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17/07/2021
Articulista Invitado

Bolivia: Estado Plurivictimizado

Carlos Armando Cardozo
Carlos Armando Cardozo

Brújula Digital|16|07|21|

Fuego cruzado, el debate sigue en pie: ¿hubo o no hubo golpe? Bueno esta columna no plantea sumarse a la discusión más estéril de nuestros tiempos, aquella que apasiona a políticos, figuras públicas, pensadores y analistas políticos.

Lo que pretende exponer es el nivel de discusión, como es que nuevamente los bolivianos apelamos al victimismo para generar pasiones en uno y otro bando. El movimiento pro “golpe” mencionan una conspiración internacional de proporciones inverosímiles con personalidades involucradas de la talla de Elon Musk, instituciones como la Conferencia Episcopal, personeros de la Unión Europea y gobiernos como el de Estados Unidos, Brasil, Ecuador y Argentina. Por otro lado, el movimiento “no hubo golpe” menciona que las acciones asumidas fueron respuestas a las agresiones sistemáticas y planificadas de Evo Morales que no logro consolidar una salida al monumental fraude de las elecciones 2019.

En ambos casos sectores que apelan a su posición de víctima como mecanismo de validación con la sociedad y finalmente ganar algo de credibilidad. Como no compadecerse del oprimido, del abusado, del violentado, al final la empatía es una carta bastante efectiva.

Esto nos acompaña desde nuestra fundación como país, la retórica de los españoles abusivos, saqueadores y clasistas que llegaron a imponer las costumbres del Viejo Continente. La evangelización de los indígenas y el cobro de impuestos sobre sus propias tierras y sus propias actividades a manos del invasor era el caldo de cultivo para la insurrección.

Una vez el mestizo y criollo se libraron de la Corona Española y empezaron a referirse a sí mismos como bolivianos, las viejas prácticas generan una nueva “burguesía” esta vez compuesta de los nuevos “patrones”, los sectores acomodados residuos de la Vieja Corona Española, lograron tomar el poder e imponerse “nuevamente” sobre los sectores populares.

La explotación de plata, estaño, goma, petróleo y gas (próximamente el litio) fueron el epicentro alrededor del cual giraba el poder político, presidentes pasaron y la economía no parecía dar un salto de calidad hacia otros rubros, nuevamente la clase política “educada”, “privilegiada” solo engroso las filas de una burguesía de izquierda y derecha.

Mientras tanto los problemas permanecieron intactos, invisibles y escondidos por la clase política que usufructúa de esa misma clase “popular”. Pero no pasa por señalar nuevamente a los abusadores y las victimas, bajo una misma lógica cíclica interminable.

El problema es que los sectores populares se mantienen presos del mismo circuito de la miseria, los motivos son 2: la calidad de la educación y la ausencia de una identidad individual. La educación mediocre que es digitada en complicidad con los sectores asalariados del Magisterio permite construir las cadenas de una sociedad cautiva de su ignorancia.

Inundan las aulas de frustración, conformismo y resentimiento, tal que nuestra historia se convierte en la bola de plomo que arrastramos mediante el grillete mental. Porque si Bolivia es pobre y miserable es causa de un enemigo externo, los chilenos como primeros chivos expiatorios, luego fueron a acompañados por los paraguayos, brasileños y finalmente por los estadounidenses. Si los bolivianos ven su reflejo en un espejo automáticamente relacionan esa imagen a la de una “damisela en apuros” alguien incapaz de escapar de su desventura a menos que un valiente “caballero” en su corcel se apreste a librarla de su infortunio. Ese valiente caballero es siempre encarnado por la clase política boliviana sin distinguir ideologías o discursos.

El segundo motivo: la ausencia de una identidad individual desnuda la naturaleza colectivista del boliviano, el individuo pierde relevancia cuando los grupos, sectores, u organizaciones toman el protagonismo en la escena social. Son justamente estos grupos los que apelan a la misma estrategia, la de victimizarse para poder sensibilizar y disuadir a los supuestos transgresores, pudiendo ser estos individuos o bien el propio Gobierno.

Para el caso es lo mismo puesto que la sanción o castigo tiene como objetivos sentar un precedente y uno muy obvio, mientras sea un colectivo se activarán las acciones pertinentes con el fin de castigar al culpable, ¿Qué del individuo? pues bien deberá resolver por sus medios cualquier escenario en el que le toque ser vulnerado en sus derechos.

De ahí que nos refugiamos en un colectivo, no existimos sin un colectivo y son estos colectivos los que poco a poco fueron borrando los rasgos individuales de sus integrantes. Los planes y proyectos de vida, aspiraciones y sueños ahora los delimita la organización, la masa, el pueblo, el individuo solo puede acatar lo que la mayoría decide como correcto o válido, como justo o moralmente aceptable.

De ahí que las “organizaciones sociales” o rebaños sagrados a los ojos del Gobierno tengan mayores libertades y salvoconductos que un ciudadano de a pie no inscrito, o sindicalizado a ninguno de estos. Un conglomerado, una masa no tiene conciencia, no tiene inteligencia, no tiene raciocinio, pero goza de un status por encima al que establece la ley para cada individuo.

La educación mediocre a las masas sociales amorfas funcionales no hace más que alimentar el circuito pernicioso alentado por la burguesía política ambidiestra, satisfecha con el estatus quo. Vaya desventura o perversidad depende de donde la vean.

Pero a todo esto, los bolivianos ¿somos o no somos víctimas? No, no somos víctimas, somos cómplices del agresor y únicos responsables de cambiar el rumbo embalado al infortunio por uno más esperanzador en nuestros términos, los términos del individuo, sus términos y mis términos.

La llave de nuestras cadenas se encuentra en la lectura y el estudio. Sus carceleros tratarán de alcanzarles tentempiés o juguetes para distraerlos de su objetivo, por favor no decaigan, no escatimen esfuerzos en pos de su libertad y su felicidad

Estas se encuentran más cerca de lo que ustedes creen.

Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía*



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