Antipolítica

Politólogos del mundo reuníos y reíd en Bolivia. La política reflexionada por Aristóteles en la antigua Grecia como la continuación de la ética, hoy yace degradada a bailecitos de TikTok, y el bien común marcado como la estrella polar de la alta política terminó entrampado en un desfile de egos –carentes de visión, pero colmados de ambición–. De lo más variopintos. Ninguno de nuestros candidatos se libra de esta enfermedad criolla. Evo que dijo gobernar obedeciendo, acabó gobernando obedeciéndose; Andrónico dijo que sería orgánico a las bases chapareñas, acabó siendo orgánico consigo mismo y aceptó la candidatura como quien acepta una sajta para saborearla; y Arce que debería buscar la isla de Santa Helena (donde mandaron a descansar a Napoleón los ingleses) para purgar sus cinco años de desgobierno, persiste en postularse seguramente para seguir regando bendiciones industrializadoras sobre nuestra atribulada patria.

¿Y los opositores? Militando con firmeza y convicción en la oposición a terminar con los gobiernos del MAS. No importa lo que digan, cuenta lo que hacen. Y lo que hacen pone la alfombra, los pasamanos y los confetis para que los masistas sigan en el gobierno haciendo de las suyas a siniestra; por suerte, también los oficialistas en un arrebato de conciencia se oponen a su continuidad en el poder y por eso multiplican sus divisiones: de dos (Evo Vs. Arce) pasaron a tres (Evo vs Arce vs Andrónico). Les gusta tanto la inquina, el altercado y la denigración que no les es suficiente el fuego cruzado, quieren multiplicar sus frentes y bandos. Hacia allá van con marcial paso de parada sin detenerse en ninguna estación zen.

Unos y otros, masistas y opositores, siguen esta línea de acción: de dos males, trata de ser el mayor. Y en ello ponen su esfuerzo, su más pertinaz inteligencia y su total desapego por la patria. Y nosotros, los ciudadanos que sudamos la gota gorda para tributar en sus arcas, vamos directo a sus brazos con un candor digno de lástima, pues la verdad de verdades, les importamos un carajo; pues está claro que todos ellos cumplen y cumplieron altas funciones y las más altas fechorías.

En fin, en la patria del Libertador, seguimos presos de esos vanidosos que buscan el aplauso y el elogio del más tonto que tienen al alcance de la mano. Esto solo tiene una ligera ventaja digna de encomio: a quienes nos toque ir al infierno, la verdad nos sentiremos en casa, gracias a estos diablitos/diablitas que nos tienen día y noche, inviernos y veranos incluidos, retozando bajo su adorable calefacción.