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El Tejo | 22/05/2022

Cuando ser daltónico es una ventaja

Juan Cristóbal Soruco
Juan Cristóbal Soruco

Al parecer, el Presidente del Estado ha decidido, lamentablemente, cambiar el perfil bajo en sus apariciones públicas y en la semana que transcurre ha lanzado algunos discursos que provocaron reacciones de sus adversarios, las que sus colaboradores rechazaron con vehemencia.

De ellas, dos son muy llamativas. La primera, porque refleja fielmente la concepción que tienen en el MAS del Estado como una especie de propiedad privada y se refiere al color con el que se pintan las obras públicas construidas con dinero del Tesoro General del Estado, pero presentan como un acto dadivoso del mandatario de turno.

De acuerdo a varios despachos de prensa, el presidente Arce dijo, durante una entrega de obras en el municipio de Cotoca, Santa Cruz, que las obras estatales en ese departamento no podrán ser “pintadas de verde”, sino de color azul. “Vamos pintar de azul a Santa Cruz”, aseguró el mandatario durante su intervención en Cotoca.

Es fácil colegir que el azul es el color que representa al MAS y el verde a la organización que lidera el Gobernador de ese Departamento, Luis Fernando Camacho, quien aprovechó la provocación para aparecer como un entendido en gobernanza: “Las obras no deben tener colores de los partidos, ni azules ni verdes. Sus expresiones son muestras de la pobreza de moral con la que ejerce el cargo. Un funcionario público no puede usar las obras que se pagan con el dinero del pueblo para hacer política partidaria”.

En esta disputa, los daltónicos estamos marginados; pero, lo cierto es que esta discapacidad se convierte en una ventaja, pues al no reconocer los colores, vemos las obras que se inauguran solo como lo que son: construcciones estatales al servicio del bien común, independientemente de quien sea el eventual inquilino del Palacio de Gobierno.

Las declaraciones del Primer Mandatario muestran que él y su entorno están convencidos de que no es Presidente de todos los bolivianos, sino de una fracción, que es la que lo apoya, a la que deben beneficiar, mientras que a la otra se la debe amedrentar. Pero, al mismo tiempo, exigen que todos lo reconozcamos como nuestro presidente, curiosa e inexplicable paradoja.

La otra declaración presidencial, a diferencia de la anterior, es poco menos que incomprensible. Se trata de la explicación que ofreció en el Estado Mayor de Miraflores de un estudio de The Economist Intelligence Unit recientemente conocido, que situó a Bolivia como el país mejor posicionado para resistir los efectos de la invasión rusa a Ucrania en América Latina. De acuerdo al Presidente, “es un orgullo que la comunidad internacional nos coloque entre los países mejor preparados para enfrentar las consecuencias del impacto de un conflicto bélico armado como el de Ucrania, que nace del intento imperialista de sentar hegemonías para continuar explotando y oprimiendo nuestros pueblos, esta nuestra visión explica nuestro voto (de abstención) en las Naciones Unidas”. Además, ese reconocimiento nos “muestra como país soberano, no alineado con los intereses del imperialismo, gracias a esta política soberana, a diferencia de otros países, en Bolivia no hay inflación galopante ni tenemos escasez de alimentos”.

Por más esfuerzos que se haga, no es posible entender cómo el Presidente llega a esa conclusión.

Lamentablemente, en este caso no hay daltonismo que valga, porque la realidad cotidiana, aquella que los libretistas del socialismo del Siglo XXI tratan de ocultar y cambiar, muestra un país dañado profundamente…



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