En varios artículos previos en Brújula Digital me referí a las características de la violencia política que se produjo en los momentos de salida o expulsión de los regímenes populistas en Bolivia.
Retornemos una vez más a la mirada de uno de los dos momentos cruciales en la comprensión de la violencia política populista, identificados en la historia nacional próxima del siglo XX. Como lo veremos una vez más, hay ciertos rasgos políticos que permanecen y que ahora resaltaremos.
1. La violencia política en 1964.
En 1964, el entonces enorme MNR que abarcaba a una gran parte de la sociedad boliviana, ingresó en una confrontación interna que movilizaba a las bases sociales de cada una de las facciones en pugna, poniendo incluso en riesgo la estabilidad y permanencia del propio gobierno del MNR a la cabeza de Paz Estenssoro y Barrientos Ortuño.
Los fuertes conflictos internos se acentuaban en sus rasgos de violencia, sobre todo por la presencia de las llamadas “milicias armadas” que el propio MNR había creado para la defensa de la Reforma Agraria y la Nacionalización de las minas, por un lado, y por el alto grado de organización logrado y la ideología radical de la COB y –por entonces– su alto numeroso proletariado minero.
Todas las facciones se nombraban a sí mismas como el verdadero nacionalismo revolucionario, solo que en visiones y posiciones diferentes respecto del destino futuro del país. Ese enorme movimiento ahora fragmentado, prácticamente dominaba el escenario político nacional. Su ala de izquierda radical estaba representada por Lechín y sus veleidades trotskistas; la izquierda moderada tenia a Hernán Siles a la cabeza; un centro que se pretendía articulador pero oscilante y tremendamente débil estaba en manos de Victo Paz; la incipiente derecha liberal que movilizaba sus bases urbanas y rurales tenía como líder a Guevara Arze.
El contexto de la guerra fría en el mundo bipolar de los años 60 del siglo XX, y los intentos de la ex URSS de meterse en América Latina a través de las acciones de Cuba, terminó definiendo la suerte del nacionalismo revolucionario en todas sus facciones. El entonces vicepresidente Barrientos, que era a la vez miembro de la célula militar del MNR y poderoso Jefe de las Fuerzas Armadas, decidió cortar con todo y asumir personalmente el Gobierno con apoyo militar y campesino. La historia posterior será una sucesión de militares que, más a la izquierda o más a la derecha, pretendían representar al “verdadero” nacionalismo revolucionario, pero prácticamente sin los riesgos que implicaban las facciones del MNR (incluso el acuerdo de Banzer con Paz en 1971 solo duró hasta noviembre del 74).
2. La violencia política entre evistas y arcistas hoy.
No es casual, entonces, la semejanza entre lo ocurrido en 1964 con lo que está pasando al interior del enorme MAS, con sus pugnas entre evistas y arcistas. Ambos regímenes (el del MNR y el del MAS) podrían ser llamados técnicamente “populistas”, por las razones que ya se han señalado en otro artículo de Brújula Digital.
Dicho esto, y ya en la actualidad, un antecedente de extrema violencia en la salida de un régimen populista es lo que vimos con la huida de Evo Morales y su elite de Gobierno. Cuatro fueron las fuentes de violencia que se visibilizaron claramente la crisis política de noviembre de 2019: 1) el miniaparato armado de cocaleros del Chapare, 2) las masas sociales del IPSP urbano, es decir transportistas, gremiales y vecinos de sectores populares, 3) los individuos armados con aparente entrenamiento militar, y 4) los pequeños grupos de choque al estilo de milicias urbanas de la época guerrillera.
Con estos hechos como marco, vale la pena observar que es lo que está ocurriendo a septiembre de 2024 y como esto puede condicionar la vida política y la democracia boliviana en los siguientes meses y hasta las elecciones de agosto de 2025.
En la ya larga pugna entre Evo y Arce que empezó en 2021, no hay una victoria clara para ninguno de ellos. En el fondo esta lo que hemos llamado “la disputa del poder popular”; es decir, los intentos de uno y otro por quedarse con las organizaciones sociales del IPSP, sobre todo las rurales por el carácter central asignado por el populismo del MAS al supuesto nuevo actor histórico llamado por ellos “campesino indígena originario”
A este septiembre, en lo social parece haberse fortalecido parcialmente el evismo con el apoyo de varias Federaciones departamentales de Campesinos y de Colonizadores (interculturales), y algunos sectores de gremiales urbanos. Sin embargo, Arce parece permanecer fuerte en su base social urbana asentada en los miles de funcionarios del aparato estatal y en la esmirriada COB dirigida por Huarachi.
Sin embargo, la confrontación no ha pasado de los silletazos, algunos latigazos, golpes de puño, supuestas expulsiones mutuas, y amenazas de juicios, lo que lleva a pensar en la posibilidad real de que algún momento próximo, ambos líderes populistas lleguen a un abrazo cordial para superar diferencias que hasta el momento no parecen ser las profundas distancias ideológicas que marcaron a los líderes del MNR en 1964. Más allá de los intentos de deshacerse de Evo que realiza Arce con su manipulación del Tribunal Constitucional y del Tribunal Electoral, incluido el Referéndum que podría hacerse o, la sangre entre las facciones masistas no ha llegado al rio, aunque el daño a la economía nacional ya se ha hecho claramente visible. Así, la violencia al interior del MAS parece ser algo planificado y controlado.
Y ya para cerrar, señalar que incluso lo ocurrido con el supuesto golpe de la plaza Murillo (que pareció una charla de viejos conocidos), hace ver que quizá el propio MAS sigue en la búsqueda de otro Zúniga más exitoso o una especie de Barrientos Ortuño que le saque las papas calientes del fuego para evitar la llegada al poder en 2025 de los odiados derechistas.
Carlos Hugo Laruta es sociólogo y docente investigador de la UMSA.