Desde que la pandemia del coronavirus irrumpió cruelmente en
nuestra normalidad, se organizaron nueve elecciones en el mundo. Fueron a votar
con barbijo en Corea del Sur (15 de abril), Surinam (25 de mayo), Francia
(municipales, 28 de junio), Polonia (dos vueltas, 28 de junio y 12 de julio), Rusia
(referéndum, 1 de julio) República Dominicana (5 de julio), además del País
Vasco y Galicia (12 de julio) en España.
Los comicios programados aún hasta fin de año son los municipales de Uruguay, el 25 de septiembre; los presidenciales de Bolivia, el 18 de octubre y el referéndum en Chile fijado para el 25 del mismo mes. En Paraguay, donde hay solo 45 muertos por la enfermedad, las elecciones internas de los partidos y las justas municipales fueron aplazadas hasta el próximo año. Allí toda cautela fue poca.
La regla general de nuestra revisión es que las fechas originales del sufragio se postergaron por la situación sanitaria solo por tres o cuatro meses. Paraguay, que lo hizo por un año, es la excepción del conjunto analizado.
Otro criterio a considerar es que la mayoría de los países que se atrevieron a votar con barbijo ya estaba en la zona descendente de la curva de contagios, nos referimos a las naciones de Asia y Europa (seis de las nueve elecciones consideradas). Solo para citar un ejemplo, en Francia, el día de los comicios se habían acumulado 29.770 fallecidos por coronavirus, hoy son 30.223. Si algún impacto hubo, las elecciones habrían incrementado la mortalidad en un 2%. A pesar de ello, solo un 41% de los franceses hizo filas distanciadas para votar. Los polacos fueron más audaces, batieron una marca de participación por encima del 60%, solo cinco puntos por debajo de los dominicanos. Al parecer, la decisión de sufragar arriesgando un contagio depende más de la relevancia del juego político que de los gráficos epidemiológicos.
Los ensayos electorales más audaces con pandemia ocurrieron sin duda en Rusia, el cuarto país más golpeado del mundo, y la República Dominicana, donde, pese a todos los pronósticos pesimistas, no parece haber signos visibles de arrepentimiento. Si confiamos en las cifras oficiales, el día del voto, Rusia registró 6.556 nuevos contagios. La cifra diaria ha bajado hoy ligeramente a 5.395. El número de muertos rusos acumulados en el mismo periodo pasó de 9.536 a 13.504. La curva ha seguido entonces en ascenso y votar no parece haber agravado la ya de por sí triste realidad.
Vayamos ahora al ejemplo dominicano, el que más se acerca a la situación de Bolivia. En aquella región del Caribe, el día de los comicios se registraron 1.241 nuevos contagios. Al 27 de julio, el registro análogo era de 1.248, es decir, más continuidad que salto. Sin embargo un día antes, se acababa de batir el récord de más de dos mil nuevos enfermos en aquella mitad de la isla. Hasta el 5 de julio, el día electoral, habían muerto 794 dominicanos, ahora ya sobrepasaron los mil. Eso implica un incremento del 20%. Si se hace un corte previo a las elecciones, veremos que el ritmo de la pendiente, si bien sigue ascendiendo, lo hace a un ritmo menor. Entre la jornada de los comicios y ahora, los muertos diarios allí oscilan entre los cinco, durante la emisión del voto, hasta los 30 fallecidos, el 24 de julio, la cifra más alta.
En Surinam, la situación sanitaria el día del sufragio parecía bajo pleno control, se habían contado apenas 11 casos al abrir las urnas. Hoy, aunque solo han muerto 24 personas, la ola de contagios ha superado los 1.500. Es el único país que habiendo votado con barbijos, quizás no los suficientes, experimenta un ascenso que parece explosivo.
Hace un poco más de un mes (19 de junio), con igual cantidad de habitantes, Bolivia y la República Dominicana estaban en el mismo renglón de las tablas. Ambos tenían exactamente la misma cantidad de fallecidos por millón de habitantes (60). Cuarenta días más tarde, Bolivia ya tiene el doble de fallecidos por millón de habitantes que Dominicana (233 contra 101) y casi el triple de muertos por coronavirus que el país caribeño. En consecuencia, sin haber realizado elecciones, en las últimas cinco semanas, Bolivia ha empeorado notablemente con respecto a su par en el norte.
Estos datos revelan que los bolivianos debatimos acaloradamente sin darle un solo vistazo previo a la información disponible. Las elecciones no parecen haber sido, en ninguna parte (salvo Surinam), un motor relevante de la pandemia, lo cual separa ostensiblemente la crisis política de la sanitaria, salvo que alguien nos demuestre, sin insultos, lo contrario.
Rafael Archondo es periodista.