Es un privilegio repetido para un andino del sur estar en tierras colombianas para tomarle el pulso a su política y a su cotidianidad. A propósito, parte de esta cotidianidad es que el presidente Petro falte a sus citas. Los maledicentes lo atribuyen a sus amores por los manjares del trasnoche, pero en esas delicadas materias es mejor ceñirse a la prueba, no a los dichos.
Justamente esta semana el presidente Petro faltó en la isla de San Andrés, donde lo esperaban y donde dejó a su canciller Álvaro Leyva como encargado de los honores de oír el fallo y transmitir la algarabía por una victoria colombiana.
La prensa colombiana tiene bien marcado a su Presidente y sabía que el viaje a San Andrés estaba previsto en su agenda, que el avión presidencial estaba listo para partir y que Petro se había pronunciado sobre el positivo fallo solo a las 9:01 del jueves pasado, casi media hora después de que los resultados de La Haya se conocieran.
Como Chile a Bolivia el 2018, Colombia ha vencido en su litigio contra Nicaragua ante la Corte de La Haya, en el que Nicaragua alegaba derechos a extender su plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas medidas desde su línea base sobre el Mar Caribe. El fallo llegó después de más de una década de que Nicaragua planteara su demanda. Ninguna de las peticiones nicaragüenses de esta demanda tuvo éxito en La Haya, tal como ocurrió con la demanda boliviana a Chile en el fallo de octubre de 2018.
La sentencia de La Haya ha llegado en momentos algo peculiares de la relación entre Managua y Bogotá. El embajador colombiano en Nicaragua, León Fredy Muñoz, un miembro del bloque político de Petro, declaró ante los medios nicaragüenses su felicidad por ser embajador en Nicaragua y porque el pueblo esté “convencido de su revolución”, y lo hizo engalanado con símbolos del Frente Sandinista de Liberación Nacional, a estas alturas ya solo el partido de los esposos Ortega. Además de inmiscuirse en asuntos de los nicaragüenses, el embajador dejó patidifusa a la diplomacia bogotana, pues no es un gran momento para hablar de los goces del pueblo nicaragüense y de su amada revolución. El embajador colombiano ha sido llamado por su Cancillería esta semana y la Procuraduría General le ha abierto una causa disciplinaria.
Es de anotar, sin embargo, que Colombia mantiene relaciones con Nicaragua pese a sus litigios y a sus diferencias seculares. Tampoco la severidad de la dictadura de Ortega ha sido óbice para que, fijando su interés nacional, Colombia persista en sus relaciones con Nicaragua. A los bolivianos nos toca aprender de lo que pasa en la región, pues para aprender no es necesario ir a Estados Unidos o a Europa ni tampoco recibir lecciones de La Habana o Beijing.
Pese, entonces a ese su embajador en Managua, Colombia celebra la que es la mayor victoria judicial en las últimas décadas, a decir de uno de los miembros del equipo colombiano. El triunfo colombiano puede bien conectarse con el desempeño chileno en sus litigios con Bolivia, pues la cercanía de las cancillerías chilena y colombiana es de antigua data, al grado que Colombia compartió con Chile su experiencia en sus varios litigios con Nicaragua. Colombia lleva más de 20 años en ese tren de juicios, así que tiene pericia que transmitir. Lo mismo funcionó también al revés. Es probable que la participación del “inventor de la demanda boliviana”, el español Antonio Remiro Brotons, fuera fruto del consejo de los nicaragüenses a Evo Morales. Brotons fue asesor de Nicaragua en la demanda por límites entre Nicaragua y Colombia resuelta en 2012 que modificó los lindes marítimos entre ambos países.
Colombia festeja así su triunfo en medio de la convergencia de sus expresidentes y de una tarea que ha tomado varios períodos presidenciales de trabajo continuo. Otra cosa que podríamos aprender de nuestros hermanos colombianos es que, a pesar de sus guerras, pueden colaborar para el fin nacional por ciclos que comprenden el mandato de varios presidentes enfrentados entre sí.
Gonzalo Mendieta Romero es abogado.