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10/05/2021
Posición Adelantada

Corrigiendo una injusticia con otra: Debate sobre racismo

Antonio Saravia
Antonio Saravia

Aquí va mi respuesta al artículo de Fernando Molina publicado el domingo 2 de mayo en Brújula Digital (“¿A todos según sus méritos? Debate sobre racismo”). Fernando y yo hemos acordado debatir públicamente el importantísimo tema del racismo en Bolivia a través de artículos de opinión. La presente entrega cierra el primer round de un duelo pactado a dos.

El racismo es una actitud ciertamente deplorable y en eso Fernando y yo estamos de acuerdo. Mi crítica está dirigida a su planteamiento de “empoderamiento indígena” como medida para vencer lo que él llama “racismo estructural” en el país. Esta posición es muy similar a la del movimiento Black Lives Matter de Estados Unidos y la Teoría Crítica de la Raza (TCR) que se ha puesto tan de moda en ese país. Estoy sinceramente convencido de que este planteamiento es muy peligroso, tanto aquí como en el país del norte.

La TCR tiene su origen en un movimiento académico de los años 30 denominado Teoría Crítica. Este movimiento buscaba criticar a la sociedad y la cultura para confrontar las “estructuras de poder”. La TCR hace lo mismo, pero centrándose en las estructuras de poder raciales. Mientras la Teoría Crítica argumentaba que los resultados en términos de desarrollo estaban fuertemente condicionados por la estructura de clases, la TCR argumenta que estos están fuertemente condicionados por la estructura racial. Esto no debería sorprender considerando que la Teoría Crítica y la TCR tienen sus raíces en el marxismo (la Teoría Crítica fue desarrollada por miembros de la Escuela de Frankfurt).

De acuerdo a la TCR, por tanto, las aspiraciones de desarrollo de grupos históricamente discriminados requieren romper la estructura racial a través del empoderamiento de estos grupos (e.g. discriminación positiva, cupos, pagos reparativos, etc.) y la denuncia y eliminación del “privilegio,” o lo que Fernando llama las “posiciones de clase”, de los blancos. Y esto, sin considerar si tal privilegio o posición fue justamente adquirida. Este punto es crucial. Para la TCR, y para Fernando, si eres blanco debes necesariamente cuestionarte todos tus logros o privilegios porque una buena parte de ellos se debe a injusticias históricas cometidas por tus antepasados en un sistema intrínsecamente racista. Si no lo haces, de acuerdo a Fernando, “sumas tu racismo subjetivo al racismo objetivo del sistema heredado”.

Fernando sugiere, por ejemplo, que los que ocupan “posiciones superiores” en la sociedad (banqueros, empresarios, profesionales, etc.) son mayoritariamente blancos. Los indígenas, en cambio, ocupan posiciones en el servicio doméstico, la albañilería, etc. Habría que hilar esta aseveración con mucho más cuidado, por supuesto, pero asumamos por ahora que es así. Para Fernando, esta división del trabajo étnico-racial en Bolivia es injusta e inmoral aun si los blancos de hoy no son racistas o si los indígenas no son virtuosos. Esta división étnico-racial es injusta e inmoral de partida y sin remedio porque los antepasados de unos oprimieron a los antepasados de otros y esto genera una dependencia perversa a través del tiempo. 

Fernando asevera entonces que, si yo creo que esta división étnico-racial en Bolivia es justa y moral, entonces estaría sugiriendo “que los indígenas no tienen méritos para hacer otras cosas” y, por lo tanto, mi opinión sería racista. Pero noten la falsa equivalencia en el planteamiento. Fernando asume que el mérito viene dado por la pertenencia o no a un colectivo racial y no por las virtudes del individuo. Esto es simplemente falso. Ser indígena o no indígena no tiene relevancia alguna en tener o no méritos para ser banquero o empresario. El mérito se gana, no viene dado por el origen étnico.

Una pregunta diferente, y más interesante, hubiera sido si pienso que para los indígenas es más difícil acumular méritos para ser banquero, empresario, etc., dadas las injustas circunstancias históricas que vivieron sus antepasados. Otra vez, cada individuo es diferente, pero en general, mi respuesta a esta pregunta sería que probablemente sí. El bisnieto de un empresario minero probablemente tuvo más oportunidades para acumular méritos que el bisnieto del pongo de ese empresario. Ya me imagino aquí a Fernando diciendo “¡ajá!, por eso debemos empoderar al bisnieto del pongo y cuestionar el privilegio del bisnieto del empresario”.

Pero hacer eso sería simplemente tratar de corregir una injusticia histórica con una injusticia actual. Empoderar al indígena dándole cupos o bonos solo por ser indígena y cuestionar los logros de los blancos aun si estos no son racistas y trabajaron para obtener lo que tienen, es injusto e inmoral. No podemos corregir errores históricos simplemente volcando la tortilla. Esto no es lo que pedían ni Martin Luther King ni Nelson Mandela. Lo que ellos pedían era igualdad estricta ante la ley. Eso sí es justo y necesario.

El “empoderamiento” tiene además efectos perversos en las nuevas generaciones. Los jóvenes indígenas crecerán pensando que son víctimas y deben demandar compensaciones desde que nacen. Los jóvenes blancos resentirán tener que sentirse culpables y cuestionar sus logros solo por haber nacido blancos. Esto es peligrosísimo porque nos lleva a una sociedad permanentemente fracturada.

Les digo más. A estas alturas, todos (el 99.9% de los bolivianos) tenemos algo de blanco y algo de indígena. Es decir, somos mestizos. ¿A quién entonces empoderamos? ¿A quién le cuestionamos su privilegio? ¿Deberíamos hacer pruebas de ADN y ver cuanto de indígena y cuanto de blanco tiene cada uno? ¿Si tienes más del 50% de indígena entonces te empoderamos? ¿Qué tal un 40%? Y ya que estamos, ¿deberían los descendientes de los urus cuestionar a los descendientes de los aymaras por haber sido los primeros invadidos y desplazados por los segundos? Seguir ese camino no solo es ridículo sino repugnante.

Fernando y yo consideramos el racismo deplorable, pero yo no estoy de acuerdo en trasladar culpas a nuevas generaciones. Sospecho sin embargo que tenemos otro punto de convergencia. Nos interesa que indígenas (y blancos) superen la pobreza. Y ahí la evidencia es muy clara. Países en los que existe igualdad estricta ante la ley y libertad económica han sido muy exitosos sacando a la gente de la pobreza. Eso sí funciona, el empoderamiento forzoso no.

Antonio Saravia es PhD en economía (Twitter: @tufisaravia).



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