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En voz alta | 17/06/2024

Bien por Cochabamba

Gisela Derpic
Gisela Derpic

Visitar Cochabamba después de cinco años me deparó una grata impresión. Ha sido una buena experiencia en medio de la indignación e incertidumbre que provoca el contexto de debacle generalizada, políticoinstitucional y socioeconómica de un país que ha comenzado su caída en el despeñadero a paso redoblado desde 2006, tirando el régimen masista por la borda sin pausa alguna los frutos de las políticas aplicadas por los gobiernos previos a su ascensión al poder y la mayor bonanza de la historia de las últimas décadas (debida a los altos precios de las materias primas).

De entrada sorprende positivamente no ser golpeado en las narices por el hedor proveniente de las curtiembres aledañas al aeropuerto al aterrizar el avión. Conforme dicen los habitantes locales, es el resultado de las acciones de mitigación ambiental sobre ellas que, aunque aún esperan ser complementadas, ya muestran sus efectos.

Recorrer la ciudad valluna provee de evidencia empírica del mejoramiento general de las calles, avenidas, plazuelas y plazas que proclama a gritos que Cochabamba cuenta, y de lejos, con la mejor gestión municipal de Bolivia actualmente. El ornato público atestigua el trabajo de expertos en la materia con la belleza de los jardines que ponen el verde de los árboles y el follaje en juego con las flores multicolores dispuestas expresando una concepción estética como base del diseño. Áreas verdes y recreativas suman, ofreciendo alternativas para el descanso y el esparcimiento sano, aportando al desarrollo humano. Las vías han sido y están siendo mejoradas, aplicándose –¡sabia decisión!– trabajo nocturno en la mayoría de los casos, como debe ser por buen sentido, de manera que no se provoca impedimentos y complicaciones a la vida cotidiana de la ciudadanía en condición de beneficiaria en este caso, del resultado de tales acciones.

No es todo. La limpieza de los espacios públicos es ostensible, resultado de un sistema eficiente de barrido y recolección de residuos que ha incorporado modalidades de última generación con los contenedores subterráneos. Afirman quienes viven en la capital del valle que los viejos problemas vinculados con el botadero de K’hara, al menos parecen haber ingresado en una etapa de “tregua”.

En materia de movilidad urbana se destaca que el respeto a las áreas de parqueo y estacionamiento vehicular es controlado por personal que procede al retiro inmediato de los vehículos en caso de infracción, con el consiguiente cobro de las multas respectivas. Así, las calles anchas y las avenidas no se convierten en callejones como sucede en otras ciudades del país donde la palabra “autoridad” es ya un contrasentido.

En las esquinas de las arterias más concurridas y de alto tráfico han sido acoplados sistemas de anuncios por voz para detenerse y cruzar, medida inclusiva de verdad que contribuye a la seguridad vial de las personas con discapacidad visual. Por otra parte, los perros que circulan van llevados de la mano de sus dueños o encargados, reduciendo las posibilidades de que provoquen o se causen a sí mismos algún daño.

Me ponen al tanto personas informadas de que las acciones del municipio se han aplicado a las zonas menos atendidas de la ciudad, llegando a ellas con soluciones importantes a viejos problemas de mejoramiento vial y provisión de servicios básicos. Falta mucho, sin duda, pero ya se comenzó a caminar en la línea correcta, demostrando que la crisis financiera evidente que afecta a las instituciones públicas no es argumento válido de la falta de acciones eficaces.

Lo más importante es la cultura ciudadana que resulta de la aplicación de todas y cada una de estas estrategias de desarrollo municipal, la cual hace plena prueba de que una buena gestión es aquella que compromete a las personas en un cambio de mentalidad y de actitud en función de todos. El desemboque es, sin lugar a dudas, un ambiente social más positivo.

El broche de oro que cierra este recuento de impresiones provistas por una corta estadía en “la Llajta” es el entusiasta cultivo de las manifestaciones artísticas en esta hermosa ciudad, pese a todos los avatares de la vida, a las turbulencias de la política y a los vaivenes económicos de un país que aún espera ser reconocido por sus hijos en los hechos.

Grupos etarios diversos se reúnen para lanzarse en pos de la belleza musical, plástica y escénica, desplegando las alas de la sensibilidad que hace mejores personas, las cuales a su vez, convierten al mundo en un mejor lugar. Como el Grupo “Voces y Cuerdas del Valle”, cuya estudiantina y coro, dirigidos por los maestros Juanita Navía y Wilber Morales, interpretan con talento y profundo sentimiento las piezas musicales de un repertorio de gusto exquisito, transportando generosamente a su público a un plano de elevación espiritual que es testimonio suficiente de cuánto de bueno yace en cada uno de nosotros, y de lo mucho que podemos hacer para transmutar nuestro país en el hogar que todos nos merecemos.

Gisela Derpic es abogada.



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