De un tiempo a esta parte todo parece estar al revés. Las conductas que antes eran democráticas hoy son vistas como conspirativas y son golpistas los que piden decisiones de consenso. Lo que antes era de izquierda hoy se ve como de derecha y nadie sabe realmente dónde está parado.
En Bolivia, por ejemplo, ser de derecha es apoyar la realización del Censo el 2023 para despejar cualquier duda sobre la administración política de los tiempos censales y asegurar que las regiones más pobladas accedan a más recursos para atender las necesidades de la población.
Ser de derecha es alarmarse cuando a un grupo de mineros ricos no solo se les permite meterse en áreas protegidas y contaminar los ríos con mercurio, sino que además se les hace una rebajita de impuestos.
Ser golpista es pedir que se respete la independencia de poderes para que la Asamblea fiscalice y el Órgano Judicial haga justicia.
Ser de derecha es pedir que haya menos coca para la cocaína y otros productos para un desarrollo agrícola dentro de la legalidad.
Ser de derecha es demandar que la lucha contra el contrabando no sea un cuento y que finalmente se haga algo para evitar que la industria local desaparezca con todo y los empleos que genera.
Ser de derecha es plantear que a los empresarios no se los trate como enemigos.
Ser golpista es exigir que se respete la libertad de expresión, que no se persiga al que discrepa, ni se inventen delitos para encarcelar a los opositores.
Ser de derecha es exigir que se luche contra la corrupción en las instituciones públicas y se sancione verdaderamente a quienes se enriquecen a costa de los recursos públicos.
Ser golpista es promover el diálogo y rechazar el uso de la violencia o el engaño para la solución de los conflictos.
Ser de derecha es pedir que se respete la autonomía e independencia de la COB y la CSUTCB, entre otras instituciones que han sido avasalladas.
Ser de derecha es criticar el autoritarismo, la intolerancia o la soberbia que contamina el comportamiento de algunas autoridades.
Ser de derecha es cuestionar el respaldo del gobierno a regímenes como los de Rusia e Iran que invaden a sus vecinos y maltratan a sus mujeres por el simple hecho de querer arrancarse el velo de la discriminación.
Ser de derecha es denunciar las violaciones a los derechos humanos y solidarizarse con los pueblos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, que no saben lo que es la libertad desde hace décadas.
Ser de derecha o golpista es creer que podemos vivir en un país donde se practiquen los valores democráticos.
Ser de derecha o golpista, en fin, en la segunda década del siglo XXI, es como ser de izquierda o revolucionario en los muy lejanos años setenta del siglo pasado. Son los caprichos de la historia.
Hernán Terrazas E.