Hay que decirlo con todas las letras y levantando a la cima el sustantivo: ¡ganó la derecha! pues Quiroga (26,70%), Doria Medina (19,69%), Reyes Villa (6,75%) y Paz (32,06%) representan desde la derecha hasta la centro-derecha. En todos ellos, los contenidos son de derecha, aunque el fraseo en uno de los casos tenga ribetes populares.
Lo sustantivo son las propuestas, a kilómetros de distancia de las que en 2005 ofreció con la frente en alto el MAS. Entre los cuatro partidos suman el 85,20 % de los votos. Esto es, a la vez, la chispa y el fuego. Su significado es inocultable: representa el fracaso del MAS en todas sus vertientes, la de todos sus candidatos y la de sus praxis políticas. Lo suyo es la arena y el desierto.
Al MAS no lo mataron, se suicidó. Lo mataron quienes decían que más lo amaban. Pero…
…pero ahora Morales, en un sofisma alambicado propio de un traficante de palabras, nos quiere hacer creer que los votantes del MAS fueron a dar con sus huesos al PDC. ¿Votantes propiedad del MAS, como los borregos del pastor? Aceptemos la proposición: esos votantes antes decidieron respaldar al MAS, pero hoy decidieron hacerlo por el PDC. Su apoyo fue condicional y coyuntural, pero como todo voto no es definitivo ni perenne. Porque el voto representa siempre una apuesta condicional: si cumples lo que prometes y vamos a mejor, entonces te sigo respaldando; pero si no cumples lo que prometes y vamos a peor, entonces te retiro mi apoyo. Punto.
El MAS perdió el respaldo porque nos llevó a la peor decadencia de nuestra historia; la derecha ganó abrumadoramente porque promete llevarnos a mejor. Le tocará cumplir, porque en política todos somos hijos del apóstol Santo Tomás.
Cuidado, mucho cuidado con ponerse a jugar a las cartas con Evo Morales. ¿Quién se atreve a ser el demiurgo nacional que quiere jugar con fuego? La ambición de poder no puede ni debe llegar tan lejos. A esta derecha recalificada por el voto mayoritario le toca asumir el poder en una conjunción disyuntiva: siempre junta en lo sustantivo y mirando el bien común, y siempre en disputa electoral cuando toque asistir a las urnas y mirando el bien partidario.
De esta manera lograrán hacer andar una democracia que durante una década abandonó lo sustantivo y solo abonó el personalismo de sus jefazos. Esta debiera ser una enseñanza y una segunda piel para las cuatro cabezas partidarias del nuevo sistema de partidos.
César Rojas es conflictólogo.