Qué voy a hacer… soy de los ilusos que creía que el 6 de
agosto pasado las presidentas del Estado y de la Cámara de Senadores
aprovecharían la efeméride patria para demostrar que estaban a la altura de
responder a los desafíos que el azar les puso en su vida política.
Pero, Eva Copa, la titular de la Cámara de Senadores, convirtió la solemne sesión de apertura de sesiones de la Asamblea Legislativa en una reunión más de dirigentes del MAS, en la que ostentaron todas las actitudes por las que, el año pasado, su jefe tuvo que fugar del país, junto a su corte de áulicos.
Al boicotear que la Presidenta del Estado presente su informe a la Nación, como establece la Constitución, no sólo demostraron su servil dependencia de Buenos Aires, sino también su insensibilidad ante los duros momentos que atraviesa el país y su disposición a mantener la decisión de seguir inmolando a sus militantes en aras de la megalomanía del ex mandatario fugado.
Por su parte, la primera mandataria, Jeanine Añez, desaprovechó una vez más la oportunidad de pasar a la historia como la líder que se comprometió a llevar adelante las tareas de pacificar el país y ayudar a que se realicen elecciones transparentes. En aras de sus ambiciones y de las de su corte de áulicos, sucumbió en la tentación de convertirse ella misma en candidata presidencial, trocando la posibilidad de pasar a la historia como una líder que honró su compromiso ante la nación, por el goce cortísimo del ejercicio del poder.
Su discurso pareció, más que informe, una arenga proselitista, en la que con total falta de respeto agredió a los otros candidatos presidenciales y a los miembros de los otros órganos de poder, repitiendo lo que hasta el 6 de agosto se creía que eran descabelladas actitudes de algunos de sus estrechos colaboradores. Particularmente fueron impertinentes y hasta aviesas sus referencias al presidente del Órgano Electoral Plurinacional (OEP). No está de más recordar que esta personalidad fue nombrada como vocal del TSE por ella misma, que lo hizo cuando aún no era candidata y, por tanto, cumplía su compromiso de velar por un transparente proceso electoral. Hoy, que además es candidata, es notoria su decisión de presionar a su par, abriendo el campo a las peores susceptibilidades, como la que quisiera que éste se ponga a órdenes de su campaña electoral.
Ese estéril enfrentamiento entre las presidentas del país y de la Cámara de Senadores este 6 de agosto ha permitido la expansión del desánimo y el pesimismo. Más aún cuando las huestes del exmandatario fugado asumen actitudes criminales como la de bloquear caminos en tiempos de pandemia y así bloquear también el suministro de oxígeno a los centros hospitalarios, elemento que es indispensable para el tratamiento de quienes han sido afectados por el coronavirus.
Mientras tanto, las autoridades llamadas a mantener el orden en el país, como son los ministros de Defensa y Gobierno, pierden sus energías oficiando de operadores electorales de la Primera Mandataria y tratan de pescar en río revuelto.
En ese contexto, cuesta mantener la fe en que las cosas mejorarán una vez que se realicen las elecciones generales de octubre próximo, fecha que, por el momento, parece muy lejana en la medida en que, particularmente en las redes sociales, aumentan quienes ya abiertamente reclaman un gobierno de fuerza, que se suman a los dirigentes que, sabiendo que en las elecciones no cosecharán lo que quisieran, buscan que se anule el proceso electoral, y tratan de movilizar corporaciones poco legítimas, como los comités cívicos, con ese propósito.
Triste ha sido este 6 de agosto, pues quienes pudieron ser conductoras de un proceso de pacificación y democratización del país, han caído en la tentación de optar por el interés de corto plazo…
Juan Cristóbal Soruco es periodista.