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18/01/2022
Vuelta

Bolivia monotemática

Hernán Terrazas E.
Hernán Terrazas E.

Bolivia se ha convertido en un país monotemático. En la agenda política, de lo único que se habla es del MAS y sus líos internos: ya sea de las tensiones que anteceden a la posibilidad de una crisis de gabinete o de la “guerra” futura entre facciones por la candidatura presidencial. Mientras el MAS mira hacia el 2025, la oposición ha quedado en el pasado.

Desde hace tiempo que vivimos en un país de partido único. En la Asamblea Legislativa Plurinacional solo se escucha la voz de los parlamentarios oficialistas, incluso como adversarios temporales de algunas políticas gubernamentales y también de las decisiones presidenciales. A falta de una verdadera oposición, el MAS creó la suya. A falta de un proyecto político alternativo, abrió un abanico de posibilidades electorales dentro del propio partido.

Desde hace más de 15 años que en Bolivia se hace lo que el Movimiento al Socialismo dice y los intentos por hacerle frente, salvo en contadas y poco relevantes excepciones, o han fracasado o han sido neutralizados sin mucho esfuerzo. La oposición tuvo un año para probar que podía hacer algo diferente, pero cayó en los viejos errores y vicios de siempre.

Cuando se habla de elecciones hoy se piensa en cuál de los dirigentes del MAS será el candidato y no en algún líder opositor que se perfile para asumir ese desafío. Los de antes ya cumplieron su ciclo, y los que creyeron que desde espacios sub nacionales – municipios y gobernaciones – podían construir plataformas nacionales, están demasiado ocupados en sus gestiones como para  dedicarse a otra cosa.

Las regiones, que fueron vanguardia de las movilizaciones democráticas y antigubernamentales, hoy se “desangran” en pugnas internas. Por desgracia, los liderazgos e instituciones de Santa Cruz libran una lucha interna que solo ocasionará un profundo desgaste. Los “fantasmas” hicieron mucho más que el propio gobierno para debilitar al principal adversario político del MAS.

El gobierno parece haber dejado atrás el ciclo de la revancha y el ajuste de cuentas con quienes identificó como los responsables de un inexistente golpe de estado, para promover nuevos temas. En las disputas internas, la contraparte no deja de ser propia y eso sirve para dejar al adversario sin el único tema que lo mantuvo con vida en el último año.

Curiosamente, sin el debate del “golpe” la propia oposición quedó fuera de foco y sin iniciativa. La gente, indignada al principio con los abusos, está más concentrada en resolver sus problemas de salud y empleo, que en solidarizarse con detenidos y exiliados, que han pasado  rápidamente de víctimas de las autoridades a víctimas de un más o menos generalizado olvido.

Mientras que el gobierno tiene tareas por hacer, en cuando a responsabilidad gubernamental y también partidaria, la dispersa oposición social finalmente ha regresado a sus historias cotidianas, a quehaceres menos heroicos quizá, pero más prácticos en el afán de asegurar la sobrevivencia.

La máxima preocupación política hoy es saber quiénes serán los nuevos ministros, en el supuesto caso de que se concrete la crisis de gabinete y si la nueva conformación del equipo del presidente Arce podrá leerse como el primer capítulo de la novela de las candidaturas.

Los personajes en escena vienen de un solo bando e interpretan papeles ajustados al guion del interés oficial. A veces es una historia de suspenso – como en el caso del gabinete -, otras una suerte de tragedia que enfrenta a los hermanos por un tesoro enterrado en el futuro – como en las candidaturas -  y algo de comedia también hay cuando se observa la credulidad cómplice de espectadores que todos los días esperan un nuevo giro en la trama.

La dinámica de los nuevos temas ha determinado incluso que reaparezcan algunos dinosaurios del oficialismo, en el afán de dejar una huella de experiencia sobre la mesa del debate interno y, de paso, marcar una todavía imperceptible línea con el destino político y personal que suponen debía tener el MAS hacia las próximas elecciones.

Los dinosaurios de la prehistoria opositora,  en cambio, mantienen silencio, no tanto por cálculo como por no tener mucho que decir. No es que todavía sea inoportuno o prematuro hablar de lo que se viene. Lo que pasa es que desgraciadamente no tienen nada de qué hablar.

Mientras unos escriben la historia que más les conviene, los otros observan desde el borde de una página que los excluye como protagonistas. Así estamos en la Bolivia monotemática.

Hernán Terrazas es periodista y analista 



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