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El Satélite de la Luna | 18/02/2023

Capitalismo salvaje (de Estado)

Francesco Zaratti
Francesco Zaratti

Desde mi juventudhe sentido una repulsión innata pora el capitalismo “salvaje”, el que explota al hombre, le roba su salario, le niega sus derechos, le quita hasta la dignidad, corrompe a jueces y policías y desprecia la meritocracia en favor de los vínculos familiares o clientelares.

Con base en la doctrina social de la Iglesia, leída con ese filtro, y en textos insidiosos y asimilados acríticamente, como “Las venas abiertas de América Latina”, era natural inclinarse por sistemas políticos donde el Estado, y no el capital privado, es llamado a administrar la riqueza nacional en función del bien común. Y, sin embargo, ya un compañero de universidad me había advertido sobre la utopía del socialismo diciendo: “el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, mientras que el socialismo es lo contrario”.

Por cierto, las utopías se basan en falsos presupuestos; el principal es que los administradores, escogidos por los partidos ganadores de elecciones democráticas, sean competentes y comprometidos con el país. En la realidad, muchos tienen bien ganada la fama de mediocres y ladrones. Ricardo Lombardi, un viejo socialista italiano, afirmaba que en los años ’90 había más socialistas en la cárcel (por corruptos) que durante el régimen fascista (por opositores).

Las características del capitalismo salvaje se manifiestan incluso en gobiernos dizque “socialistas” por convertir a los servidores públicos en pongos, debido al trato autoritario y prepotente; por quitarles parte de su salario en favor del partido; por premiar lealtades y castigar críticas; por obligarlos a participar en manifestaciones partidarias a sus expensas, arriesgando su incolumidad, y a encubrir actos de corrupción. Se trata de un “capitalismo de Estado salvaje” que actúa con hipocresía, encubre su ineficiencia mediante monopolios y subvenciones y desprestigia a los genuinos regímenes socialistas y democráticos.

Por eso no sorprende que muchos gobiernos de sistemas capitalistas de Estado sean tildados de corruptos. Esto se debe a la educación (falta de valores para resistir las tentaciones), a la costumbre (todos lo hacen), a la obligación (por orden de arriba o del partido), al desprecio de la meritocracia en la función pública (la “universidad de la calle”). El efímero paso por un cargo público suele verse como una oportunidad para incrementar el patrimonio personal más que un servicio. Un famoso intelectual, invitado a inscribirse en uno de esos partidos, respondió: “¡No, gracias; soy rico de familia!”

En contrapartida hay que decir también que el Estado es ingrato con sus servidores, especialmente cuando éstos son perseguidos por la “justicia” una vez que dejan sus cargos. Por más honesto y aplicado que uno haya sido en su paso por la función pública, no es raro ser acusado como mínimo de “incumplimiento de deberes”. ¿Dejar los baños sin papel higiénico o eludir una interpelación congresal pueden imputarse como incumplimiento de deberes? Lamentablemente, la venganza y el escarnio prevalecen en los cambios de gobierno, sobre la gratitud y el reconocimiento público, sin que el exfuncionario tenga un sindicato o un “defensor del empleado público” que lo ampare.

En fin, me pregunto si el capitalismo de Estado del actual gobierno califica para la categoría de salvaje. Lo haría si discriminara a sus funcionarios con respecto a los de la empresa privada; si desconociera la estabilidad laboral y los beneficios sociales; si corrompiera a jueces y policías; si despreciara la meritocracia para llenar los cargos públicos; si censurara la corrupción solo cuando algunos de ellos se hacen “pillar”; si utilizara a los servidores públicos como pongos de su partido.

¿Lo hace?



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