido, veamos un poco de historia nacional. Preguntémonos
entonces, el MNR que se dividió en 1964 y el MAS de 2023 ¿se parecen? La
respuesta es sí y no. Se parecen en algunos aspectos y en otros no. Para
entender el hoy y atisbar lo que puede venir, veamos los parecidos y
diferencias.
1. Los contextos internacionales, diferentes.
En 1964 el mundo estaba en la Guerra Fría. La aún viva URSS y Cuba se metían en los asuntos latinoamericanos a su gusto y antojo, aplicando varios planes e intentando orientarlos hacia su modelo de “socialismo real”. Y, obviamente, los de EEUU le ponían trancas por todo lado; llegó un momento en que su apuesta fue por el militarismo duro para frenar los desvaríos de los jóvenes guerrilleros y sus apuros revolucionarios.
En 2023, aunque pueda parecer que existe cierta repolarización del mundo, en realidad la multipolaridad convive con regímenes democráticos difícilmente construidos y muy valorados y sanciona a los militarismos que intenten afectarlos. Es decir, este no es el momento de los militares, sino de la civilidad y sus vaivenes. Pero también es el momento del juego electoral y –ojo– el MAS ha demostrado saber jugarlo con fraude incluido, sin duda.
2. Las fuerzas internas se parecen, pero solo un poco.
El 64, el MNR tenía un importante equipo de0 cuadros políticos destacados, en el que cada uno tenía pretensiones de liderazgo ancladas en supuestas o reales bases sociales de apoyo. Uno de ellos era el mismo Paz Estenssoro, debilitado articulador de fuerzas divergentes; otro era Siles, el nacionalista de izquierda y otro Lechín, el todopoderoso cobista y corporativista. Finalmente estaba también Walter Guevara y su nacionalismo liberal incipiente. Varios alfiles jugaban para uno y otro bando, como Fellman Velarde, Fortún Sanjinés, Sandoval Morón, Ñuflo Chávez, etc., etc.
Este 23, el MAS tiene dos presidenciables para 2025: Evo, sempiterno caudillo bárbaro del proceso plurinacional, y el ahijado previo y ahora dizque tarajchi, Arce Catacora. Ambos tienen poderosos alfiles. Pero parece no haber más de dos pesos pesados en este momento, cada uno con sus talones de Aquiles respectivos: Evo, con aparente musculatura en las organizaciones sociales clásicas del pacto de Unidad (cocaleros, CSUTCB, Bartolinas y otros) y Arce, fuerte en los espacios de pegas cedidos a algunas de estas mismas organizaciones y a una porción de la pragmática clase media urbana.
Hasta aquí diríamos que hay similitudes en este factor entre el 64 y el 23. Pero solo un poco. El 23 son solo dos grandes y es fácil excluir a los alfiles, caballos y peones sin mucho daño. Así, si hay solo dos importantes, es más fácil que se pongan de acuerdo que entre tres, cuatro más grandes o medianos pretendientes de la corona.
3. El militarismo y la democracia civil, diferentes.
En 1964, como parte del juego de fuerzas políticas gestado desde 1952, las Fuerzas Armadas, a través de la célula militar del MNR, se constituyeron de a poco en el verdadero poder real frente al poderoso corporativismo obrerista de la Federación de Mineros y de la COB. La célula militar, umbilicalmente conectada con el Alto Mando, era ya parte ineludible del ajedrez político, ya sea porque los ejércitos latinoamericanos así se movían influidos por EEUU, o por la propia dinámica interna de nuestro país. Y, como todos sabemos, después del dificultoso proceso electoral de 1964, Barrientos terminó como Vicepresidente electo de Víctor Paz, y despuesito en noviembre, éste fue puesto en un avión y exiliado, cuando la situación nacional se complicó y hubo riesgos de ingobernabilidad y nueva crisis como la del 52.
El 23, la situación descrita ya no existe. Los militares ya no son parte visible del juego político. A 2023, el factor ineludible, fíjense la diferencia cualitativa, es la democracia, es decir que sus reglas de juego forman una red interior que pone límites claros a los pretendientes. Adicionalmente, las fuertes convicciones democráticas de amplios sectores de clase media urbana (criolla antigua e indígena nueva), la fortaleza de la nueva sociedad civil de este tiempo y la propia estructura institucional del estado democrático (legislativo, judicial y electoral), forman un campo de juego que es el marco y límite obligado de la acción política de los partidos, organizaciones sociales, etc.
4. Los procesos políticos se parecen, pero solo un poco.
Para el MNR del 64, el proceso político de la Revolución Nacional debía continuar. Y las diferencias entre Paz, Siles, Lechín y Guevara parecían ser solo de candidaturas para la elección de 1964. Pero en realidad, había diferencias substanciales que expresaban tres visiones de posible continuidad: a) el socialismo obrerista y corporativista de izquierda (Lechín, la FSTMB y la cogobernante COB); b) el nacionalismo centrista y medio desubicado (Siles Zuazo y los suyos); y c) un nacionalismo liberal y democrático incipiente (el propio Paz, Guevara Arce y algunos más). Los alfiles no tenían claridad y oscilaban para acá y para allá. Entonces las diferencias eran de continuidad proyección histórica del proceso, no eran simples disputas de pegas.
El 2023, para el MAS, principal partido político del momento, el proceso político “plurinacional” debe continuar a la cabeza del instrumento político corporativista que es el IPSP, es decir, con su columna vertebral que son las organizaciones sociales clásicas (COB, CSUTCB, cocaleros, Bartolinas, etc.). Evo y Arce piensan en lo mismo. Evo y sus alfiles ansían reconducir el proceso, pero con acento populista y demagógico cocalero, mientras que Arce piensa en lo mismo pero con su liderazgo light y de obsequio de empleos al sindicalismo y a cierta clase medie. Si ambos coinciden en la necesidad de proyección temporal del su “proceso de cambio” como imperativo de vida o muerte, y no habiendo diferencias substanciales mayores, entonces podrían complementarse cuando las papas quemen o cuando haya que repartir la torta de las pegas estatales. Ojo, no hay diferencias fundamentales en las visiones de continuidad del proceso político, como sí las hubo el 64.
En síntesis, de estos cuatro puntos no hay que hablar todavía de división del MAS. Aunque el MNR del 64 y el MAS del 23 tengan cierto parecido en sus pugnas internas de posibles candidaturas y en la idea común de continuidad de los procesos políticos, hay también diferencias claras en ambos factores. Además, el diferente contexto internacional y la vitalidad de la democracia como campo del juego, establecen marcos electorales donde todo es posible, incluso que los que se golpearon ayer se unan el momento que lo requieran. Entonces, es de sabios no alegrarse de la aparente desdicha ajena que de repente es solo un acto de show.
Carlos Hugo Laruta es docente investigador de la UMSA.