¿Puede alguien, en su sano juicio, negar
los extraordinarios avances que la humanidad ha experimentado durante los
últimos 500 años? No. En esa línea, Gonzalo Flores, en una columna reciente,
decía: “mirada en conjunto, la calidad de la vida en el planeta está mejorando
continuamente. La esperanza de vida, los ingresos, el acceso a la energía
eléctrica, al saneamiento básico, a servicios de educación y salud, están
mejorando, no empeorando. Hoy, cualquier obrero sudamericano vive mejor que los
Luises”.
Suficiente mirar el avance que en materia
de información se tiene en el mundo en la actualidad para afirmar que se han
producido evidentes avances. Hoy, uno está informado en tiempo real de lo que
sucede en todos los deportes que se practican en el mundo, excepto, claro está,
de los países como Corea del Norte o China, de los cuales también podríamos
informarnos, pero no podemos hacerlo porque las dictaduras que imperan en los
mismos lo impiden. Uno puede informarse del lugar en que se encuentra un
pariente o amigos que se fueron de viaje y del momento en que llegan a su
destino.
Lo mismo puede decirse del acceso a libros y música que, apenas hace 50 años, costaba mucho encontrar y ahora se consiguen en varios portales, algunos gratuitamente. Lo mismo pasa con el acceso a radioemisoras de cualquier parte del mundo, que antes costaba “captar” en los aparatos de radio y que hoy se escuchan muy bien gracias a la maravilla de la internet.
Sin embargo, tampoco nadie en su sano juicio puede negar que todo el avance ha producido una situación muy grave del planeta Tierra, de nuestra casa común. Y ello es así, a causa de la actividad depredadora del ser humano. Félix Greene daba cuenta que el capitalismo llegó en Estados Unidos a un continente virgen y lo ha devastado despiadadamente, sustentando sus afirmaciones con datos irrefutables.
En La sexta extinción Elizabeth Kolbert
señala que “los humanos somos testigos de un acontecimiento dramático: la
extinción en masa de un gran número de especies”, para agregar que, aunque no
es la primera (hubo cinco anteriores) ésta nos atañe particularmente porque
somos responsables de ella.
En muchos artículos y en varios libros (el
último de ellos El doloroso parto de la madre Tierra), Leonardo Boff ha
advertido sobre lo enfermo que está nuestro planeta y la manera en que se está
defendiendo y se defenderá enviando a los humanos virus mucho más letales que
el que ocasionó la covid19, sequías, inundaciones y una serie de calamidades.
Dice Boff que la Tierra continuará existiendo, pero no es seguro que la siga
habitando.
Una mirada a lo que ocurre en Bolivia da
cuenta de las calamidades que los seres humanos están produciendo en nuestro
territorio. ¿Cómo andamos con los incendios forestales que, año tras año,
eliminan bosques en el oriente de nuestro país, con el único objetivo de
“ampliar la frontera agrícola”, para que unos cuántos ganen más y más? ¿Qué tal
la contaminación de aguas y tierras con mercurio, que los cooperativistas
mineros ejecutan a piacere en zonas de La Paz? ¿Qué del avasallamiento de
tierras por parte de grupos delincuenciales, llamados “interculturales” en el
oriente de nuestro país? Todo ello con la connivencia de los gobiernos del MAS
que no se cansan de perorar a los cuatro vientos que aman y respetan a la Madre
Tierra, pero en realidad la violan y permiten que sea violada
inmisericordemente.
Por otro lado, no se puede negar que el acceso a los avances no es para todos, o no es para todos de la misma manera. Hay países y clases sociales que se benefician hasta el hartazgo de los avances que en distintas materias se dan en el mundo entero, a la par que muchos más países y muchas más clases sociales no pueden hacerlo. Esto se da particularmente en áreas como la educación y la salud, en las cuales la situación se agrava para quienes sufren la sed de venganza como sucede ahora con los palestinos en la franja de Gaza, en la que se está produciendo un genocidio a manos del desalmado Benjamín Netanyahu.
Dos encíclicas del papa Francisco abordan el tema de la Madre Tierra (la Gaia, la Pachamama) desde un enfoque integral: Laudato Si (2015) y Fratelli Tutti (2020), y proponen acciones concretas para revertir esta situación, con una advertencia muy clara: “O nos salvamos todos o no se salva nadie”. Sería bueno prestarles atención.