El 24 de marzo de 2015, aniversario del
último golpe militar en Argentina, la periodista Miriam Lewin fue invitada al
programa de televisión “Almorzando con Mirtha Legrand” para hablar acerca de la
feroz dictadura encabezada por Videla, Massera y Agosti. Al ingresar fue
advertida por un productor veterano que la entrevistadora le haría algunas
preguntas inconvenientes y que debía estar preparada. Comenzó la entrevista y,
tal cual se lo advirtieron, llegó la pregunta: “¿Era verdad que vos salías con
el ‘Tigre’ Acosta?”
El tal “Tigre” fue uno de los más feroces represores y torturadores de la dictadura. Capitán de Corbeta, llegó a ser comandante de la temible “Escuela de Mecánica de la Armada” (ESMA), uno de los múltiples sitios en los que el pueblo argentino fue vejado en la persona de hombres, mujeres, niños y adultos mayores que desfilaron por sus instalaciones. Los que llegaban ahí eran invariablemente torturados y en muchos casos adormecidos para ser lanzados luego al mar. El “Tigre”, que de niño tenía en su casa un patíbulo en el que asesinaba a aves y gatos, hizo después lo mismo con seres humanos; podía competir en crueldad y sadismo con Julio Simón (“Turco Julián”) o con Miguel Astiz, (“Ángel rubio de la muerte”).
- ¿Cómo que “salía”?, retrucó la entrevistada.
- Bueno… Si es verdad que salían a cenar. Eso dice la gente, repreguntó la entrevistadora.
- Sí, es verdad. Nosotras mismos lo relatamos en el libro “En ese infierno” que escribimos sobre lo que vivimos en el campo. Nos sacaban a cenar. No salíamos por nuestros propios medios. No teníamos derecho a negarnos. Éramos prisioneras. Nos venían a buscar los guardias en plena noche y nos llevaban. A una compañera, Cristina Aldini, el “Tigre” Acosta la llevó a bailar a Mau después del asesinato de su marido.
Esta narración viene a cuento de lo sucedido hace pocos días atrás con César Apaza, dirigente del Comité de Movilizaciones de ADEPCOCA, que encabezó la resistencia contra la apertura del mercado ilegal de coca en Villa el Carmen, que el Gobierno de Luis Arce prohijó a través de un sujeto apellidado Alanes.
Encarcelado por 478 días, acusado falsamente, sin ninguna prueba, de haber encabezado la quema del mercado paralelo, fue detenido violentamente y torturado por los “verde olivo” con tanta vehemencia, que quedó paralítico de medio cuerpo y con su salud seriamente quebrantada. Para no morir en la cárcel se sometió a un proceso abreviado y se declaró culpable del delito que falsamente le imputaron.
¿Alguien puede juzgar a César por lo que hizo? No, porque nadie está en sus zapatos. Como tampoco se puede juzgar a los oficiales que conformaron el último Alto Mando del expresidente fugado que, de otro modo, se verían en peor situación que la que tienen ahora. ¿Cuál fue el “delito” de estos últimos? No permitir que Bolivia arda, como pretendía Morales al provocar el vacío de poder en 2019.
Los sujetos que torturan a los disidentes y opositores al MAS: jueces, fiscales, policías y personeros de Régimen Penitenciario, se parecen, ¡y mucho! al “Tigre” Acosta. Son despreciables por ladinos y por HDP (hombres del proceso). Torturan a la expresidenta constitucional transitoria Jeanine Añez o a sus exministros Eidy Roca, Guzmán y Coimbra, como torturaron hasta asesinar a Marco Antonio Aramayo o a José María Bakovic, entre muchos otros.
Se parecen ¡y mucho! a un exministro de Gobierno de Morales que sacaba a los encarcelados cruceños detenidos por los inventados casos “terrorismo” a pasear por la ciudad de La Paz por las noches y decirles que, si se declaraban culpables y colaboraban con el régimen, recobrarían su libertad. El mismo infeliz que, para supuestamente mejorar las condiciones de reclusión de los encarcelados pretendía obligar a sus esposas a acostarse con él.
Todos ellos son como los violadores, para quienes la violación no es un acto sexual, sino una agresión relacionada con la voluntad de ganar. Los violadores tratan de hacerse con el control de un objeto, la mujer, a la cual hacen suya a la fuerza, como bestias.
Y así se satisfacen, del mismo modo que los gobernantes que ahora tiene Bolivia, que diariamente engrosan la lista de quienes, obligados por las circunstancias y en posición de extrema debilidad, tienen que declararse culpables de delitos que nunca cometieron.
Así pasó con Elod Toaso y Mario Tadic, con los exministros Coimbra y Guzmán; y seguirá pasando mientras Bolivia tenga una administración de justicia sometida a los dictados del Ejecutivo.
Señores masistas de uno y otro bando, nadie cree sus patrañas. Ustedes actúan como vulgares violadores.
Nota. El diálogo incluido al inicio de la columna ha sido tomado del libro “Putas y Guerrilleras. Crímenes sexuales en los centros clandestinos de detención”, de las autoras Miriam Lewin y Olga Wornat.