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08/04/2021
Articulista Invitado

De Lima a John Kramer

Carlos Armando Cardozo
Carlos Armando Cardozo

En el lapso de una semana la justicia volvió a sorprender al país, no por su efectividad sino por su inoperancia e incapacidad al resolver causas. En el caso de Wilma Flores Zurita (Santa Cruz) se tuvo que lamentar su deceso a manos del ex cónyuge, por otro lado, en la ciudad de La Paz un juez determinó la detención domiciliaria a un padre de 54 años acusado de abusar a sus hijas de 16 y 14 años durante un lapso de 15 años, obligando a las hijas a salir del domicilio a riesgo de ser nuevamente golpeadas por su progenitor. Desnudando así la presencia del “elefante en el cuarto”, aquel que el Gobierno niega y mantiene en status quo, hablamos de “la crisis del Sistema de Justicia”.

Debemos recordar que el actual Ministro de Justicia, Iván Lima, el pasado 03 de diciembre (2020) anunciaba con algarabía que en su gestión dedicaría su esfuerzo a la reforma del sistema de justicia en Bolivia, reconociendo su terrible desempeño como antecedente más las incontables denuncias de corrupción al interior del mismo.

El compromiso era claro: rodearse de los mejores profesionales en derecho, académicos, ex autoridades judiciales para construir un documento de manera participativa que sirva de base para la tan necesaria Reforma. Nada de esto se cumplió hasta la fecha.

La crisis del sistema de Justicia ha sido parte un proceso de deterioro progresivo de la institucionalidad ocasionado principalmente por la injerencia del poder político. Como institución la justicia fue desmembrándose con cada caso de corrupción destapado y escándalos que viabilizaron entre otras cosas la postulación ilegal del ex presidente Morales a una nueva elección transgrediendo la propia Constitución Política del Estado.

Para poner en evidencia la crisis en la justicia como un problema macro en Bolivia podemos revisar el índice de World Rule of Justice (WJP Index) que desde el 2015 muestra una caída impresionante en su calificación hasta el año 2020. Paso de 0.41 a 0.38 en una escala de 0-1.00 reflejando el grado de adherencia a la justicia de cada país.  De 128 países analizados Bolivia paso de la posición #94 a #104 (2015 y 2016), luego de la #106 a #119 (2017-2018 y 2019) para finalmente el año 2020 ubicarse en el sótano en la ubicación #121 como promedio general del WJP Index.

Curiosamente, si analizamos los 8 criterios utilizados para construir el WJP Index (2020), curiosamente aquellos con las peores puntuaciones responden a la Justicia Criminal o Penal (#127), Justicia Civil (#126) Ausencia de Corrupción (#124), Orden y Seguridad (#115) y Limites al Poder del Gobierno (#116). Desnudando que la administración de justicia adolece problemas de independencia, viciada de cualquier credibilidad por la corrupción alienando a jueces, fiscales y demás personeros que juegan con el clamor inequívoco de la población pidiendo justicia y celeridad para sus causas individuales.

A esta altura de la gestión podemos vaticinar el fracaso de Lima, por su comportamiento ambivalente, por la ausencia absoluta de transparencia y una falta de profesionalismo que incluso pone en duda su legitimidad como hombre de “derecho”. Si a esta clase de autoridad se le confió llevar adelante una “Reforma del Sistema Judicial” es necesario buscar otra alternativa en un lugar poco convencional.

Me permito sugerir alguien con las cualidades de John Kramer (personaje ficticio), un hombre de familia felizmente casado que tras sufrir la pérdida de su hijo en gestación y ser posteriormente diagnosticado con cáncer en el lóbulo frontal del cerebro descubrió que tenía un propósito de vida, tras sobrevivir a un intento de suicidio en su automóvil.

Su nueva filosofía abrazaba la vida, su experiencia frente a la muerte lo llevo a apreciar desde el sabor de un vaso de agua hasta un simple paseo en el parque. Sin embargo, veía con total indignación como existía personas que no valoraban el regalo de la vida con la pasión que su nuevo yo experimentaba.  

John veía a estas personas como seres humanos incompletos, les faltaba una pieza para poder tener la humanidad tan preciada por él. Este fue el impulso que lo llevo a poner a prueba la voluntad por la vida de los sujetos con los cuales él se toparía a lo largo de su vida, sujetos cuyas acciones el pondría en una balanza cual juez, para que sean ellos mismos los que decidan si valía la pena “pelear” por sus vidas y cambiar.

Jigsaw, el alias que utilizó la policía para identificar a John Kramer, ponía a sus sujetos de prueba en situaciones donde sus acciones serían juzgadas bajo un prisma diferente al de la ley. El prisma se sustentaba en la nueva filosofía de Kramer, vivir o morir. Abrazar la vida como un regalo que nunca debe ser dado por hecho, exprimiendo cada segundo, cada bocanada de aire, cada comida, cada caricia, cada experiencia como si fuera la última.

Era necesario que los sujetos tomen una decisión y derramaran la sangre que era necesaria para salvar sus vidas y renacer como un verdadero ser humano, tal cual John experimentó en carne propia, él no era un asesino como se lo trataba de descalificar él se encargaba de abrir los ojos de las personas adormecidas.

Mientras Lima muestra su rostro más apático, deshumanizado e insensible, John Kramer nos muestra una faceta más humana, incorruptible basada en las decisiones de los sujetos. En ambos casos ninguno imparte justicia, el primero pone la justicia al servicio de los intereses de poder, el segundo elije a aquellos sujetos incompletos, que se hacen daño asimismo y a terceros, para que participen de sus juegos, donde serán solo sus decisiones las que les permitan renacer o perder la vida que no valoran, malgastada en superficialidades bajo el prisma de Kramer.

¿Quién es el delincuente? ¿Quién está equivocado? En mi opinión creo que los roles están mal puestos. Kramer no necesita de “Reformas” para defender la vida dentro de su filosofía retorcida en cambio Lima es otro sujeto incompleto más, uno carente de humanidad, carente de sensibilidad respecto a la vida, dejando una estela de daño irreparable a terceros.

Al final lo que exige el ciudadano es humanidad en los administradores de justicia, ni discursos ni reformas que solo son excusas para volver al sistema judicial en otro grupo de burócratas sin conciencia que se contonean al ritmo de los vientos del poder.

Carlos Armando Cardozo es economista, magister en Desarrollo Sostenible. 



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