Se trata de dos aspectos fundamentales de la vida del país que no han sido suficientemente debatidos en la campaña electoral por varias limitaciones impuestas, por un lado, por el autoritarismo creciente en el MAS y el gobierno, y el servilismo que ha mostrado el Órgano Electoral ante el Ejecutivo, y, por el otro, las precarias condiciones en las que ha actuado la oposición.
Pero, si bien esos dos temas serán centrales, hay un previo trámite fundamental: cómo garantizar que el relevo del MAS en el ejercicio del poder sea pacífico y ordenado (reitero, si los resultados de las elecciones expresan lo que la ciudadanía decidió en las urnas y el MAS los respeta, lo que no suele hacer).
En ese proceso y dando por sentado que habrá una segunda vuelta electoral, la figura del candidato de la oposición trasciende lo meramente electoral porque deberá articular una movilización ciudadana que garantice una adecuada transferencia del poder y el apoyo a las medidas que en lo inmediato se deberá adoptar para poder responder a los dos desafíos mencionados.
Lo anterior, empero, puede chocar con otra realidad: que el binomio inconstitucional se alce con una victoria dudosa en primera vuelta o que decida, como lo hizo con el referendo constitucional del 21 de febrero de 2016, desconocer los resultados, desconociendo la voluntad popular y buscar alguna manera de prorrogarse en el ejercicio del poder.
En este extremo, nuevamente tocará al candidato opositor que más respaldo tenga organizar y encabezar las tareas que conduzcan al restablecimiento de la democracia en el país.
No se trata de meras especulaciones. Creo que el ciclo del MAS ha terminado y lo ha hecho, precisamente, el 21 de febrero de 2016, cuando a iniciativa de los adherentes del propio MAS se consultó a la población si aceptaba modificar el artículo 168 de la Constitución para viabilizar una nueva postulación de Evo Morales y Álvaro García Linera. Por mayoría absoluta, la ciudadanía rechazó esa propuesta, rechazo que el MAS no acató, dando comienzo a su propia defenestración.
Espero no equivocarme al afirmar que los resultados provisionales difundidos anoche ratifican la pérdida de apoyo del MAS. El voto de la oposición sobrepasa el 50 por ciento y si algún grado de dignidad queda a algunos de sus dirigentes y autoridades, lo que corresponde es que respeten el veredicto de la gente y permitan que el país camine por los senderos que ésta ha definido.
Hoy, pues, comienza una nueva etapa de nuestra historia, pues ha concluido la que comenzó el 21 de febrero de 2016 que, a su vez, marcó el fin del ciclo del MAS que comenzó en 2006.
Se nos viene un tiempo complicado, lleno de incertidumbre, pero que será posible enfrentar con éxito, como el país ya lo hizo en el pasado, particular al fin del ciclo militar en 1982.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.