Para quienes seguimos los avatares de los masistas la semana pasada se ha develado la diferencia entre las escuelas de formación de dirigentes del MAS promovidas por el vicepresidente del Estado (en una de sus versiones, por supuesto) y las impulsadas desde el Chapare por el expresidente fugado.
Recordarán amigos lectores que luego de un ampliado, los dirigentes del MAS prohibieron al vice seguir organizando desde la Vicepresidencia del Estado cursos de formación de cuadros, pues esa función estaría exclusivamente bajo su responsabilidad para mantener la fuerza de la ideología del MAS.
El vice, sin embargo, por lo menos públicamente, se atrevió a cuestionar amable pero firmemente esa decisión señalando que podía hacerlo si de veras se quería formar gente de recambio del partido y del proceso por este impulsado.
Sobrevino, ante esa insolencia y utilizando términos católicos, la amenaza de un anatema y entonces apareció el presidente del Estado (que, por si acaso, lo hay en la vida cotidiana y no solo cuando se le instruye recordar que no hubo fraude sino golpe) buscando solucionar el conflicto, lo que se alcanzó de una forma salomónica: El vice seguiría formando cuadros (no “sus” cuadros”) pero el aval lo daría el Chapare…
Nos olvidamos un tiempo del tema hasta el pasado martes, cuando se difundió la partecita de una conferencia magistral del viceministro de Coordinación Gubernamental, Gustavo Torrico, en la inauguración de un curso de formación política e ideológica de ese partido en la ciudad de El Alto. En ella se le escucha afirmar, en tono de crítica a la actuación de los masistas en El Alto en las elecciones subnacionales que “Si fuéramos tan comprometidos con el MAS, discúlpeme la frase, ‘ni por putas la loca sería pues alcaldesa de El Alto” y, luego, agregar una preocupante frase: “la lucha es diferente en este periodo” …
Con esos antecedentes se puede armar el siguiente escenario: hay dos líneas de formación de los militantes del MAS. Una es impulsada por el vice, más dirigida a preparar futuros líderes que garanticen el recambio de los dirigentes y la renovación teórica e ideológica de su pensamiento y así dar continuidad al proyecto político que ese partido proponía al país y que se agotó con la renuncia de Morales.
La otra línea es la formación no de cuadros de recambio sino de futuros “killers” que, por un lado, cuiden a Morales y su corte de áulicos, y, por el otro, impongan, más a las malas que a las buenas, la disciplina partidaria interna, y sean la fuerza de choque contra las oposiciones. Esta es la que predomina en el Chapare si nos atenemos a declaraciones de Morales y de uno de los guardianes de la ortodoxia evista, militar de profesión, con estudios en la Escuela de las Américas, y necrófilo (“Atracción por la muerte o por alguno de sus aspectos”) militante.
No está demás señalar que el viceministro Torrico sigue esta línea como demuestra no solo lo que dice -y dice barbaridades- sino por lo que ha hecho y hace agrediendo violentamente a opositores, hombres y mujeres.
Por eso, no tiene connotación pacífica aquello de que “la lucha es diferente en este periodo”…
Juan Cristóbal Soruco es periodista