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El Satélite de la Luna | 08/07/2023

Bolivia, la cama de Procusto

Francesco Zaratti
Francesco Zaratti

Nuestros actuales gobernantes no destacan por exceso de literatura: no conozco un libro escrito por los líderes políticos que rodean al presidente Luis Arce; sus discursos son más aburridos que ascensor sin espejo; sus conocimientos humanísticos y científicos (“el litio es la energía del futuro”) son más pobres que subsaharianos en la sequía y sus referentes ante una crisis no son los clásicos universales sino una peregrinación a Cuba. Posiblemente no se les pueda imputar esas carencias culturales, debido a las fallas de la educación primaria y secundaria, pero tampoco veo que se esfuercen para superarse.

Un recomendable artículo de la escritora y filóloga española Irene Vallejo (Acrobacia en la cama, Página 12, 15/6/2023) me ha obligado a desempolvar mis conocimientos de la mitología clásica, fuente inagotable de las ciencias de la psique, para redescubrir el síndrome de Procusto (“estirador” en griego), así llamado por las perversiones de un bandido que ofrecía alojamiento a los viajeros de Ática pero, si éstos no encajaban en la cama por altos, los recortaba, y, si eran muy bajos, los estiraba, con todo de que cupieran exactamente en su lecho.

Los fanatismos políticos, religiosos, culturales y hasta deportivos son “procustos” que buscan que todos los que se cruzan con ellos se adapten a su cama ideológica, la única que tienen en sus estrechas mentes, y, si no lo hacen, los cortan o los estiran. Pasa con los líderes de oposición, si, por su desgracia, se les ocurre sobresalir en las encuestas; pasa con las organizaciones sociales, sindicales y profesionales que no encajan en la cama oficialista; pasa con los medios de comunicación social, cuando destapan la podredumbre de autoridades e instituciones gubernamentales; pasa con organizaciones con profundo arraigo en la sociedad, a las cuales hay que enlodar, para que no sigan denunciando la degradación del tejido social. Todos, absolutamente todos, tienen que adecuarse a las dimensiones de la cama del sistema gobernante, un Procusto que no tolera diferencias.

En Bolivia campea el síndrome de Procusto. Lo hemos visto y lo vemos actuar, sirviéndose del instrumental quirúrgico del aparato policial-judicial y de mercenarios digitales, en la desmembración de las organizaciones sociales o de las instituciones críticas con el régimen; en el acoso tributario y legal contra ciertos medios de comunicación, hasta verlos enterrados, como Página Siete, para que dejen de molestar con sus denuncias. A unos los cortan y a otros, desabridos e insignificantes, los alargan con el dinero de los (siempre más reducidos) contribuyentes legales.

Procusto tiene devotos asistentes que no dejan de poner sus destrezas al servicio de su amo. Ante un conflicto constitucional, ahí están para “cortar y estirar” la Constitución, las leyes y las sentencias que, aún hechas a su medida, no logran abarcar a toda la casuística del poder.

Otros intelectuales, que conocen los íntimos secretos de Procusto, pero son incapaces de formular la más mínima crítica a un régimen en bancarrota, no esperan las órdenes del carnicero, sino que se adelantan a sus deseos mediante sus hábitos de adaptarse camaleónicamente a las medidas exactas de la cama del poder; ayer de los liberales, hoy de los populistas, mañana de … Para ellos la cama de Procusto fue, es y será siempre una cama “elástica”.

La fechorías mitológicas de Procusto terminaron gracias a un héroe, Teseo, quien logró atar a Procusto a su misma cama y aplicarle su mismo castigo. Al contrario, yo deseo que los procustos de hoy gocen pronto, sin restricciones ni amenazas, de una cama a su medida, y de la tolerancia que debe regir entre hermanos, aunque ocasionales adversarios.

PD: Como columnista fundador de Página Siete, en homenaje a ese periódico y a sus trabajadores, mantendré en órbita el Satélite de la Luna en los medios que gentilmente siguen acogiéndome.



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